La diferencia
entre el mito del camino, el viaje romántico y el tránsito es que ahora, aquí, las
personas están atrapadas entre el ser y el estar, entre cómo están y cómo les
hubiera gustado, soñado, ser. Las imágenes son así discontinuas mientras que
los personajes no cambian con el tiempo, ella, Theres, viste igual durante muchos años en distintos espacios. La
película de Angela Schanelec es una coreografía al revés del viaje romántico
como construcción de una identidad, de la casualidad del ser y la causalidad del
estar. Es el camino de la complejidad sin esencialismos, difícil de transitar para el concepto, territorio de algunas imágenes. Tiempos y espacios
atascados, no simplemente detenidos, en los que se va pudriendo algo en los
adultos ensimismados mientras que los niños juegan al margen de las figuras
caídas al amparo efímero de la botella, de la heroína, de la morfina. Imágenes
cortadas con un montaje en paralelo, que no suturan, personajes que se
intercambian en el límite de las identidades, idiomas que conviven sin llegar a
la comunicación.
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