Al leer las revelaciones de Wikileaks y los comentarios displicentes de algun@s (no era para tanto, ya lo sospechábamos...) me viene a la memoria la tesis de Groys: en las sociedades mediáticas es verdad, no lo que nos saca de dudas, sino lo que confirma nuestras sospechas.
Mutación: sospecho, luego existo.
La duda cartesiana se convierte en el trascendental kantiano de la sospecha. La base de toda dialéctica trascendental.
miércoles, 22 de diciembre de 2010
jueves, 16 de diciembre de 2010
arte y literatura 2.
La publicidad se basa en el sentir, quizá por ello son capaces los publicitarios de dar una clave del ambiguo papel que el arte juega en las actuales sociedades. Ante el rumor de que el presidente de la agencia ha comprado un Rothko valorado en 10.000 dólares, los empleados lo visitan furtivamente para contemplarlo e intentar saber de qué va, por si les pregunta el jefe. Hacen sus cábalas. Al final, uno parece dar con la clave: se trata de un cuadro del expresionismo abstracto, dice, no se puede explicar sólo hay que sentirlo; es como mirar el fondo del mar, podrías sumergirte en él, apostilla. El presidente Sr. Cooper zanja el tema, estableciendo el contrapunto prosaico a estas reflexiones trascendentales: la gente compra cosas para ver ampliadas sus expectativas, ese cuadro valdrá el doble en diciembre....
En fin: la mística y el mercado del arte, el mercado de la mística del arte....la mística del mercado del arte....El arte a secas.... Todas estas perspectivas no son contradictorias, sino que informan sobre las funciones del arte hoy día. En la serie Mad men nos informan de ello, no nos edifican con ello. Es una serie de "culto" porque nos da imágenes, no símbolos. Otra cosa es la insaciable hermenéutica barroca de las novelas de autoayuda.
¿Por qué nos gusta Rothko?. Vicente Verdú.
Un excelente y sensato (todavía más excelente por sensato) artículo de Vicente Verdú. La conclusión:
"Todo enrevesamiento en el análisis de Rothko caerá en el ridículo por exceso de discurso sofisticador. Precisamente por lo contrario de la retórica europea nos gusta tanto la luz, la oscuridad y los colores sensuales del hijo de Jakob Rothkowitz y Anna Goldin. Con él se entiende sencillamente que la pintura es la pintura y, a continuación, con o sin suicidio, apaga y vámonos".
Hay novelas de afectos especiales como hay películas de efectos especiales, y algunas de ellas están afectadas por la misma deshonestinad estética: manipulación retórica de los sentimientos para conmocionar al espectador/ lector, hurtándole información y conocimiento.Se encuentran indefensos por la ausencia de una educación crítica sentimental, consecuencia de una ilustración sentimental insuficiente. A ese proceso se le denomina esteticismo, siendo sus mecanismos parecidos a los de la publicidad. Y así, se vierte moralina a propósito de San Rothko, pintor y mártir, es decir, mártir de la pintura. Con todo ello, el pintor y la pintura quedan fuera, mero pretexto para el despliegue del florilegio de "pesimismo buenista". Rothko atrae como un imán a muchos que desprecian el arte contemporáneo, a costa de convertirle en un maldito tardorromántico.
La novela de Houellebecq se abre un 15 de diciembre con un Jed desesperado ante un cuadro que no logra acabar. Su título es: Damien Hirst y Jeff Koons repartiéndose el mercado del arte. Pocos días después, quizá por influjo de la cena navideña, ensucia, desgarra y pisotea su cuadro.
Un nuevo ciclo de su vida comienza: de pintor de sujetos a fotógrafo de objetos. Siempre un conceptual.
(Continuará)
domingo, 12 de diciembre de 2010
arte y literatura 1.
Una de las razones que dieron los críticos franceses para la enésima muerte del arte es que se había disuelto ya en lo “gaseoso” de la experiencia estética. Y citaban como ejemplo las noticias (que no críticas) de las exposiciones, los textos de los catálogos sin (con) los cuales era (todavía más) ininteligible, y las numerosas obras de literatura que, con espíritu tardorromántico y llenas de buenos sentimientos, lo tomaban como pretexto. En resumen: lo esencial del arte habría desaparecido en lo insustancial de lo estético. Ello no obsta (o quizá es debido) para que el llamado “esencialismo blockbuster” de la literatura con arte obtenga hoy día buenos éxitos de crítica y de mercado.
