"La gran tubería estaba conectada de algún modo enigmático
con la fuente infernal. Era como si la tubería estuviera sodomizando
secretamente algún orificio tecnológico oculto, y causando un orgasmo en un
órgano sexual monstruoso (la fuente). Un psicoanalista podría decir que el
paisaje mostraba «tendencias homosexuales», pero no sacaré una conclusión
antropomórfica tan grosera. Diré tan solo: «Estaba ahí»" (Smithson).
Túneles, tuberías, “sodomizan” a la naturaleza en los
textos de Plinio y Smithson, claros antecedentes de la interpretación sexual en las
relaciones con la tecnología, como en el Crash
de Ballard, a través del choque, la penetración, la herida y la mutilación.
Lejos de los viejos tópicos que veían esto como algo antinatural ahora aparece
como una tarea consumada de humanismo. Y así no extraña, pues, luego volveremos
sobre ello, que la Unesco declarara en 1997 a Las Médulas como Patrimonio de la
Humanidad. Si el oro es un dudoso símbolo de la dignidad humana su explotación
es la otra cara jánica de la humanidad: su indignidad. Es decir, una muestra
acendrada de humanismo tecnológico. Dicho sea en sentido positivo.
En su página web la Unesco valora cómo “al cabo de dos
siglos, la explotación se abandonó y el paisaje quedó devastado”. Abandono y devastación como criterios culturales a tener en cuenta. Era una
explotación a cielo abierto la que emprendieron los romanos con mano de obra
astur en el siglo I a C y abandonaron por falta de rentabilidad el III d C.
Llama la atención que la amable y competente guía (también lo oí en Egipto a propósito
de la construcción de las pirámides) insistiera en que no era un trabajo de
esclavos provocando el comentario escéptico de alguno de los oyentes. Ahora
bien, ¿debería este sensato escepticismo dar pie a reflexiones edificantes de la memoria histórica
basadas en el capitalismo del malestar, tan de moda hoy día?, ¿sería el documento cultural de las Médulas un
documento de barbarie?, y si es así ¿en
qué sentido?
Smithson no lamenta en su documentado recorrido por Passaic el
abandono, la inactividad de las máquinas y la contaminación de la naturaleza.
Lo interpreta en clave geológica como un lugar de encuentro entre el remoto
futuro y el remoto pasado en el que el ser humano, como el artista, es solo un
agente natural creador de monumentos. También hay naufragios en tierra firme,
también la naturaleza provoca desastres.
El texto de Benjamin sugiere que la cultura cosificada,
convertida en historia como espectáculo de momentos memorables, olvida otro
tipo de experiencia, la auténtica, olvida la “política”. Pero, ¿qué política?, ¿tiene
algo que ver el ángel con esa “sodomía”?, ¿acaso no proviene también de ese
paraíso desde el que sopla el viento huracanado del progreso que amontona
ruinas futuras, aunque no necesariamente del futuro?