miércoles, 18 de enero de 2012
página peligrosa
Según los expertos en Unamuno la peor distopía tecnológica se compone de una mezcla letal: gimnasios y Sabina.
Desde Inteligencia artificial no había visto un bodrio tan cursi sobre jergas de la autenticidad en la futura sociedad de las nuevas tecnologías como el segundo capítulo de Black mirror.
Para mayores con reparos y acompañados. O mejor, piérdanselo.
lunes, 16 de enero de 2012
emanciparse del espectador
En un momento de Boston legal, el atrabiliario Denny Crane le dice al trapacero Alan Shore: “no hay hechos, solo ficciones buenas o malas”. Son los dos personajes más simpáticos de la serie. Desde la maravillosa terraza de su rascacielos posmoderno filosofan al término de la jornada en lenguaje políticamente incorrecto, acompañados de un buen veguero y un Chivas sin hielo, mientras la ciudad se extiende a sus pies, que dirían en un mal culebrón. El uno es un ultrarreaccionario con principio de Alzheimer, que no da palo al agua, el otro sufre terrores nocturnos, le da igual todo y, por eso, acaba siendo una persona de fiar. Ambos son, o han sido, abogados de prestigio. Cómodamente sentados en la terraza, simplemente miran, la cámara les enfoca, ora en plan Friedrich, o en plano frontal, mientras el humo nubla sus ojos. Fundido en negro. Créditos.
Esta semana pasada tanto en el máster de Filosofía sobre estética de la sociedad de las nuevas tecnologías, como antes en el de Arte de noviembre en el Cegac de Santiago, salió a debate la figura del espectador. Mi postura es que, en este momento, es una mala ficción para comprender la sociedad de las nuevas tecnologías. No es útil. Va unida a una tradición occidental de la vista, como metáfora de lo mental, a imaginarios obsoletos como ciberespacio o cyborg, a las metáforas digitales, signo de puericia tecnológica. En definitiva, a la incipiente ideología de las nuevas tecnologías de los años 80 del siglo pasado, a su recorrido tecnorromántico platonizante del fragmento, a despropósitos como la literatura del hipertexto y similares. Podríamos seguir. Hay que actualizar los imaginarios.
De la figura del espectador solo quedaban unos harapos. Pero, miren ustedes, a un español decente le daría vergüenza vestirlos, ahora bien, si lo hace un clochard de las letras francesas, la cosa cambia. El libro de Rancière, El espectador emancipado, ha sido el panfleto de cabecera (en realidad, solo unas páginas) de comisarios de arte y directores de museos a la búsqueda de "usuarios". De acuerdo con el título, la palabra emancipación cuestiona la dicotomía entre ver y actuar, la pasividad y la actividad, lo que el espectador debe ver y lo que se le enseña. El espectador es ya activo, construye lo que ve, su propia historia. Es ya emancipado. ¿Seguro?
Entiendo, a diferencia del citado libro, que la labor de la crítica, de la educación estética y artística no consiste ya en emancipar al espectador, sino de emanciparse de una vez por todas de la figura del espectador, empezando por nosotros mismos. Pero no solo por la dicotomía mencionada, entre acción y contemplación, desde luego obsoleta, sino porque la misma palabra espectador es antinatural: el cerebro es siempre interactivo. Enlazo, mediante las synapsis, luego existo. Cuando hablamos de nuevas tecnologías no hay que limitarlas a las viejas TIC sino a las nuevas biotecnologías y neurociencias.
Si no hay esa emancipación del espectador, y lo que ello implica, entonces seguiremos viviendo en una época de imágenes zombies. Llevan una vida espectral: vivas en la práctica, muertas en la teoría. Mejor, entre la teoría de la imagen y la imagen de la teoría. De ahí la urgente necesidad, no sólo de sacar una teoría de las prácticas, sino de volver a la experiencia estética y artística. Tendría dos características: cuerpo y espacio, es decir, situación. No se trataría de crear espacios definidos por la posición de los espectadores sino de las situaciones creadas por los cuerpos. Es realmente entonces cuando se puede hablar de obras interactivas, no el sucedáneo a que estamos acostumbrados.
