La mirada del adiós es Cerrar los ojos. Una película dentro de
otra. No es solo, que también, metacine (propio y ajeno, meditación sobre
posibilidades no sidas y homenaje de cinefilia) sino replantear una y otra vez la
cuestión que obsesionó y obsesiona todavía a una generación: las relaciones entre
cine y vida. El largo adiós de y a La noche americana en la que Ferrand
(Truffaut) afirma que “el cine es más importante que la vida” y le contradicen,
matizan, sus personajes. El año pasado lo volvió a reformular Assayas con Irma
Vep. El cine es importante en la vida (rodaje, celuloide, salas), lo son
los ojos y la mirada, pero, vienen a concluir, más la vida, cerrar los ojos, desaparecer, en cierto
modo. Vivir es parpadear.
Y, sin embargo, hay toda
una mitología en torno a la mirada, no cualquiera, sino aquella inocente, que
no tiene memoria cultural, primigenia, capaz, no de re-conocer, sino de ver las
cosas por primera vez. Fue el sueño de las vanguardias. Una falacia, como apuntó
Schiller, no nos gusta la mirada del niño realmente, sino la idea moral asociada
a ella, de pureza e inocencia. Y en la película no falta la moralina (otros lo llaman
“espiritualidad”), de consejos para una vida, vejez, buena, especialmente en
los diálogos. Es verdad, que rebajada por el fino humor que la recorre. El niño
de Ten minutes older (Erice contribuyó con un magnífico corto, “Lifeline”),
todas las emociones aflorando a la cara, encarna la frase del último Deleuze,
ya reconvertido: “el cerebro es la pantalla”. Pero ni ese niño, ni la Ana de
entonces, podrían ver esta película de Erice. No la re-conocerían. Lo
advirtieron los románticos: el camino de vuelta a la inocencia es una tarea
cultural.
“Soy Ana, soy Ana”, dice
ahora en esta película una mujer madura, de mirada triste, sin ganas de volver
al pasado y a la niña que (no) fue. Quiere cerrar esos, aquellos ojos. No la
reconoce él, no se reconoce tampoco ella. ¿Por qué la encerrona a Julio,
obligarle a mirar, cuando solo quiere ser Gardel, un nombre prestado, ya que no
tiene memoria, nombre propio, identidad ¿Por qué le niegan el derecho a cerrar
los ojos, a desaparecer, a ser feliz a su manera?
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