Entre las obras que han aparecido recientemente cabe destacar dos: La luz es más antigua que el amor, de Menéndez Salmón, y La carte et le territoire, de Houellebecq. Los libros de Menéndez Salmón parecen haber sido escritos en la oscura cueva de un eremita cuya cabeza ha pasado demasiado tiempo expuesta al sol. Restos de las tremendas tentaciones de la carne que ha debido sufrir se advierten en terribles palabras que a veces se le escapan aquí, como polla y cabrón. En este libro el lector tiene subidas y caídas de tensión frecuentes, ya que se trata de una escritura en noria con momentos sublimes y depresiones cursis (p.51), propias de un barroco hispano, mestizo de expresionismo alemán, cuyo vértice apunta a Schopenhauer. La crítica y el mercado no se resisten a este cobrador del frac, cultivador de una coprofilia relacionada con el Mal y la Nada, rebosante de profundos y torturados sentimientos, siempre con el maletín de la cita oportuna. No me gusta, (y eso que nuestros acuerdos no son menores: “nuestra enfermedad, Alphonse, la heredada del siglo más terrible, es la hermenéutica”) pero reconozco que es bueno, muy bueno, en lo que hace, y una fuente inestimable de información sobre qué hay en realidad de nuevo en parte de la llamada “nueva literatura”, que tanto se publicita.
Las Escuelas de Creadores han dado con la fórmula de éxito para tiempos de crisis: sobras románticas pasadas por la turmix del acreditado método chino de escritura: guardias de 24h y el todo a 1€ de los blogs. Lo invaden todo, ocupando los nichos editoriales y de la crítica, y encima a estas alturas todavía se quejan de incomprendidos. Son unos genios, la hormiga atómica. En las conferencias de congresos llamados informales (pero con créditos académicos) ya leen de corrido aferrados a papeles, como Habermas en persona, y con parecida dificultad de entendimiento. Es lo que hay, quizá lo mejor que tenemos…
Aparentemente nada en común con el libro de Houellebecq, un Nietzsche de secano para clases medias. Si acaso ese yo unamuniano de autor, que Ortega calificaba de ornitorrinco, ahora menguado en chiguagua, y que no deja de aparecer en cualquier libro de literatura que se precie de tal, autoficción, creo que lo llaman. ¿No era personalísima la obra de los autores del de nobis ipsis silemus, Bacon y Kant, sin tener que estar refiriéndose todo el rato, en medio de mohines irónicos y graciosos, de risillas monjiles, a sí mismos? No es este el caso y, en los excesos retóricos de Salmón y la inhumana frialdad de Houellebecq, lo que se advierte detrás de la pantalla del yo es una ternura por la desdichada condición humana, capaz de las mayores indignidades pero también de la más conmovedora belleza. Pero no es mi intención el celestineo de posible afinidades sentimentales, sino más bien apuntar una sensación nacida de lecturas paralelas.
Cuando se habla con amigos del nuevo cine español hay algo que siempre sale a relucir expresado de distintas maneras. Lo que le diferencia del extranjero, salvadas las excepciones, ya no son los temas, la técnica e incluso, a pesar de que se mantiene una considerable distancia, los medios. Es, más bien, un punto de irregularidad en las películas que no se sabe muy bien de dónde proviene, si del guión, los actores o el pulso del director. Pero la diferencia se nota y la conexión decae momentáneamente. Y es inútil que clamen por las salas semivacías y las películas descargadas. (Continuará).