Unos estudiantes de cuarto de Filosofía en Salamanca han hecho el siguiente experimento de ilustración en imágenes: mandar y recibir imágenes en twitter entablando un verdadero diálogo icónico, comunicando experiencias, sin leer la imagen, sin literaturizarla. La experiencia, al parecer, está siendo todo un éxito. Lo que hacen, parafraseando a Kant, es atreverse a usar sus propias imágenes sin ayuda ajena.
¿Va usted a ser menos que un filósofo?
Esta semana pasada tanto en el máster de Filosofía sobre estética de la sociedad de las nuevas tecnologías, como antes en el de Arte de noviembre en el Cegac de Santiago, salió a debate la figura del espectador. Mi postura es que, en este momento, es una mala ficción para comprender la sociedad de las nuevas tecnologías. No es útil. Va unida a una tradición occidental de la vista, como metáfora de lo mental, a imaginarios obsoletos como ciberespacio o cyborg, a las metáforas digitales, signo de puericia tecnológica. En definitiva, a la incipiente ideología de las nuevas tecnologías de los años 80 del siglo pasado, a su recorrido tecnorromántico platonizante del fragmento, a despropósitos como la literatura del hipertexto y similares. Podríamos seguir. Hay que actualizar los imaginarios.
De la figura del espectador solo quedaban unos harapos. Pero, miren ustedes, a un español decente le daría vergüenza vestirlos, ahora bien, si lo hace un clochard de las letras francesas, la cosa cambia. El libro de Rancière, El espectador emancipado, ha sido el panfleto de cabecera (en realidad, solo unas páginas) de comisarios de arte y directores de museos a la búsqueda de "usuarios". De acuerdo con el título, la palabra emancipación cuestiona la dicotomía entre ver y actuar, la pasividad y la actividad, lo que el espectador debe ver y lo que se le enseña. El espectador es ya activo, construye lo que ve, su propia historia. Es ya emancipado. ¿Seguro?
Entiendo, a diferencia del citado libro, que la labor de la crítica, de la educación estética y artística no consiste ya en emancipar al espectador, sino de emanciparse de una vez por todas de la figura del espectador, empezando por nosotros mismos. Pero no solo por la dicotomía mencionada, entre acción y contemplación, desde luego obsoleta, sino porque la misma palabra espectador es antinatural: el cerebro es siempre interactivo. Enlazo, mediante las synapsis, luego existo. Cuando hablamos de nuevas tecnologías no hay que limitarlas a las viejas TIC sino a las nuevas biotecnologías y neurociencias.
Si no hay esa emancipación del espectador, y lo que ello implica, entonces seguiremos viviendo en una época de imágenes zombies. Llevan una vida espectral: vivas en la práctica, muertas en la teoría. Mejor, entre la teoría de la imagen y la imagen de la teoría. De ahí la urgente necesidad, no sólo de sacar una teoría de las prácticas, sino de volver a la experiencia estética y artística. Tendría dos características: cuerpo y espacio, es decir, situación. No se trataría de crear espacios definidos por la posición de los espectadores sino de las situaciones creadas por los cuerpos. Es realmente entonces cuando se puede hablar de obras interactivas, no el sucedáneo a que estamos acostumbrados.
Unos estudiantes de cuarto de Filosofía en Salamanca han hecho el siguiente experimento de ilustración en imágenes: mandar y recibir imágenes en twitter entablando un verdadero diálogo icónico, comunicando experiencias, sin leer la imagen, sin literaturizarla. La experiencia, al parecer, está siendo todo un éxito. Lo que hacen, parafraseando a Kant, es atreverse a usar sus propias imágenes sin ayuda ajena.
