lunes, 5 de abril de 2021
domingo, 4 de abril de 2021
menos Platón y menos Prozac (7)
Si toda historia es, según lo anterior, historia contemporánea en el instante del peligro, entonces el posfascismo posmoderno borra la diferencia entre vencedores y víctimas; él dice representar a las verdaderas víctimas, aunque no lo sepan o reconozcan. El acento se desplaza de los escrúpulos morales del individuo por los procedimientos a la necesidad ciudadana de salvar a la humanidad amenazada: a lo totalitario solo se puede responder con lo totalitario, el fin justifica los medios. La manipulación de las imágenes es ahora una violencia razonable a la legalidad para…salvarla. Nada de agresividad dominante del fascismo moderno sino imperativos de defensa del posmoderno en nombre de las víctimas, actuales y futuras. A Hannah, que pretende denunciarlos (utilizando sus mismos métodos) le señala Fran la contradicción: el sistema que usted quiere defender es el que se quieren cargar los islamistas y la ironía del asunto es son precisamente las garantías legales del sistema las que les permiten ir contra él. Quieren aniquilarla a usted y su forma de vida. De nuevo, como al comienzo de Homeland, se trata de hacer frente a una amenaza extranjera que rompe con todas las reglas del juego: el terrorismo. Cuando los atentados de Londres se dijo que Occidente no estaba preparado para hacer frente a ese tipo de amenazas de quienes desprecian la propia vida y la ajena. Se unía a ello toda la culpabilización de décadas a Europa y Occidente por la supuesta imposición colonial y cultural del eurocentrismo moderno. Pero, rebate Gemma, si China y Rusia ya lo hacen, así como otros países, ¿se va a quedar desarmado Occidente? El posfascismo posmoderno es ya un estado “normal”. No tiene sentido resistirse, “colabora”.
Y una de las formas de colaborar, paradójicamente, es tener sentido “critico”, “denunciar” el estado de cosas y, sobre todo, recordar que Platón tenía razón: las imágenes “engañan”, como parece sugerir el póster de la serie. La solución, como se señala al final de esta, es mantener el carácter de verdad, prueba legal de las imágenes, haciendo correr, al mismo tiempo, el rumor de que pueden ser trucadas, de que engañan. El tema de la “confianza”, como en las fake news, es fundamental, los que las propagan son los mismos que las denuncian, con lo cual la demanda de verdad crece; la demanda de imágenes “verdaderas”, especialmente las de síntesis, como ya sucedió en el siglo pasado con directores de cine de “culto” antes de que esos mismos se pasaran a las digitales denostadas para producir ahora mejores imágenes “verdaderas”.
Cuando más necesario es tener “criterio” más parece conveniente abandonar la palabra “crítica”, preguntarse no ya qué ocultan las imágenes sino por qué estas imágenes y no otras, preguntarnos por las imágenes que faltan. Toda la serie es la búsqueda de la imagen de la abogada sentada en el autobús, que no aparece y, por lo tanto, se pone en duda de que haya existido. Frente al tópico discurso de la sobredosis también se puede hablar de una anemia de imágenes. Y cuando se trata de las imágenes de síntesis, un consejo: menos Platón de caverna y menos Prozac de crítica autosatisfecha.
sábado, 27 de marzo de 2021
el "tiempo ahora" del posfascismo posmoderno (6)
Estos nuevos relatos icónicos tienen un carácter lineal y secuencial en su presentación, pero no han sido construidos así. Merece la pena detenerse en esto pues estamos ante una singular labor de “apropiación”. Ya no se trata del prestigio de los orígenes ni de la mística de los “inicios” frente a los comienzos, tipo heideggeriano. No es tanto en ellos sino en las interrupciones, los intermedios, donde se construye el relato y se cambia la historia. Algo que pasa, un autobús, un camión, y tapa momentáneamente al espectador la escena que estaba viendo. Es entonces cuando entran en el juego las otras imágenes, las imágenes operativas. Pero ¿cómo entender su temporalidad, su operatividad?
