domingo, 17 de julio de 2011
neuroestética y nazismo
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“Sólo me interesa la belleza”.
“Aquí está tu premio Labiche…algunas de las mejores pinturas del mundo…¿No te excita eso Labiche? Una pintura significa para ti lo mismo que un collar de perlas en un mono…Has ganado por pura suerte. No eres nada, Labiche…un simple pedazo de carne…las pinturas son mías…la belleza pertenece al hombre que la aprecia (pausa) Ahora, en este momento, no puedes decirme por qué has hecho lo que has hecho…” (Frankenheimer. El tren)
(Visita de Hitler y Goebbels a la exposición Arte degenerado).
A comienzos del siglo XX, las vanguardias y los pensadores de la generación de 1914 promueven un rechazo de la belleza en el arte en nombre de lo que Ortega y Gasset llamaría una "exigencia de verdad". Para Adorno la belleza es ideología,falsificación, ya que supone el embellecimiento de un mundo que no es bello,aniquilando en la obra ideal las diferencias irreductibles de la vida real. Se culmina así un trayecto iniciado a mediados del siglo XIX con la modernidad estética que, haciéndose eco de los cambios sociales, incorpora una estética de lo feo, dando lugar a los llamados "artes-ya-no-bellos". Los avatares del proceso son complejos, pero lo cierto es que a lo largo del siglo XX la belleza desaparece como elemento referencial del arte innovador, y la estética deja de ser teoría de la belleza, quedando confinada ésta al esteticismo de la publicidad y la propaganda política, manipuladoras de sentimientos y emociones. Sin embargo, a comienzos del siglo XXI estamos asistiendo a la recuperación de otro tipo de belleza, distinta de la tradición grecolatina, por parte de las estéticas cognitivas de la complejidad, que unen sentimiento y conocimiento.
En esta línea, me parece que podría haber una colaboración interesante entre estética y neurociencias, tal como parece desprenderse del interesante trabajo de Zeki "The neurology of ambiguity". No lo veo tan claro en otros trabajos de la llamada "neuroestética", de éste y otros autores, ya que parecen tener una concepción muy desfasada de la estética y el arte contemporáneos, pero es posible que esté equivocado.
Cuando Susan Sontag polemiza con Leni Riefensthal en su artículo "Fascismo fascinante", uno de los ingredientes es precisamente la denuncia de la dimensión ideológica de la belleza en la estética del cuerpo bello, perfecto. El problema de la unión mortífera entre belleza y perfección dará lugar a la excelente novela de Mishima El pabellón de oro. El biologismo es uno de los componentes básicos en la bioestética de comienzos del siglo XX; surge como reacción saludable a los excesos culturalistas y enseguida muestra sus límites. Precisamente al convertirse ello mismo en paradigma de la obra de arte total que, como es sabido, rebasa el campo del arte, para impregnar todas las manifestaciones de la existencia, reduciendo a ese paradigma todo lo demás. Algo semejante me parece advertir en manifestaciones entusiastas de la neurocultura.
Pero, en el ejemplo referido de Olympia hay algo más sutil, que no señala Sontag, y es la apropiación de la tradición griega de la belleza por parte del nazismo frente a los pueblos mediterráneos: "nosotros somos los auténticos griegos", afirman.Como puede observarse en el primero de los vídeos, a través de un fundido encadenado con sobreimpresión premorphing, el Discóbolo se muta en el atleta germano. Una obra maestra de propaganda política, comparable a sus películas sobre los congresos en Nuremberg del partido nazi, que destaca por el manejo de las nuevas tecnologías de entonces. Forma parte de algo, como señala Sontag, menos estudiado y tenido en cuenta, y es el fascismo de la imagen, que florece especialmente en las democracias, con presencia destacada en las distopías de los años 80 y 90. Su base neuroestética podría estar en el empleo del símbolo, lo que Goebbels denominaba "el servicio de los símbolos", frente a la tradición humanista de la palabra. Tiene un gran poder identificatorio sentimental, se despliega en las "jergas de la autenticidad", tanto en palabras como imágenes, aunque de valor nulo para la información, el conocimiento y la crítica.
El "arte degenerado" rompió entonces con la belleza esteticista, se niega a ser símbolo del ideal, no promueve la identificación en su forma platónica de conocimiento como reconocimiento (base cognitiva de algunas neuroestéticas), ni tampoco la proyección del narciso sentimental, emocionado de estar emocionado, medida de su juicio estético.Si la neuroestética toma como modelo la vieja teoría de la abstracción en el conocimiento (caso Zeki), entonces nos encontramos, por una parte, con la pérdida específica de lo estético y, por otra, dando lugar a lo que Adorno llamaba la "armonía forzada" de la belleza en los totalitarismos de cualquier signo. Más allá de lo biológico, pero incorporándolo, la estética (que, por cierto, no es teoría del arte, su campo es mucho más amplio),intenta comprender y expresar esa complejidad, discontinuidad, falta de armonía que hay en la sociedad. Pero también la solidaridad existente entre los humanos, una belleza inarmónica, quizá no tan admirable, pero sí más amable.
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muy buen post.
ResponderEliminaraquí en Berlín yo noto eso de otra manera...como una especie de peso , ladrillo sobre una pared que va agrietándose pero pervive. (solo se me ocurre ese modo de decirlo, lo siento) supongo no dará lugar a equívocos.
actuando, la de siempre.
c.v
Estupendo post que me hace pensar si la neuroestética está provocando un choque antiteórico en la línea de lo que Sloterdijk decía en Crítica de la Razón Cínica: "... T.W.Adorno, uno de los más grandes teóricos de la estética modena, fue considerado una víctima del impulso neoquínico. ¿Se acuerda el lector de aquel episodio ocurrido en el aula magna [...] en el que se le impedía dar clase mientras las estudiantes enseñaban sus pechos desnudos? Pues bien, el desnudamiento de éstas no era un argumento eróticamente insolente a base de piel femenina. Eran casi en el sentido antiguo, cuerpos quínicamente desnudados, cuerpos como argumentos, cuerpos como armas. El que se mostrasen estos cuerpos [...] tenía una intención de choque antiteórica."
ResponderEliminarTal vez tuviera razón Feyerabend cuando afirmaba que cuando nuestras teorías fallan nos encontramos de golpe con "la realidad" de los hechos.
(Quizá juntar a Feyerabend con Sloterdijk comentando una anécdota de Adorno tenga algo que ver con las maravillosas disonancias que se dan gracias a google.)