¿Va usted a ser menos que un filósofo?
domingo, 15 de enero de 2012
burdel neogótico
He estado pensando en la Estética de lo feo de Rosenkranz al ver esta magnífica serie The crimson petal and the white.No hay paso, sino caída. Es más fuerte la visión estética que una lectura social esquemática,el contraste de las pústulas en la cara del mendigo y el magnífico vestido que pasa al lado. Cuadro prerrafaelita de Sugar y William en el campo de lavanda, una paleta de colores. Nada que ver con las ya tópicas series inglesas al estilo de Arriba y abajo.Me ha quitado el mal gusto dejado por la cala en la tontorrona Downton Abbey.
viernes, 13 de enero de 2012
jueves, 12 de enero de 2012
sábado, 7 de enero de 2012
El Havre, romanticismo de barriada
Todo iba más o menos bien hasta que apareció el cerezo. !Sielos, un final Spielberg a traición! No me lo podía creer en un director que desde 2003 había anunciado su boicot a Hollywood por la guerra de Irak. Es posible que fuera debido a un trastorno transitorio de personalidad asociado a guiño irónico posmoderno. Esa gente es muy imprevisible. Pero tampoco hay que ponerse en lo peor. Basta con recordar su plegaria:
"Oh señor, haz que mi hígado y mis pulmones aguanten lo suficiente para que pueda seguir bebiendo y fumando hasta el fin de mis días. Haré lo que sea, hasta renunciar a la sexualidad. No es mío. Es de Luis Buñuel."
Se trata, pues, de una decisión de cierre tomada con la segunda botella de blanco en la mañana, y en el ejercicio de su libérrima voluntad.
Me gusta mucho el cine de Aki Kaurismaki. Lo he vuelto a revisar hace poco con motivo de escribir sobre la estética del desvalimiento, que no de la víctima. Se atiene a su principio de que, contra más pesimista es en la vida, más optimista resulta en sus películas. Esa contradicción hierve bajo el rostro inexpresivo de su actriz fetiche Kati Outinen en La chica de la fábrica de cerillas. Y permite recuperar a la máscara de la nouvelle vague, JPL,reconvertido de víctima en Yo contraté a un asesino a sueldo, en vecino acusica en esta.
Sus personajes no renuncian a nada, pero se contentan con unas migajas, lo que la vida les va dando. Todo su cine es el romanticismo de los anónimos, de las paredes desconchadas de los edificios en los barrios, y el contraste de los colores fuertes,esos rojos intensos, tan mimados por Aki, de los vestidos de ellas, de las baldosas de suelo ajedrezado, de los claveles, de los ajados sofás. La humildad de los personajes se desvive en la ternura del director para con los objetos. Decir cine de Kaurismaki es eso, decir ternura.
Este romanticismo de barriada es impensable sin las canciones que lo hacen posible. Ellas son la urdimbre sobre la que se tejen las imágenes visuales. Sin ellas no son nada. Propician la solidaridad social con la inmigración en un cuento de invierno y disculpan un final mentiroso.
sábado, 31 de diciembre de 2011
Actualización ya disponible. Estética de teleseries
Descarga GRATUITA de todo el e-book actualizado aquí.
Gracias, de nuevo, a Carlos Rodríguez.
Felices instantes para todos en el próximo año.
jueves, 29 de diciembre de 2011
en breve: segunda temporada de Estética de teleseries
SEGUNDA TEMPORADA
(Actualización Enero 2012)
Hacer lo correcto por razones incorrectas
En las cloacas de los paisajes Friedrich
LA POSESIÓN DEL DOBLE
Enfermos de cuidado
sábado, 17 de diciembre de 2011
jueves, 15 de diciembre de 2011
el hombre de las estrellas
La cámara puede fabricar ilusiones, pero sin película las destruye. Es lo que que sucede en la maravillosa primera parte de este film de Tornatore, y la desilusión sobreviene precisamente cuando se nos muestra en la segunda parte que la cámara no tiene película, que todo ha sido un engaño.