La vigilante de una cámara de seguridad en Londres está viendo “en tiempo real” una secuencia de imágenes manipuladas como si estuvieran sucediendo en ese momento. La presencialidad afecta a la tradicional secuencia de tiempos, de pasado, presente y futuro. En el siglo pasado se puso en referencia ese tiempo tecnológico de final de siglo, el “tiempo real” con el otro mesiánico de sus comienzos, el “tiempo ahora” benjaminiano. La suprema ironía de la “apropiación” en esta serie es que los nuevos vencedores del siglo XXI se apropian de la forma de escribir la historia de los vencidos en el XX para conseguir sus propósitos “ciudadanos”. En otros términos: el posfascismo posmoderno hace suya la crítica al fascismo moderno para construir su nuevo relato en forma de historia “real”. Parafraseando a Benjamin: el girasol del futuro vuelve sus ojos al presente para que construya el pasado. Y todo ello en apelación al “instante del peligro” que se está viviendo y del que me ocuparé en otro post: el terrorismo. “Solo producimos imágenes que sabemos que pasaron”, dice Gemma. El relato del pasado se escribe desde el futuro como historia contemporánea del presente.
sábado, 13 de marzo de 2021
domingo, 7 de marzo de 2021
las imágenes de síntesis como "puesta en obra de la verdad" (4)
Lo más interesante de esta serie no es la imagen que da de la política estilo Gran Hermano sino de la nueva forma de hacer política con las imágenes de síntesis. Los lobotomizados por las tecnologías del yo, junto con los dialécticos, miran al dedo, a la aparente denuncia de la vigilancia y las fake news, pero es preciso tener en cuenta también la perspectiva de las tecnologías ciudadanas que se fijan hacia donde apunta: la inevitabilidad e incluso la necesidad del posfascismo posmoderno de la manipulación de las imágenes, de la violencia razonable, de lo totalitario para “salvarnos” de lo totalitario. La nueva política con las nuevas imágenes.
En el último capítulo el jefe del espionaje americano, Frank, le dice a Shaun que las imágenes que está viendo son reales, sin manipular, es decir, verdaderas, pero añade, figúrate lo que pueden hacer mis chicos con ellas si se ponen creativos. De jugar inocentemente con su hija pasaría a ser acusado de pederastia. Y las imágenes serían igualmente “reales” y “verdaderas”. Indistinguibles. Son imágenes de síntesis. Son imágenes en acción. Es la imaginación en su triple función moderna de reproductora, productora y anticipadora. Es moderna y también romántica.
Las imágenes de síntesis modifican no solo el modo tradicional de concebir la verdad como concordancia sino las garantías de autenticidad ofrecidas por las nuevas tecnologías del siglo pasado cuando las emitía “en directo” y “en tiempo real”. En una paráfrasis que sorprendería al filósofo se podría decir que las imágenes de síntesis son “la puesta en obra de la verdad”, no el mundo reducido a imagen de las analógicas que conocía sino el mundo expandido en imágenes de las digitales, más tardías. La agente del M15, Gemma, asegura que la “corrección” (manipulación) es verdad, es la verdad recreada. En esa misma tradición que recupera el romanticismo mezclando mito y religión en la mística de las nuevas tecnologías, la palabra verdadera, mito, es aquí la imagen verdadera que, como ficción operativa, crea aquello muestra, es auténtica poiesis. Las imágenes de síntesis son la poesía de lo digital.
