Ha pasado mucho tiempo desde Malditos bastardos pero nos es grato comprobar que el camarada actor Christoph Waltz no ha perdido un ápice de esa grasia irónica posmoderna que el Führer le dio. Todavía resuenan en la memoria aquellos brillantes monólogos al términos de los cuales, y fumando aquella disparatada pipa (no puedo contener la risa), mandaba acribillar con mucho arte a los judíos escondidos a sus pies. Y es que, señores míos, los posfascistas somos así...divertidos. Y hasta equilibrados en nuestras travesuras críticas, como en la desternillante escena de las inútiles capuchas del KKK.
Ahora nadie podrá llamarnos racistas ya que en esta versión de The walking dead no se hacen excepciones. Incluso ironizamos sobre el racismo con tiradas antropológicas. Los agudos monólogos del camarada actor se renuevan para deleite del público antes de cada disparo sobre un delincuente o corrupto, eso sí, en nombre de la legalidad. Una idea digna de Goebbels: !posfascistas cazarrecompensas!.
A los queridos pensadores buenistas degustadores de conceptos en imágenes no se les ha pasado por alto la profundidad del sermón de la montaña impartido por el camarada actor. Todo un ejercicio de Bildung de indudable interés para una educación ciudadana. Es admirable la pedagogía con la que vence los escrúpulos morales del negro tío Tom moderno para convertirle en un afroamericano killer Django (la "D" es muda) posmoderno. A partir de esa secuencia Django ya está emancipado y puede permitirse la autoficción.
Con efectos terroríficos. La algo cansina espera por el excesivo metraje bien merece la pena ante el final wagneriano neobarroco de violencia estetizada marca de la casa. Unos cadáveres más, para redondear, no habrían venido mal para mi gusto, aunque compensa sobradamente el gesto de arrobo con el que la recuperada esposa admira la obra destructora del macho. Una frankensteiniana "espantosa progenie" se adivina en el horizonte. La saludamos.
¿Exagero? !Son las imágenes, estúpido!.
El filme es un gran festival de "violencia estetizada" y de sarcástico lenguaje, el humor esta perfectamente buscado, aunque el cameo de Tarantino es mejorable a mi gusto. Y por supuesto Christoph Waltz vuelve a llevar a cabo una interpretación espléndida. Lo más irónico es la justificación de una violencia de tal calibre en unos supuestos morales de libertad y de recuperación de la amada. Hemos de olvidar esto de alguna forma, pues para que manchar unas imágenes tan bellas con la ética de las buenas personas y las buenas intenciones.
ResponderEliminarMagnífica entrada, José Luis, sobre esta nueva entrega de Tarantino. Sí, la autoficción presupone haber vencido ciertos impedimentos de orden emocional, al tiempo que abre a nuevas posibilidades vitales. Por cierto, que es muy recurrente en su obra. Recuerdo a personajes que se pierden con tanta autoficción que acaban sacrificando todo cuanto son en aras de un rayo de realidad....por cierto, aquí te dejo el enlace de aquel número sobre la sociead digital en el que algo escribo (ahora ya digitalizada: http://www.digital-abaco.com/Abaco_6869/#/1/) Un abrazo
ResponderEliminarAcabo de releer David tu profundo trabajo y me viene a la memoria una de las imágenes de un autor al que apreciamos: la del "desollador", en este caso posmoderno.
ResponderEliminarAbrazos
Pablo, respecto a la ironía hoy, la cita de Foster Wallace en el post anterior.