jueves, 8 de diciembre de 2011
contra los pastores digitales
He leído este libro con una creciente indignación, lo he acabado con una cierta decepción y ahora estoy sumido en la perplejidad. Indignación por sentir, conforme avanzaba la lectura, cómo se iban evaporando los 20 euros que me ha costado; les pueden parecer poco, pero es la tarifa oficial del menú para crisis de los próceres autonómicos en España, y con esa cantidad se dan el lujo asiático de invitarles a comer por un día. Decepción, porque no he experimentado la “erótica” (sic) del papel, que dicen sentir articulistas vintages,antiguos cargos y poetas místicos municipales, al acariciar el lomo y pasar suavemente las hojas de un libro; debe ser cosa del insuficiente gramaje, que no tocaba el día para tocarse o que uno no está para esas perversiones. Perplejidad….¿qué hago yo con esto, mal escrito y peor traducido? A diferencia de los otros, los libros sobre nuevas tecnologías (hay pocos de) envejecen mal en las estanterías, aunque sestean bien en los rincones perdidos de los terabytes. Por otra parte, no siempre está disponible la chimenea de Vázquez Montalbán. En fin, que vaya por delante mi apoyo al Gobierno en funciones por su empeño en sacar a última hora contra viento y marea una ley en favor de las descargas. Me parece bien para prevenir estafas como ésta y luego, si el libro gusta,siempre se puede enviar un donativo al autor.
La crítica en Internet ha mejorado la del papel con nuevos resultados: elogiar a los amigos, ignorar a los enemigos y marcar territorio. Ocupada en estos menesteres tribales con frecuencia se olvida de la más elemental regla de la supervivencia: atención al fuego amigo. Ya no hay casi ataques frontales a las nuevas tecnologías, tan sólo periódicos, recalentados y aburridos reportajes en El País y El Mundo sobre sus consecuencias indeseadas, con edificantes prédicas incitando al moderado buen uso. Sin embargo, de un tiempo acá, el panorama se ha animado con un nuevo género que hace furor: el de los arrepentidos digitales. Forma parte de otro género más amplio, el de los revisionistas generacionales, especialmente cuando se trata de aquellos que militaron o dijeron militar en partidos de izquierda. Causa bochorno la delectación con que se flagelan en público intelectuales de ahora por las causas sociales que apoyaron antaño. El punto de histrionismo que gastan hace dudar sobre su grado de implicación entonces. En todo caso, y ya puestos a frivolizar, como nos enseñan series de abogados, desde Boston legal, pasando por Damages, hasta The good wife, no hay por qué arrepentirse de haber obrado correctamente aunque sea por razones que, a la postre, se descubre que fueron incorrectas.Si lo que dice Jaron es cierto, que es el inventor del estropicio lingüístico "realidad virtual", que tantos quebraderos de cabeza nos ha dado, no le vamos a demandar por ello, como tampoco al que parió el disparate de "tiempo real".
En el caso que nos ocupa, todo este ciclo lo inauguró Turkle, quien después de vendernos Vida en la pantalla, ahora nos lo revende diciendo que eso no es vida. Jaron Lanier se presenta en la solapa de este libro con una fotografía antes de desmaquillarse tras su trabajo en The walking dead)(no duda en afirmar que es un troll)como un hombre de múltiples habilidades, en todas las cuales ha destacado, hasta el punto de ser reconocido como una de las personas más influyentes del mundo. Especialmente en el campo de los inventos tecnológicos. No le duele aportar testimonios de ello, y se nota que maneja bien el incensario, al fin y al cabo, si uno no lo hace tampoco tiene derecho a esperarlo de los demás. Además, ¿no se han convertido la mayoría de los blogs de autor en un espacio para groupies de uno y otro sexo, y donde antes había comentarios ahora solo se escuchan suspiros? En la contraportada se recogen menciones laudatorias de los diarios más importantes, apoyos como los de mi admirada Zadie Smith, y me consta que está al caer el de Vargas Llosa.