lunes, 22 de febrero de 2021
poética de la caverna "crítica" (3)
Verlas
sí, pero no se pueden mirar hoy las imágenes sin sospechar. Es una de las
variantes (hay otras muy distintas) de la estética de la apariencia: el
fake. Esta serie confirmaría la sospecha
inserta en esa tradición platónica. Los millones de cámaras de vigilancia crean
una bóveda virtual en la que estaría, como antes y sin saberlo, el nuevo
prisionero de las imágenes digitales. Si se toma este camino el trayecto de la
caverna platónica a la posverdad es de éxito asegurado. Además, siempre hay un
salvador en oferta. Siempre hay un “denunciante” radical con discursos
binarios. El resultado es el mismo: fascismo posmoderno. Como señalaba Susan
Sontag, incapaces de “imaginar un futuro mejor” porque es más atractivo y
rentable estéticamente un futuro peor, acaban denunciando a este a la vez que
lo promueven. Pero con ello cierran el negocio redondo: crean apariencia, un
mundo de apariencia, y luego vuelven a cobrar desvelando el making of, como en
los antiguos DVD de versión extendida. Es el truco platónico del mito de la
caverna que comienza con “imagínate” para luego criticar lo que imagina y
ofrecerse como salvador. Es fascismo por determinismo esencialista y posmoderno
por el juego de lenguaje que aparentemente lo cuestiona, reforzándolo. Todavía
hay un paso más, como veremos.
La
manipulación de las imágenes se hace fuera de, con, desde, y en lugar de las
imágenes de las cámaras de vigilancia, llamadas de “seguridad”. Estas
suministran el material para proceder luego a la creación de las imágenes de
síntesis aprovechando cortes “invisibles” espaciotemporales para crearlas.
Utilizan, pues, esa sobredosis y ahora “basura” de las imágenes cotidianas que
captan esas cámaras. Es toda una industria del reciclaje dando un uso a esa
basura bastante distinto del posmoderno de las existencias terminales, de las
tecnologías del yo, de la querencia de filósofos y artistas por la basura. Esta,
ciertamente, “non olet” cuando se teoriza y frivoliza sobre ella, otra cosa es si
se tiene que vivir dentro. Es, más bien, un reciclaje ciudadano de identidades
cotidianas para crear luego un simulacro. Lo curioso es que se trata de un uso
posmoderno de las tecnologías del yo en nombre de una ideología moderna del
bien de la humanidad. Es, lo vamos a ver, un posfascismo posmoderno.
viernes, 19 de febrero de 2021
poética de la caverna y las sombras (2)
En el
siglo pasado se planteó una antinomia entre esos dos tipos de tecnologías, las
del yo y las ciudadanas, las del ensimismamiento y el autismo interactivo y
las de la responsabilidad y compromiso ciudadanos. Ahora no. La paradoja es que estas
últimas no han construido todavía sus propios imaginarios y funcionan con los
tecnorrománticos de raíz platónica. El resultado es una ambigüedad que, en vez
de aprovechar, descoloca a muchos. Es el caso de la serie The capture.
El espectador avezado reconoce enseguida de qué va, la vigilancia y
manipulación de las imágenes, pero no le salen las cuentas y que hasta el
capítulo final no se prodiguen los diálogos de los que pueda extraer alguna
moralina salvífica. Y tampoco eso, no hay una “denuncia” clara y se pierden cinco
capítulos en prolijas descripciones técnicas de cómo tienen lugar esos procesos
en vez de centrarse en lo que importa, en las reflexiones edificantes. El pequeño
inquisidor platónico que todos llevamos dentro se remueve al final
insatisfecho.
Añádase
a esto que, a diferencia de la infantiloide Black mirror, aquí no se regalan
caramelos audiovisuales. El tráiler es de los más sosos que se puedan ver, la
música ramplona, de acompañamiento, y a veces ni siquiera eso. Lo que predomina
es la tensión causada por la ambigüedad y hace que la serie sea de una intriga
creciente y adictiva. Es como una muñeca rusa de secuencias que van saliendo una
de otra. Buenos diálogos, cuando los hay, buen guion, entretejido, tiene lo
mejor de una serie, el tiempo de sobra, su manejo sin premura. A los que se
desesperan con la escasa definición ideológica hay que advertirles que tampoco
funcionan los procesos de identificación con los personajes: los dos
protagonistas repelen, el uno perdido y la otra trepa, o quizá no, y el resto
son impresentables, pero eficaces.
