miércoles, 22 de julio de 2020

5. Estética de verano


NE G R O P O N T E

Beyond Digital











El ciberespacio como "alucinación consensuada", como "una complejidad impensable", según Gibson, se acercaba mucho al imaginario de la metáfora del infinito digital. La novela de Clarke y la película de Kubrick llevaban al astronauta más allá del infinito en 2001. Negroponte también y comienza definiendo hegelianamente  "el espíritu de nuestra época" como digital. Reconoce la "banalidad" de la definición, especialmente si, como explica, se tiene en cuenta que lo digital es ahora cotidiano, invisible (solo nos damos cuenta de su existencia si falta) y, algo que llama la atención pues es un término del poshumanismo, "aburrido". De hecho, parece encontrar "aburridos" a esa cantidad ingente de ordenadores que conectados creaban antes la ilusión del ciberespacio. Esperemos al "beyond".  Si nos quedáramos aquí no habría diferencia con Bruce Sterling cuando su poshumana y tecnorromántica Mia exclama en El fuego sagrado: yo no quiero un mundo mejor, quiero un mundo más interesante. Pero Negroponte no es poshumanista distópico, tampoco llega al delirio transhumanista sino  que sigue una particular senda del humanismo de la utopía tecnológica. Recordemos su cruzada por disminuir la "brecha digital" con la propuesta del ordenador de 100 dólares. 
Lo que ocurre, dice, es que se ha acabado la "revolución" digital, no lo digital, que ha "mutado" (como dirán luego) y de ahí el "beyond". Los ordenadores ya no conectan cerebros sino otras cosas, las cosas. Lo dejamos aquí porque no se explica en el artículo en qué consistió antes la "revolución" digital y lo que esperaban de ella para poder entender mejor esa mutación ahora. De momento, ha habido una definición esencialista, un sucinto diagnóstico y se avecina un pronóstico, una predicción.




 

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