Jaron Lanier combina una pobreza franciscana de ideas (el test de Turing hay que entenderlo como obra de un gay reprimido) con una habilidad envidiable para etiquetar. No es poco mérito. Así, no vacila en referirse a sus oponentes como “maoístas digitales”, “totalitarios cibernéticos” y “trileros metafísicos”. O el que más me gusta: "tecnomarxismo silencioso", mmm..., esto sí que pone. No se vayan, hay mucho más:
"Las personas capaces de inventarse un seudónimo espontáneamente para hacer un comentario en un blog o en You Tube suelen ser malvadas". !Oído, barra!.
"Internet ha llegado a estar saturada de una ideología de la violación".
Pero tiene su corazoncito:
"Me parte el corazón hablar con jóvenes llenos de energía que idolatran los iconos de la nueva ideología digital, como Facebook, Twitter, Wikipedia y los contenidos agregados de tipo libre/abierto/Creative Commons". ¿Una orden de alejamiento?
En realidad, toda esta buena gente es culpable de una sola cosa: de practicar el animismo tecnológico. Consiste en transferir (alienar) cualidades de las personas a las tecnologías.Y por ahí Jaron no pasa. Según él, hablar de inteligencia artificial significa una falta de inteligencia, de Wikipedia un déficit de autoría, de la nube, hacerles el trabajo a los "Señores de la nube" y a los salteadores que pululan por ella, los trolls anónimos empujan al suicidio de la gente, la "sabiduría de las multitudes" es el promedio de la estolidez, las redes sociales un timo de personalidad, y lamenta la pérdida de espiritualidad en la red y de misterio en la persona. Se pregunta en plan new age:
"¿qué es una persona? Si supiera la respuesta, podría programar una persona artificial en un ordenador.Pero no puedo. Una persona no es una fórmula fácil, sino una aventura, un misterio, un salto hacia la fe". Por claridad y precisión que no quede.
Bienvenidos al desierto de lo real:
"Mientras tanto, las personas creativas -los nuevos campesinos- son como animales convergiendo en torno a los oasis en vía de desaparición de los viejos medios en un desierto agotado".
"Neo" Larnier echa de menos los años 90.El idealismo de esos años, cuando compartía piso y mugre con Richard Stallman (!ojo al dato!, qué poco se le ha pegado de él)y tenía depositadas las mayores expectativas en internet.Pero los años pasan, nos vamos haciendo mayores y eso..., pues eso. Zion se ha convertido en un parque temático de Matrix, Trinity le ha dejado por el agente Smith, y el pastillero Neo va dando la vara sobre los buenos tiempos en que todavía se podía elegir el color de las pastillas. Contra Matrix vivíamos mejor. El desencanto por la deriva del "rebaño digital" es manifiesto:
"Veinticinco años después, parece evidente que mis inquietudes estaban justificadas. Los movimientos de software abierto que defienden la sabiduría de la multitud se han vuelto influyentes, pero no han promovido la creatividad radical que adoro en la informática. Más bien han sido un obstáculo". Un aviso para los de Medialab Prado...
De ahí la inquina de Jaron a lo largo de todo el libro contra la "ideología de la colmena", llegando a sugerir "matemos a la colmena" y afirmando decididamente que "la información no merece ser libre". Acusa a los jóvenes que mantienen estas posturas de viejunos setenteros.
"Deseo que las nuevas generaciones de la cultura digital me escandalicen y me dejen obsoleto, pero en cambio me veo atormentado por la repetición y el hastío".
Su apasionamiento no está desprovisto de interés. Como músico en activo, que aspira a cobrar y vivir de ello, se le llevan los demonios que cualquier piernas indocumentado suba música a la red y, lo que es peor, descargue música gratis en nombre de la cultura libre. Sus únicas lúcidas aportaciones en el libro se refieren a cómo se puede remediar esto y cobrar de alguna manera los autores. Se ha resistido con tesón a las ofertas de poner su obra bajo el paraguas de Creative Commons, y solo autorizaría alguna remezcla de ella después de hacer pasar una prueba de sangre al aprovechado, y tampoco lo garantiza del todo. El tema de la publicación en papel lo reconduce de la erótica a la economía:
"Un escritor como yo podría optar por publicar un libro en papel, no solo porque hoy por hoy es la única forma decente de cobrar algún dinero, sino también porque el lector dispone del libro entero en el acto, y puede leerlo como un todo". Ni que decir tiene que no es partidario de las remezclas, remakes, y otras formas de "descontextualizar" la propiedad ajena.
