Con toda razón apunta Innerarity a la
raíz de ese planteamiento ético, al “enfoque externalista” de la tecnología que
“impacta” en la sociedad y, por eso, debe ser “controlada” (138). En esas tres
palabras resume perfectamente buena parte de los errores asociados al enfoque
de las tecnologías heredados del siglo XX. Primero el “externalismo”, que las
tecnologías son algo exterior a nosotros, ya sea considerándolas como meras
herramientas o como entidades complejas emancipadas, que amenazan a sus
creadores. Los imaginarios de rebelión, sustitución o destrucción están
gravitando en la metáfora del “impacto” tan popularizada que todavía se sigue
utilizando. Esta mentalidad de amenaza se traduce, o bien en el rechazo de
ellas o, más matizado en la necesidad de “controlarlas”, desde los orígenes de
la palabra “cibernética” (pilotar las tecnologías) a la exigencia ética de
“controlarlas” mediante una apelación a un humanismo difuso.
Innerarity se opone al dualismo que
subyace a ese planteamiento de la externalización de las tecnologías e insiste
en la necesidad de precisar y reforzar el “vínculo”, la “articulación”, con
ellas. Este es el elemento “positivo” de la teoría crítica de Innerarity y que
le alejaría de la negatividad de los frankfurtianos. Pues, “el problema es la
falta de reflexividad a la hora de articular tecnología y sociedad” (141).
Reflexión y propuestas de articulación son dos elementos clave en el libro. De
la naturaleza ambivalente de la primera dependen las propuestas equilibradas de
la segunda. Y digo “ambivalente” porque, siguiendo la propuesta adorniana de
con el concepto contra el concepto, una de las singularidades más valiosas del
libro es la constante matización de los conceptos, no solo de los ajenos sino
también una cierta autocrítica respecto a los empleados por el autor. Ya hemos
visto su observación de que estaban “sobrevalorados” los de reflexión y
control, el primero decisivo en su planteamiento.
Ya las mismas palabras “vínculo” y
“articulación” denotan el trasfondo de un dualismo hombre (sociedad) y
tecnologías que no existe en la realidad si se acepta que somos seres
tecnológicos, más allá de si tenemos a las tecnologías o ellas nos tienen. Este problema conceptual heredado de los
planteamientos dualistas de la tradición del pensamiento occidental ha sido
abordado especialmente desde comienzos del siglo XX sin que haya sido posible
resolverlo a pesar de los varios intentos de “superación” del idealismo. El
problema del pensamiento está en el lenguaje: no hablamos el lenguaje de las
tecnologías por lo que el intento de un pensamiento desde ellas acaba
siendo sobre ellas, objetivándolas, externalizándolas. El pensamiento
queda preso en la prisión del lenguaje.
Es difícil abordar con un lenguaje
filosófico pretecnológico o, en el mejor de los casos analógico, los procesos
digitales que están teniendo lugar a gran velocidad en la sociedad de las
nuevas tecnologías, como es la inteligencia artificial. Esto se percibe también
en el libro en ciertos rastros de planteamientos esencialistas, algunos de los
cuales mencionaré más adelante. De todas formas, y más allá de los reparos que
se puedan hacer a ciertas formulaciones deudoras del lenguaje tradicional, casi
inevitables, Innerarity ha detectado perfectamente el problema y señalado la
dirección adecuada cuando apunta que es imposible el planteamiento dualista ya que
humanos y máquinas “se relacionan a través de una frontera borrosa” (132). Y,
más adelante, la palabra “ambigüedad” tendrá una importancia decisiva a la hora
de concretar esas relaciones. No la necesidad de una síntesis dialéctica sino
la gestión de esa ambigüedad es lo que guiará los diferentes análisis y propuestas
de vínculo y articulación.
Pero, avancemos, vayamos ahora al
núcleo de lo que entiende por reflexión….
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