viernes, 18 de agosto de 2017
martes, 8 de agosto de 2017
jueves, 3 de agosto de 2017
domingo, 16 de julio de 2017
calla pueblo, calla
Al finalizar el acto conmemorativo de los 40 años de las primeras elecciones democráticas los reyes se dirigieron a inaugurar la exposición Habla, pueblo, habla. Por cierto, ¿ha afanado alguien el seiscientos que había a la entrada? En la cartela se recuerda muy castizamente que es “un título cargado de reminiscencias entrañables” (Vino Tinto mayando y el futuro Chanquete enseñando a votar) y se concluye que el verdadero protagonista de esa historia llena de “éxitos” había sido el pueblo español. Optimismo antropológico aunque ese día no acudiera Zapatero. El momento culminante de la visita fue la foto con el cuadro emblemático de la Transición española.
Como se temía su autor, Genovés, se ha convertido en un cuadro estetizado, fondo indispensable para todo tipo de fotografías institucionales y, recelaba, en un futuro para bodas y banquetes, sin descartar pases de moda. La estructura anular de la exposición conduce a él como protagonista y botón de engarce (es el único cuadro) de los modestos paneles y curiosas vitrinas que lo jalonan (en los Institutos de Secundaria hacen mejores exposiciones): con las elecciones del 15 de junio de 1977 habría acabado la transición de la dictadura a la democracia, democracia, el abrazo de la reconciliación. Da igual quiénes y a quién abrazan, minucias, lo importante es el símbolo, el abrazo. Es, se supone, el abrazo de gente del pueblo habla, alborozada por hablar, transformado en demanda de pacto de y por los partidos. Abrazo y pacto acaban fundiéndose, confundiéndose, en el símbolo pero fueron y son dos cosas distintas.
El protagonismo del pueblo es enfatizado al final de la cartela que abre la exposición firmada por la Presidenta del Congreso, Ana Pastor, y el Presidente del Senado, Pío García Escudero. El texto anterior es un buen ejemplo de esa metamorfosis del franquismo en la democracia. Así “vigorosa llamada” (“gritos de rigor”), el “liderazgo generoso y audaz” (Plaza de Oriente), “admiración de la opinión pública internacional” (“queda inaugurado este pantano”): “el pueblo español, que habló en 1977 para decir “democracia” es el verdadero protagonista de esa historia de éxitos, cuyos primeros pasos se cuentan en esta exposición”. En el vídeo final de la exposición aparece el momento de la votación de la Ley para la Reforma Política, que expresa esa metamorfosis “de la ley a ley”, de la dictadura en democracia. Es el 18 de noviembre de 1976 siendo aprobada por abrumadora mayoría lo que no obsta para el gesto de alivio de Adolfo Suárez. Un gesto poco reproducido. En unos meses se trocará en consternación por el inexplicable desencanto hacia la democracia recién nacida en las elecciones objeto de conmemoración. Luego vinieron otras elecciones...El llamado cine de "Caspa y Ensayo" da cuenta de ellas..
Es irresistible la tentación de parafrasear el conocido texto de Horkheimer y Adorno en Dialéctica de la Ilustración: la dictadura es ya Transición y la Transición recae en la dictadura; el mito es ya Transición y la Transición recae en mitología. Resultado: estamos en pleno posfascismo posmoderno.
Como se temía su autor, Genovés, se ha convertido en un cuadro estetizado, fondo indispensable para todo tipo de fotografías institucionales y, recelaba, en un futuro para bodas y banquetes, sin descartar pases de moda. La estructura anular de la exposición conduce a él como protagonista y botón de engarce (es el único cuadro) de los modestos paneles y curiosas vitrinas que lo jalonan (en los Institutos de Secundaria hacen mejores exposiciones): con las elecciones del 15 de junio de 1977 habría acabado la transición de la dictadura a la democracia, democracia, el abrazo de la reconciliación. Da igual quiénes y a quién abrazan, minucias, lo importante es el símbolo, el abrazo. Es, se supone, el abrazo de gente del pueblo habla, alborozada por hablar, transformado en demanda de pacto de y por los partidos. Abrazo y pacto acaban fundiéndose, confundiéndose, en el símbolo pero fueron y son dos cosas distintas.
El cuadro, visto de cerca, es diferente de las reproducciones, especialmente en internet: las figuras más oscuras, el blanco menos blanco, granulado y recorrido por la textura del bastidor. No hay transiciones sino contraste de colores, de fotografías recortadas y pegadas sobre el fondo monocromo. Los famosos ocres, de haberlos, se pierden en la inadecuada iluminación. Las figuras van entrando por la izquierda y quedan paralizadas en la mujer de la derecha que abraza al vacío, con ella el cuadro sale fuera del cuadro, de la sala, hacia el futuro.
Pero su presente no es la conmemoración de unas elecciones, de un habla pueblo, habla, sino de las cárceles y la demanda de amnistía, del tiempo del calla, pueblo, calla. De eso no se habla. Es la Transición intransitiva. En esta exposición el pueblo es una figura de espaldas, un símbolo que se saca cuando conviene, como el cuadro, que ha pasado la mayor parte de su historia en los sótanos de los museos y que ahora está en préstamo temporal en el Salón de los Pasos Perdidos [sic] del Congreso de los Diputados. Una transición para el pueblo pero sin el pueblo cuyo futuro papel ya está definido, votad, es decir, ejerced de palmeros de los que realmente actúan. Habla: sí nos representan.