El momento de mayor peligro en el libro es cuando promete en la págica 193:
"En esta parte adoptaré una perspectiva más positiva y examinaré lo que diferencia al totalitarismo cibernético del humanismo al considerar la evolución de la cultura humana".
No se alarmen, simplemente explica sus incoherencias por su personalidad múltiple ya que, dice, unas veces habla como tecnólogo y otras como persona. Cumple con la peregrinación anual a las neurociencias y obtiene de Jim Bower la siguiente revelación:"que nuestra forma de pensar está basada fundamentalmente en lo olfativo". !Pero esto es extraordinario!, diría Punset. A continuación se mete en jardines a cuenta de los "pinzones bengalíes" desembocando en...Bachelard, sin desdeñar un toque a los pulpos. Se despide con un punto de nostalgia, la realidad virtual ya no es lo que era en los años 80, ahora es mera Second Life, morphing de Terminator 2. Si a ello añadimos los ataques al pobre Kurzweil, podemos hacernos una idea de lo actualizado que está en el tema. Ahora anda metido en un proyecto de "comunicación postsimbólica". Como todo lo "post", "retro".
El libro acaba sin explicar en qué consiste ese humanismo "blandengue" (sic) digital suyo. Me interesa mucho, entre otras cosas, porque dice que es cosa de "estética y emociones".Pero no ha habido suerte. Estamos, pues, ante una nueva versión del añejo discurso de la deshumanización por obra de las tecnologías. Como no hay peor cuña que la que procede de la misma madera, los partidarios del humanismo tecnológico somos enemigos acérrimos del "humanismo digital" que dice promover este pájaro. El que seamos seres tecnológicos no implica que queramos digitalizar la existencia. Además, no puedo evitar una sonrisa de conejo para compensar la frustración: ¿humanismo digital? ¿no es una metáfora deshumanizadora?.
Quizá todo provenga de un malentendido:
"Ha llegado el momento de preguntarse: "Estamos creando la utopía digital para las personas o para las máquinas?". Si los destinatarios son las personas, tenemos un problema".
No, dice Houston, no tenemos ningún problema. El error está en intentar crear utopías digitales, sean para quienes sean. Baje del ciberespacio, Jaron, que ya no queda nadie allí, y hágase mirar la nuca.
sábado, 3 de diciembre de 2011
una maravilla
Una maravilla de película: The Mill and the Cross de Lech Majewski
Una auténtica lección de historia del arte, de estética política ("Lo he visto todo", palabra de Nexus)
No se la pierdan
miércoles, 30 de noviembre de 2011
sábado, 26 de noviembre de 2011
martes, 22 de noviembre de 2011
miércoles, 16 de noviembre de 2011
bienvenidos a la Universidad
" He visto cosas que no creeríais
Facultades de Humanidades elevándose hasta el cielo de Grecia
He sido comisario de exposiciones superjugosas,
nómada charlista de incontables Congresos, Fundaciones y Cajas de Ahorros
He tenido bolos mejores que la caja de Ocean´s eleven
Todos estos recuerdos se perderán
coj,coj
como lágrimas en la lluvia
Es tiempo de jubilarse".
Cada año, como las hojas del otoño, aparecen discursos de adiós a la Universidad y de bienvenida a la misma. Es el ciclo de la vida universitaria: para unos comienza, para otros se acaba. Unos lo celebran todavía con novatadas propias de la alegría de un Neanderthal, otros se despiden con la melancolía del fin del mundo al estilo Triers. No se sabe muy bien si la Universidad se acaba porque se jubilan, o se jubilan por que se acaba la Universidad. Probablemente las dos cosas.
