Imagino la cara de Ángel Gabilondo, catedrático de Metafísica, al escuchar la frase en que Cristina Cifuentes, con un punto de condescendencia no exenta de cierto fastidio, se veía obligada a explicar que presencial solo significa que no es telemático. Una definición por vía de negación. Mal camino: ya Heidegger había explicado en otro Máster que la Nada es el origen de la negación y no al revés.
El ser de la presencialidad consistiría, según la Presidenta, no en asistir a clase, como algún incauto podía suponer, sino en apañárselas con cualquier profesor para no hacerlo. No es difícil. El profesor universitario es un ente que, ahogado por la burocracia y precisamente por ella puede, en lenguaje políticamente correcto, tener un amplio margen de maniobra en las calificaciones y sus circunstancias y, en román paladino, puede hacer lo que quiera, siempre que sea favorable. Hasta "reconstruir" actas, no en la fórmula chapucera de estos piernas, vergüenza de la profesión.
Hay que ser comprensivos en las calificaciones. Se cuenta un chiste de la gloriosa (no daban palo al agua) época franquista en la Universidad: un profesor ante la imposibilidad física de aprobar al mastuerzo recomendado, incapaz de articular palabra, se lo hizo saber al político de turno y este con gesto desdeñoso resolvió, nada de privilegios, aprobado rapado y basta. Y es que hay aprobados y aprobados.
Así, por ejemplo, están los aprobados merecidos en evaluación del esfuerzo y resultados y están los aprobados llamados "en defensa propia" para quitarse de en medio a un alumno recalcitrante que dilapida su tiempo y el de los demás en repetidas pruebas cada vez más deficientes. El profesor que esté libre de este pecado de prevaricación que levante la mano. La progresiva infantilización del alumnado, su entrar en taquicardia al recibir un no junto con el empeño de parte del profesorado en convertir las guarderías, perdón Facultades, en centros "guay", no ayuda precisamente mucho. Lo de las becas "black" posteriormente ya va de suyo, minucias.
El éxito de los diferentes PACTOS (nonatos) por la educación en España es una muestra "documental" del desinterés por la educación en general y la universitaria en particular que hay en España. Si hasta hace poco había un consenso generalizado en que la universidad española no está, sino que es corrupta ( ya saben, la endogamia...) y, además, ahora se descubre que es un cachondeo, se entiende la perplejidad de la Presidenta Cristina Cifuentes ¿por que me montan todo este pollo a mí, precisamente a mí?
La respuesta ha sido de manual, conjura política para echarla, y la reacción de lo mismo, no dimitiré. En el "prusés" una bochornosa explicación del rector y una mafiosa actuación de las autoridades del Máster que quita espectadores a Fariña. Menos mal que los demás no somos así: profesores asociados en régimen de semiesclavitud laboral defienden la trinchera, científicos al borde del hambre presupuestaria siguen investigando y otros enseñan filosofía, sin ir más lejos a Epicuro, un moderado calumniado como hedonista, que inspiró seguramente esta frase del gran Groucho Marx: "Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: Un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…" Lo que pasa es que no nos llegan. Y mientras tanto...
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