Hay
series que después de haber acabado merece la pena volver a verlas por la
belleza de las imágenes, la complejidad de los diálogos, la empatía con los
personajes. Esta no es de esas. Los spoilers o haberla visto eliminan la mayor
parte de su atractivo. Basta una imagen, la que faltaba en el video, para que
se desvele la intriga, se confirme la sospecha. El slogan del póster de la
serie “ver es engañar” se aplica en primer lugar a ella, ya que el espectador es
engañado hasta el capítulo final por un sistema infalible: muchas imágenes para
atender ocultando algunas que faltan. Como en la vida diaria.
Bueno,
entonces, ¿merece o no la pena verla? No, pero sí mirarla, y se sacan
conclusiones interesantes.
viernes, 12 de febrero de 2021
una cita, un tópico (1)
“The safest general characterization of the European philosophical tradition is that it consists of a series of footnotes to Plato. I do not mean the systematic scheme of thought which scholars have doubtfully extracted from his writings. I allude to the wealth of general ideas scattered through them” (Whitehead).
A veces
solo merece la pena citar algo más para deshacer un malentendido no para apoyarse
en otro. El conocido texto de Whitehead se ha convertido en un tópico abreviándolo
así “La historia de la filosofía occidental es una serie de notas a pie de
página de Platón”. Y no se pasa de ahí, lo que conlleva una simplificación muy
empobrecedora. Por el contrario, lo que viene a continuación (incluso más allá
del texto citado) explica que el autor no quiere entrar en una discusión
académica con la historia de la filosofía académica sobre Platón, sino únicamente
subrayar lo fructíferas que han sido todas esas “ideas generales” que salen de
sus textos llegando hasta hoy. Pertenecen a la tradición filosófica europea,
según él, y para no entrar en conflictos territoriales con la Academia me
atrevería a sugerir que también forman parte de algo más acorde con esas “ideas
generales” como es el pensamiento occidental. Aunque parezca mentira, el
pensamiento no es patrimonio de la filosofía.
En esa
línea cabría decir que los imaginarios estéticos de las nuevas
tecnologías elaborados en el pasado siglo y todavía en este tienen una gran
dependencia de Platón y en concreto del mito de la caverna, descripción seminal
de la condición humana. La caverna digital es ya un tópico al alcance de todos. En estética de las nuevas tecnologías sus imaginarios
no son verdaderos o falsos sino ficciones que son operativas o no. Y es indudable
que la poética platónica sobre las imágenes expresada en el citado mito ha
tenido una gran influencia. Me remito a lo fácil, a la asimilación que se hizo
entre el mito y el mundo Matrix, vía Baudrillard, cuyo ejemplar está en la
biblioteca de Neo. La expresión de Burroughs “sobredosis de imágenes” en Expreso
Nova hizo fortuna para caracterizar el agobio de la multiplicación de
imágenes tecnológicas que conducían inoculadas como virus a una “existencia
terminal”. El aparente mundo feliz del inconsciente “prisionero de las
imágenes” en la caverna audiovisual se escenifica en El show de Truman y
así sucesivamente… Para no perdernos (en) el Ciberpunk.
Hay
todo un imaginario ligado a la poética platónica de la imagen que la ve como
símbolo engañoso de una realidad oculta o inexistente. Ha sido una idea fecunda
de gran fuerza operativa en los imaginarios estéticos de las nuevas tecnologías
y no tiene sentido discutir académicamente si es correcta o no esa
interpretación en este caso. Funciona. Pero con matices. Y son precisamente
esos matices los que me interesa destacar en una serie de post sobre la primera
temporada de la serie The capture. La razón principal es que hay un choque
inesperado. Pocas veces encontramos un punto de confluencia entre las
tecnologías del yo de tradición platónica y las tecnologías ciudadanas a
propósito de las imágenes. Y aquí saltan chispas de inteligencia en la
confrontación.