¿Está tan mal la Universidad? ¿Estaba tan bien antes? Una cosa es cierta, antes era más descabellada, ahora más kafkiana. El enemigo está dentro. Ni en la peor de las pesadillas se podía haber diseñado un programa más absurdo de autoevaluación que el de la Universidad de Salamanca, conocido como DOCENTIA. Convirtió a todo el profesorado en gente enloquecida con síndrome de sin papeles. Ha sido retirado por fuerza mayor, pero ya están maquinando uno nuevo. ¿No hay cosas mejores que hacer? Inevitablemente acude la letra de Serrat: "niño, deja ya de joder con la pelota....".
Y, sin embargo, y a pesar de los vicerrectorados de innovación, nunca ha habido una época mejor para que la Universidad sea creativa. Depende de nosotros. A pesar de los recortes, tenemos más recursos que antes, materiales y humanos. Se impone una racionalización. A pesar de Bolonia, el esfuerzo interuniversitario, los proyectos de investigación y másteres de excelencia, y el trabajo conjunto de profesores y alumnos (ya no se viene solo a escuchar), permitirá sacar adelante una docencia y una investigación de calidad, que debe abandonar el modelo insular a favor del archipiélago.
Solo hay un pequeño problema, y es que todo esto requiere trabajar y, además, en el sitio de trabajo, ya que, entre otras cosas, es por lo que nos pagan. Desde hace décadas los mejores discursos apocalípticos sobre la Universidad corrían a cargo de profesores universitarios que apenas la pisaban, por lo que disponían de una inmejorable perspectiva para el recuento de sus males, aunque sin aportar remedios. Estaban en sus cosas.
No me preocupa el intelectual melancólico cebolleta que lame sus heridas, pero sí esta proliferación de intelectuales cenizos carpantas que nos espanta al personal.
sábado, 12 de noviembre de 2011
buenos tiempos para la cultura
Corren buenos tiempos para la cultura de creación y malos para la de subvención. Esto no es motivo para caer en la melancolía. Antes, el intelectual podía ser melancólico, hoy el melancólico no puede ser intelectual. Hay tanta variedad cultural sobre la que ejercitar su desdén que no da abasto. Claro que, para ello, es preciso que no hay perdido el sentido de la cultura, que sea capaz de reconocerla, en todos los sentidos de la palabra, alrededor suyo. Así, pues, ¿Muerte de los clásicos y de las humanidades? En modo alguno. Nunca se ha citado tanto en la época de las jerarquías verticales analógicas como en la de las jerarquías horizontales digitales.
Hay, pues, cultura de sobra, incluso podría decirse que sobra cultura, y hasta empieza a replantearse la vieja antítesis con la vida, a la que no es ajeno el oportunismo de los recambios generacionales. El futuro del siglo XIX pide paso. Parte de la nueva literatura (no digamos el arte) y crítica es eminentemente cultural, cuando no culturalista. Se advierte un síndrome Cela en ese ir recogiendo desde muy temprano objetos insignificantes que ocupen su lugar en una Fundación que ya ronda la mente. Son gente que escribe muy bien, pero no al desgaire, sino con una prosa y una no-poesía cuidadas, hasta el extremo del alambicamiento. Escriben ya para becarios en celo de tesis doctoral.
¿Muerte de los clásicos y de las humanidades? ¿Qué sentido tiene lamentarse si en la chamarilería de los apropiacionistas se encuentran todos los cachivaches – y más- que siempre nos han gustado? En pocos lugares del planeta hay tantos viudos de Foster Wallace como en España. El ideal de muchos son cincuenta páginas seguidas, apenas sin respiración, brillantes, irónicas, divertidas, sobre un detalle nimio (o cincuenta fragmentos de lo mismo), con un tiempo lento que haría palidecer de envidia a Proust. Ante este panorama, ¿qué más da que desaparezca el Ministerio de Cultura o se convierta en una Secretaría de Estado? El festival permanente de la cultura está garantizado. Las nuevas humanidades salvarán a las viejas, y la debacle económica de Grecia no impedirá seguir manteniendo una Grecia cultural de ciencia ficción.
