El pasado 29 de abril publicó Habermas un
artículo en el Süddeutsche Zeitung con el título de “Guerra e
indignación”. Sus reflexiones en torno a la guerra de Ucrania ahí vertidas han
provocado una polémica que sigue durante estos meses. Lo que nadie discute es
su talla como filósofo, tampoco sus valiosas contribuciones en diferentes
tiempos al tratamiento de problemas que afectan al mundo contemporáneo. Así, la
disputa con Sloterdijk sobre las tesis que exponía en “Normas para el parque
humano, una respuesta a la Carta sobre el humanismo”, conferencia de
1999, aparecida luego como libro en el 2000. Más allá de la hermenéutica
detallada de los contenidos (que ya hice en su momento) lo interesante ahora es
subrayar el esquematismo de su recepción: del texto de Heidegger el dilema de
que hay que decidirse por el hombre o por el Ser; de la propuesta de Sloterdijk
el dilema que extrae Habermas: o humanismo estéril o mejora genética, lo que le
acercaría peligrosamente al biologismo nazi del pasado. Entonces me preocupó la
imagen tan pobre del humanismo, cuando no inexacta, que tenían esos filósofos,
tanto el de la Selva Negra, como el mediático o el postfrankfurtiano. Ahora, y
es el sentido de estas próximas entradas del blog, lo que no me convence es el
método que siguen usando: los dilemas.
lunes, 11 de julio de 2022
Habermas y la guerra de Ucrania (1)
“77 años después del final de la Segunda Guerra Mundial y a los 33 del fin de una paz salvaguardada por el equilibrio del terror, aunque siempre amenazada, las inquietantes imágenes de la guerra han vuelto a nuestras puertas, liberadas por el arbitrio de Rusia. La presencia mediática de los acontecimientos de esta contienda domina nuestra vida cotidiana como nunca. Un presidente ucranio que conoce bien el poder de las imágenes se encarga de hacernos llegar mensajes sobrecogedores, mientras que las nuevas escenas de brutal destrucción y espantoso sufrimiento que se producen a diario encuentran en las redes sociales de Occidente un eco autorreforzado. La novedad de la difusión y la capacidad calculada de causar impacto en la opinión pública de un acontecimiento bélico con el que no se contaba probablemente nos produzca más impresión a los mayores que a los jóvenes, acostumbrados a los medios”. (Trad., en El País, 7 de mayo de 2022).
Voy a ensayar un acercamiento al
tema, no desde la filosofía, sino de la estética política. Me da pie a ello el
primer párrafo del artículo de Habermas antes citado, unas líneas
introductorias cuyo alcance minimiza en el siguiente. Sin embargo, estimo que su valor es grande, ya que nos sitúa, no solo ante el modo de tratar un problema actual por parte de
Habermas, sino también de una generación, como reconoce, y de un estilo de
filosofía, como se desprende. No es difícil ver un reproche subliminal: esas no
son formas. De hecho, todo el artículo tiene como trasfondo la dicotomía entre
reflexión y emoción, la necesidad de la primera como modo de hurtarse al
chantaje de la segunda. Este tendría lugar a través de esa “presencia mediática"... "el
poder de las imágenes”… “La novedad de la difusión y la capacidad calculada de
causar impacto en la opinión pública”. El chantaje emocional habría llevado en
Alemania a desvirtuar el debate en torno a la guerra de Ucrania, a no saber apreciar
la ponderada postura de su canciller, al surgimiento de actitudes heroicas intempestivas.
No ha debido jugar un papel secundario en todo ello la hiperactividad mediática
del presidente ucraniano, especialmente significativa en el vídeo con el que se
dirigió al Parlamento alemán. La frase con la que le asocia Habermas en ese
primer párrafo, “Die Macht der Bilder”, “El poder de las imágenes”, es
particularmente grave en el campo de la estética política en general y de la historia
alemana en concreto, mereciendo el siguiente comentario.
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