sábado, 27 de septiembre de 2025

Innerarity. Una teoría crítica de la inteligencia emocional (5)

 

El otro punto es la referencia de Innerarity (creo que inadecuada) a Heidegger como alternativa. El tema de la técnica ha pasado en Heidegger por diferentes fases: una primera de aceptación como posibilidad de un nihilismo activo (influjo de Jünger), otra de denegación (memorables son sus observaciones sobre la llegada del hombre a la Luna) y finalmente de mitificación en la vuelta a los “inicios”. La técnica, heredera y culminación de la metafísica de la modernidad, es para Heidegger el olvido del Ser, de la diferencia ontológica. Por el contrario, la téchne, de raíz griega, sería la producción de lo verdadero en lo bello a través de la obra de arte, que es por esencia y excelencia la poesía. Y si hace falta visualizarlo basta con acudir a la imagen concreta y sobrecogedora del humilde y solitario templo griego en que está pensando Heidegger en su El origen de la obra de arte, es decir, la obra de arte del origen.

Innerarity confunde el planteamiento filosófico de Heidegger como un retorno al mundo de la vida, cuando es todo lo contrario, no es lo mismo ser en el mundo (ontológico) que estar en el mundo (óntico). Lo primero es lo que le interesa a Heidegger, lo segundo a Ortega, por ello son planteamientos completamente diferentes. Y el segundo sería, en realidad, más afín a lo que pretende Innerarity. Dada la postura de Heidegger intentos como el que cita Innerarity de Dreyfus resultan difícilmente asumibles y parafraseando a Habermas sobre Gadamer, cabría decir que Dreyfus ha intentado “urbanizar la provincia heideggeriana” hablando de una “inteligencia artificial heideggeriana”, lo que es más que un oxímoron, un despropósito. Por el contrario, tiene toda la razón cuando menciona a Merleau Ponty cuando le hace precursor de una “inteligencia corporal” que es la feliz expresión que acuña Innerarity y con la que estoy completamente de acuerdo .Y, ya que citó a Schopenhauer como referencia metodológica, quizá no estaría de más recordar que fue este uno de los primeros de recuperar el tema del cuerpo para la filosofía. En cuanto a posturas contemporáneas cabe señalar que, tanto el tecnofeminismo americano como autoras creadoras de nuevas tecnologías (es el caso de Char Davies), llevaron ya a cabo una revisión del cartesianismo con los métodos de la inmersión virtual corporal. Es fácil comprobarlo en sus obras de Ósmosis y Efímero. Sin querer entrar en más especificaciones (ya lo hice en Humanismo y nuevas tecnologías) el tópico del cartesianismo dominante se abandonó ya en el último cuarto del siglo XX.

Si me he extendido en esa referencia a Heidegger no es, lo añado una vez más, por cuestiones de hermenéutica sino por algo más profundo: advertir de lo innecesario de elaborar una teoría sobre las nuevas tecnologías acudiendo a unas filosofías que eran en principio ajenas a ellas cuando hostiles. Tampoco hay, es cierto, mucha referencia a filósofos clásicos en el libro. Lo valioso de este es que suelta ese lastre y de ahí su posición de equilibro entre los extremos, ese entre que oscila entre la afirmación y la negación de algo dando como resultado el matiz. Por eso, y a diferencia de otros libros, hemos señalado en anterior post otra referencia de Innerarity a Heidegger en la que apunta que su planteamiento de las tecnologías, al igual que el de Habermas, es “insuficiente”. Entonces, nuevamente la pregunta, ¿para qué esas citas? Citar para desdecirse. Es la asimetría de la tradición filosófica con las nuevas tecnologías que se traduce en la de la teoría y el lenguaje por medio del cualquier heredamos los genes culturales de aquella tradición, lo queramos o no. Al menos en este libro hay la valentía de hacerlo, lo que, ciertamente, contribuye a ese empeño de reflexión.

¿Qué hacemos con la herencia del esencialismo?


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