Hay, pues, cultura de sobra, incluso podría decirse que sobra cultura, y hasta empieza a replantearse la vieja antítesis con la vida, a la que no es ajeno el oportunismo de los recambios generacionales. El futuro del siglo XIX pide paso. Parte de la nueva literatura (no digamos el arte) y crítica es eminentemente cultural, cuando no culturalista. Se advierte un síndrome Cela en ese ir recogiendo desde muy temprano objetos insignificantes que ocupen su lugar en una Fundación que ya ronda la mente. Son gente que escribe muy bien, pero no al desgaire, sino con una prosa y una no-poesía cuidadas, hasta el extremo del alambicamiento. Escriben ya para becarios en celo de tesis doctoral.
¿Muerte de los clásicos y de las humanidades? ¿Qué sentido tiene lamentarse si en la chamarilería de los apropiacionistas se encuentran todos los cachivaches – y más- que siempre nos han gustado? En pocos lugares del planeta hay tantos viudos de Foster Wallace como en España. El ideal de muchos son cincuenta páginas seguidas, apenas sin respiración, brillantes, irónicas, divertidas, sobre un detalle nimio (o cincuenta fragmentos de lo mismo), con un tiempo lento que haría palidecer de envidia a Proust. Ante este panorama, ¿qué más da que desaparezca el Ministerio de Cultura o se convierta en una Secretaría de Estado? El festival permanente de la cultura está garantizado. Las nuevas humanidades salvarán a las viejas, y la debacle económica de Grecia no impedirá seguir manteniendo una Grecia cultural de ciencia ficción.
viernes, 11 de noviembre de 2011
no hacen falta líderes...
sino ciudadanos críticos y responsables.
En épocas de crisis arrecian las demandas de líderes. Ésta no es una excepción. Pero algo ha cambiado: estamos en sociedades mucho más complejas que antes. No bastan ya los diagnósticos simples de la catástrofe y las soluciones simplistas del recurso a alguien que ilumine, guíe, y ya puestos, salve. Los ciudadanos se han vuelto desconfiados, no solo por las experiencias históricas totalitarias, sino por las más recientes de corrupción e incompetencia. Necesitamos políticos grises que hagan bien su trabajo, como cualquier ciudadano. Por desgracia, en España, como decía Ortega, siempre triunfa el héroe cuando fracasa el ciudadano. Sobra la demanda de líderes y falta la acción ciudadana.
En épocas de crisis arrecian las demandas de líderes. Ésta no es una excepción. Pero algo ha cambiado: estamos en sociedades mucho más complejas que antes. No bastan ya los diagnósticos simples de la catástrofe y las soluciones simplistas del recurso a alguien que ilumine, guíe, y ya puestos, salve. Los ciudadanos se han vuelto desconfiados, no solo por las experiencias históricas totalitarias, sino por las más recientes de corrupción e incompetencia. Necesitamos políticos grises que hagan bien su trabajo, como cualquier ciudadano. Por desgracia, en España, como decía Ortega, siempre triunfa el héroe cuando fracasa el ciudadano. Sobra la demanda de líderes y falta la acción ciudadana.
viernes, 28 de octubre de 2011
siniestro
Uno de los productos más exitosos de la industria cultural son las imágenes de lo siniestro de baja intensidad y alto coste. Sobre esto, y otros temas, hablaré en el CGAC de Santiago la próxima semana. Son un ejemplo de la baja cultura estética del "horror delicioso" (Burke) con los medios tecnológicos de la alta cultura del manierismo neobarroco. Se perciben huellas de ello en la obra de Crewdson y Wall, tras la estela de Lynch. Por el contrario, algunas series de culto ofrecen lo siniestro de alta intensidad, a las que corresponden estas fotografías, nada que ver con el bochornoso final de TWD 2/1.
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