jueves, 18 de septiembre de 2025

Innerarity. Una teoría crítica de la inteligencia artificial (2)


 

Esas tres palabras citadas empiezan ya a ser reconocibles en el análisis que Innerarity hace de la situación en la que se encuentran hoy las posturas respecto a la inteligencia artificial. Se pregunta muy atinadamente: “¿Es posible tener una relación menos histérica con el mundo digital?” (28). A lo largo del libro advierte que va a plantear ciertas cuestiones de “una manera provocadora”. Desde luego en lo que se refiere a esta el diagnóstico es muy ajustado. Es raro encontrar libros o intervenciones en los medios sociales en los que, hechas las oportunas salvedades, no acaben situándose en uno u otro extremo. Hay que tenerlos en cuenta, pero no habría que confundir los imaginarios utópicos o distópicos con la reflexión en torno al tema, que es lo que reclama Innerarity. Son extremos, pero el dicho común de que los extremos se tocan no solo se cumple, sino que se invierten los papeles y los que antes eran entusiastas de las nuevas tecnologías se han convertido ahora en Casandras que profetizan los desastres a los que nos aboca el progreso. El autor lo resume así: “En poco tiempo hemos pasado del ciberentusiasmo a la tecnopreocupación” (299). La palabra “equilibrio” que él propugna cumple aquí su función moderadora. Pero no hay que confundirla con otras.

Estando él fuera de toda sospecha en este punto por su trayectoria resultan de mucho interés las puntualizaciones que hace a la recomendación habitual del enfoque ético de la inteligencia artificial. Suele consistir en la propuesta de “humanizar” las tecnologías mediante el aumento de control y supervisión de estas para corregir los riesgos de la automatización. Innerarity ve ahí, al menos, dos problemas. El primero, que ello podría privarnos de los beneficios de la automatización en los dispositivos que manejamos habitualmente, que forman parte de nuestra vida cotidiana, y cuya utilidad consiste en su manejo inconsciente. El segundo problema es el que está en la raíz de esa demanda ética generalizada. Innerarity lo aborda de forma decididamente “provocadora”: “Si se me permite una ligera exageración, quienes se ocupan de cuestiones éticas no suelen estar demasiado preocupados de que su diagnóstico describa adecuadamente la realidad o de que sus recomendaciones sean practicables y eficaces” (152). Y para que no haya dudas de a qué se está refiriendo cita expresamente varias recomendaciones del borrador Directrices éticas sobre inteligencia artificial de la Comisión europea. Para concluir con algo que parece ser paradójico con los propósitos del autor: “Mi propuesta es considerar que el pensamiento consciente, la reflexión, la decisión y el control están sobrevalorados, especialmente en entornos tecnológicos complejos. La nostalgia de la simplicidad y el control nos lleva a creer que la conciencia y el control nos haría más dueños de la situación en estos nuevos entornos en los que hay que negociar equilibrios inestables con máquinas poco dóciles, renunciar a controles estrictos y enfrentarse a escenarios de mayor incertidumbre” (153).

Hay, pues, una contraposición entre la nostalgia de la simplicidad que subyace a esas recomendaciones éticas y la constatación de la complejidad de las sociedades tecnológicas irreductible a esa simplificación. Y es, precisamente, esa asimetría lo que las hace difíciles de llevar a la práctica. Innerarity lo ha intentado evitar desde el comienzo del libro en el epígrafe titulado “El complemento ético “: “No podemos esperar la solución al problema de la articulación entre la inteligencia artificial y la democracia a partir de la actual proliferación de códigos éticos porque… [Antes que normativo, el desafío al que nos enfrentamos es conceptual]” (21). Y con ello se llega al punto clave de divergencia entre esta teoría crítica y la “exhortación moralizante”: “debe comprender y respetar la complejidad de lo que se critica” (24). Todo un programa.

Se inicia con ello una navegación apasionante y original en el libro, una auténtica guía para complejos y perplejos. Lo iremos viendo.

 

 

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