jueves, 21 de julio de 2022

Habermas y los dilemas fuera de contexto (3)

 

Todo lo anterior se concreta en una expresión clave que aparece en el artículo de Habermas: Zeitwende. Se trata para él de dilucidar si el tratamiento mediático de la guerra y sus consecuencias políticas implica el que se esté o no en una Zeitwende, en un “cambio epocal” en Alemania. Esto es lo que realmente le preocupa, pues significaría un cambio respecto a la política pacifista y de “diálogo” seguida por Alemania después de la Segunda Guerra Mundial. Pero también de la virtualidad de su propia filosofía, de la ética de la “acción comunicativa” para sustentarla. Y todo esto es justamente lo que se ha puesto en cuestión para Habermas en el vídeo del presidente ucraniano: es una enmienda a la totalidad respecto a su visión del pasado alemán, su actitud moral en el presente y las consecuencias nefastas para Europa, no solo para Ucrania, de la ambigua postura no intervencionista alemana. Nunca le llama Habermas por su nombre, a diferencia de Putin, analizado desde todos los ángulos. Pero resalta que las consecuencias de su intervención han sido la “confusión emocional” de los diputados alemanes, el “brusco” cambio en la postura inicial del canciller, la exigencia inmediata de acción, frente a la deliberación que él propone, de los jóvenes de izquierda antes pacifistas. La “llamada moral al orden”, el “chantaje emocional” subsiguiente del presidente ucraniano han tenido éxito. Habermas no se equivoca sobre el estilo empleado: puño de hierro de exigencia moral en guante de seda de la fórmula cortés. No solo eso.

Vayamos al vídeo. Zelenski difiere del análisis de Habermas sobre el pasado alemán y europeo: el famoso “nunca más” no ha llevado a una paz de 80 años fundada en el equilibrio del terror nuclear, sino que las guerras convencionales han menudeado en Europa, como la de los Balcanes, y la agresión de Rusia a  Ucrania en 2014; estos ataques no han contentado y previsiblemente no seguirán deteniendo a un Putin empeñado en nuevas conquistas territoriales (recientemente lo ha confirmado su ministro de asuntos exteriores); Alemania ha construido un nuevo “muro” (la palabra se repite en el discurso), no ya en Berlín, sino en medio de Europa entre Ucrania y el resto de ella, entre la libertad y la falta de ella; Europa está dividida por culpa de Alemania; el motivo no ha sido político sino económico y Alemania tiene que elegir ahora entre la moral o el beneficio; este es el auténtico dilema para Zelenski; la ayuda que pide no es, entonces, solo para Ucrania, sino para la Europa amenazada por Putin; saca, por tanto, la cuestión del ámbito nacionalista en que la coloca Habermas y la pone en el europeo; frente a las detalladas crueldades con civiles y ciudades destruidas pide al canciller alemán que se pare la destrucción y se derribe el “muro”; paz es igual a libertad, no se pueden separar. La vicepresidenta del Bundestag, Katrin Göring-Eckardt enfatiza en su discurso al hilo de la sesión que Putin ha atacado “nuestro orden de paz”.

A la altura final de esa referencia (en apariencia episódica) al vídeo en el artículo, la sensación del lector avisado es que para Habermas todo se desmorona: el pasado alemán (tal como él lo lee), la identidad alemana y su propia concepción de la filosofía basada en el diálogo como forma de solucionar los conflictos. Lo "mediático” se ha constituido en una bastarda “acción comunicativa” que sustituye la deliberación reflexiva por la inmediatez emocional, la deliberación por la acción. Los "sentimientos morales" no atienden a la necesidad de su "juicio generalizador" que los modere.  Lo que realmente escuece a Habermas del presidente ucraniano, no es solo el medio empleado, sino que haga los reproches en términos morales; que afee la conducta actual de Alemania como consecuencia de su conducta en el pasado; lo que era modélico se vuelve ahora moralmente censurable. No es solo porque da una solución distinta a los dilemas de Habermas, sino que niega el derecho moral mismo de plantearlos: ¿Se puede tan condescendiente con las reivindicaciones de Putin después de las enseñanzas de lo que pasó con Hitler y los inútiles intentos por aplacarle?