El protagonismo del pueblo es enfatizado al final de la cartela que abre la exposición firmada por la Presidenta del Congreso, Ana Pastor, y el Presidente del Senado, Pío García Escudero. El texto anterior es un buen ejemplo de esa metamorfosis del franquismo en la democracia. Así “vigorosa llamada” (“gritos de rigor”), el “liderazgo generoso y audaz” (Plaza de Oriente), “admiración de la opinión pública internacional” (“queda inaugurado este pantano”): “el pueblo español, que habló en 1977 para decir “democracia” es el verdadero protagonista de esa historia de éxitos, cuyos primeros pasos se cuentan en esta exposición”. En el vídeo final de la exposición aparece el momento de la votación de la Ley para la Reforma Política, que expresa esa metamorfosis “de la ley a ley”, de la dictadura en democracia. Es el 18 de noviembre de 1976 siendo aprobada por abrumadora mayoría lo que no obsta para el gesto de alivio de Adolfo Suárez. Un gesto poco reproducido. En unos meses se trocará en consternación por el inexplicable desencanto hacia la democracia recién nacida en las elecciones objeto de conmemoración. Luego vinieron otras elecciones...El llamado cine de "Caspa y Ensayo" da cuenta de ellas..
Es irresistible la tentación de parafrasear el conocido texto de Horkheimer y Adorno en Dialéctica de la Ilustración: la dictadura es ya Transición y la Transición recae en la dictadura; el mito es ya Transición y la Transición recae en mitología. Resultado: estamos en pleno posfascismo posmoderno.
miércoles, 12 de julio de 2017
jueves, 29 de junio de 2017
pifias reales
"Tres decisiones del pueblo español adoptadas con una extraordinaria participación popular y un sentido inequívoco del voto. Tres decisiones en las que el pueblo español decidió, sin reservas, caminar unido en una misma dirección:
En primer lugar, en la del gran proyecto de reconciliación nacional, el gran propósito nacional de unir a las dos Españas que helaban el corazón de Antonio Machado"
Los versos de Machado que proponen lo contrario, no caer en dicotomías, escaparse de ellas, no intentar reconciliarse con la miseria"Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón"
"Tres decisiones tomadas por el pueblo español que devolvieron a España la confianza en sí misma, la autoestima y el orgullo de ser, en primer lugar, un ejemplo para nosotros mismos y en segundo lugar, una referencia para las democracias en todo el mundo"
No es mal programa: reconciliar una España que muere de corrupción con otra que bosteza ante el bochornoso espectáculo mediático no apto para niños y adultos del Congreso. Conmigo que no cuenten, que se busquen otro "ejemplar".
eee
miércoles, 28 de junio de 2017
el cabreo del real emérito
“…porque no nos podemos pasar otros cuarenta años hablando de los cuarenta años” (José Luis Garci. Solos en la madrugada, 1978).
Sí se puede. Al comienzo del programa nocturno José Sacristán enfatizaba (con esa radicalidad cómplice acreedora de un premio concedido por un jurado de los viejos tiempos): “esto es solo para los marginados de toda la vida”. La frase es interesante por ambigua, exponente de la publicidad clásica: los destinatarios del programa son una minoría, pero inmensa, niveladora de condiciones sociales y situaciones, pues se trata de los marginados de toda la vida por la vida toda. También puede referirse ucrónicamente a los marginados como el lumpen social que sobrevive en la marginalidad o a los marginados de “toda la vida”, es decir, a la minoría selecta que vive como dios de la marginalidad, eso sí, lamentándose de ello. Con su final new age Garci elige un camino intermedio, de consenso. Pesan los reproches de las tres mujeres de su vida: “no te enteras”, porque no escuchas, o dicho en otros términos más (in)actuales, “You know nothing, Jon Snow”.
Estaba pacíficamente escribiendo estas líneas para un libro inacabable cuando leo en El País, el periódico de la Transición, que el rey Don Juan Carlos no ha sido invitado a los actos conmemorativos de lo que él fue protagonista destacado. Ha trascendido el cabreo ("irritado", para ser exactos) del real emérito (no emérito real, un oxímoron, pues todo emérito es un zombi) que no se acaba de creer las razones de protocolo y se malicia otras, máxime cuando mira, dice, "hasta han invitado a las nietas de la Pasionaria". Al menos se ha ahorrado la humillación de que ha sido víctima Alfonso Guerra al que intentaron en un primer momento confinar al gallinero. Triste destino para los padres de la Constitución.
El 23 de febrero de 2014 se estrenó en la Sexta de TV el mockumentary de Jordi Évole Operación Palace. El rey Juan Carlos sería el mayor beneficiario de un montaje cuyo principal objetivo era “reforzar a la monarquía”, elaborar el imaginario de un rey que trajo la democracia y la salvó. Sin embargo, las sospechas sobre la actuación del rey se ven refrendadas estéticamente no solo por los testimonios sino por las sombras que se ciernen en la pantalla cuando tiene lugar ese mismo discurso en que mandó parar. El fondo se va convirtiendo en algo espectral mientras que la figura se recorta en la presencia siniestra de una ausencia inquietante: la verdad.
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