Habermas ni menciona ni censura la amplia utilización que ha hecho Putin de ese “poder de las imágenes” y examina unos argumentos cuya legitimidad niega al otro. Que, por otra parte, sirven de poco, pues una de las palabras que más utiliza Habermas refiriéndose a Putin es la de “imprevisible” y cómo, basándose en la fuerza, puede trazar y, sobre todo, mover, las fronteras que separan el diálogo de la confrontación. De hecho, para Putin ya han entrado en guerra por la ayuda militar, aunque limitada, a Ucrania, con la agravante (se lo restriega Zelenski en el video) de que financian la guerra contra Ucrania con el dinero que pagan por el gas ruso.

El factor económico sería clave en el pasado al que alude Habermas y el presente que elude. En el pasado, el “paraguas nuclear” de Estados Unidos ha permitido a Alemania destinar el menor presupuesto de defensa a su crecimiento económico y la excesiva dependencia del gas ruso a un bienestar sin grandes contraprestaciones. Trump será lo que se quiera, pero su hartazgo por la situación no dejaba de tener un punto de razón: Estados Unidos pagaba la seguridad alemana y encima, como ocurría con buena parte de intelectuales en el resto de Europa, tenían que aguantar desde la Segunda Guerra Mundial un antiamericanismo de buen tono. Biden ha recogido los frutos y no le ha costado nada hacer que aumenten sustancialmente el presupuesto de defensa. Esto ha sido algo más que “errores de gobiernos anteriores” que dan pie lugar al “chantaje moral” del presidente ucraniano. La paz a la que alude Habermas ha sido financiada por otros que, o se han cansado ahora o son, por otra parte, los que realmente están haciendo chantaje con el gas.

El problema respecto a los jóvenes alemanes (y no solo ellos) es que Habermas ofrece procedimientos binarios, no soluciones y los dilemas entorpecen o las hacen imposibles. El dilema de que se está entre la espada y la pared, entre dos males, derrota de Ucrania o escalada nuclear, no se sostiene con la referencia a ese pasado al que alude Habermas: ha habido guerras sin intervención nuclear, tensiones como la de Cuba que se resolvieron cuando se demostró firmeza. Teniendo en cuenta todo esto, vale poco la apreciación de Habermas de que, al contrario ha sido una decisión "moralmente bien argumentada" la no participación en la guerra. Porque, efectivamente, se estaría ante el dilema de dos males: o dejar a su suerte a las víctimas de Ucrania o desencadenar una escalada militar cuyo posible final sería una guerra nuclear. La experiencia enseñaría, según Habermas, que nadie puede ganar, luego ambos deben “salvar la cara” mediante el diálogo y la negociación. Lo contrario es “el fin de un modo de practicar la política alemana enfocado al diálogo y la salvaguarda de la paz”. También su modo de entender el papel de la filosofía. Para el presidente ucraniano, el contexto de la posguerra ha cambiado: cuando alguien te invade, se apropia de tu territorio, mata a civiles inocentes y destruye el país, no ofrece ni ha lugar a situaciones ideales de diálogo y diplomacia, sino que queda únicamente la defensa y la supervivencia.

La amenaza nuclear no fue disuasoria en la guerra fría, como tampoco lo es ahora. Ha habido guerras entremedias, con vencedores y vencidos. Los atentados islamistas, con su fuerte carga de fanatismo e irracionalidad, mostraron cómo se crecían ante un Occidente debilitado por su autocrítica constante a los fundamentos de su tradición. Ante la agresión rusa y su argumentación falaz, los pacifistas de antes no quieren poner la otra cara de la deliberación. Tampoco aceptan el dilema fundado en el análisis binario de que frente a la acción directa de la presión mediática y las armas estaría la deliberación y el diálogo. Y sí, la cuestión de fondo es que Europa, si quiere ser de verdad independiente, no ser invadida ni destruida, preservar sus valores, tiene que financiar y equipar su propia fuerza militar.

El “cambio de era” es un cambio de paradigma. Habermas plantea claramente el “conflicto” entre esas dos generaciones, la de la guerra fría y la de los jóvenes alemanes que no la han vivido, sin dejar de reconocer que la actitud postheroica y antinacionalista de diálogo y acción comunicativa ha sido posible gracias al "paraguas nuclear" americano. Y es una factura que hay que pagar. Dolor por el sufrimiento de las víctimas pero sin poner en peligro la “bien fundada decisión de no participar en esta guerra”. La “meditada solidaridad” de Habermas parece quedarse en el buen deseo y actitud moralizante de que "Ucrania no puede perder esta guerra" con el que acaba el artículo. Y, ¿por qué no ganarla? No solo para ella, sino también para Europa y quizá incluso para Alemania. 

 

 

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