Entre las obras que han aparecido recientemente cabe destacar dos: La luz es más antigua que el amor, de Menéndez Salmón, y La carte et le territoire, de Houellebecq. Los libros de Menéndez Salmón parecen haber sido escritos en la oscura cueva de un eremita cuya cabeza ha pasado demasiado tiempo expuesta al sol. Restos de las tremendas tentaciones de la carne que ha debido sufrir se advierten en terribles palabras que a veces se le escapan aquí, como polla y cabrón. En este libro el lector tiene subidas y caídas de tensión frecuentes, ya que se trata de una escritura en noria con momentos sublimes y depresiones cursis (p.51), propias de un barroco hispano, mestizo de expresionismo alemán, cuyo vértice apunta a Schopenhauer. La crítica y el mercado no se resisten a este cobrador del frac, cultivador de una coprofilia relacionada con el Mal y la Nada, rebosante de profundos y torturados sentimientos, siempre con el maletín de la cita oportuna. No me gusta, (y eso que nuestros acuerdos no son menores: “nuestra enfermedad, Alphonse, la heredada del siglo más terrible, es la hermenéutica”) pero reconozco que es bueno, muy bueno, en lo que hace, y una fuente inestimable de información sobre qué hay en realidad de nuevo en parte de la llamada “nueva literatura”, que tanto se publicita.
Las Escuelas de Creadores han dado con la fórmula de éxito para tiempos de crisis: sobras románticas pasadas por la turmix del acreditado método chino de escritura: guardias de 24h y el todo a 1€ de los blogs. Lo invaden todo, ocupando los nichos editoriales y de la crítica, y encima a estas alturas todavía se quejan de incomprendidos. Son unos genios, la hormiga atómica. En las conferencias de congresos llamados informales (pero con créditos académicos) ya leen de corrido aferrados a papeles, como Habermas en persona, y con parecida dificultad de entendimiento. Es lo que hay, quizá lo mejor que tenemos…
Aparentemente nada en común con el libro de Houellebecq, un Nietzsche de secano para clases medias. Si acaso ese yo unamuniano de autor, que Ortega calificaba de ornitorrinco, ahora menguado en chiguagua, y que no deja de aparecer en cualquier libro de literatura que se precie de tal, autoficción, creo que lo llaman. ¿No era personalísima la obra de los autores del de nobis ipsis silemus, Bacon y Kant, sin tener que estar refiriéndose todo el rato, en medio de mohines irónicos y graciosos, de risillas monjiles, a sí mismos? No es este el caso y, en los excesos retóricos de Salmón y la inhumana frialdad de Houellebecq, lo que se advierte detrás de la pantalla del yo es una ternura por la desdichada condición humana, capaz de las mayores indignidades pero también de la más conmovedora belleza. Pero no es mi intención el celestineo de posible afinidades sentimentales, sino más bien apuntar una sensación nacida de lecturas paralelas.
Cuando se habla con amigos del nuevo cine español hay algo que siempre sale a relucir expresado de distintas maneras. Lo que le diferencia del extranjero, salvadas las excepciones, ya no son los temas, la técnica e incluso, a pesar de que se mantiene una considerable distancia, los medios. Es, más bien, un punto de irregularidad en las películas que no se sabe muy bien de dónde proviene, si del guión, los actores o el pulso del director. Pero la diferencia se nota y la conexión decae momentáneamente. Y es inútil que clamen por las salas semivacías y las películas descargadas. (Continuará).
sábado, 11 de diciembre de 2010
miércoles, 8 de diciembre de 2010
martes, 7 de diciembre de 2010
humanismo de la (in)dignidad humana
En el propio vómito, en el amor terminal, en la enfermedad profetizada, hunde sus raíces esta propuesta de nuevo humanismo cósmico.
sábado, 4 de diciembre de 2010
Sublime NH
A pocos les es dado ahora caminar en un mar de niebla y menos ser vistos de espaldas tan peripuestos.Tan solo cuando ponen el cuadro de referencia en el blog primerizo como signo de un alma delicada. Pero no es infrecuente sentir lo sublime, no la primera vez, cuando se acarrea la maleta buscando desorientado por las flechas la habitación reservada. Si ha conseguido abrir en el primer intento con la tarjeta la puerta, quizá su ojo verde le anuncie con un guiño una sorpresa tardía. Por la noche, al regresar con el cuerpo indolente y ya vencido por el pasillo, tendrá una experiencia impagable: al fondo del cul de sac brilla, débilmente iluminado, un infame cuadro alpino, su cerebro se entontece dulcemente con el mal de altura del aire enrarecido por la deficiente ventilación, y un olor intenso a moqueta salvaje bloquea sus sentidos. Es la hora de lo sublime NH, de la trascendencia low cost.
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Reflexiones sobre "nueva" literatura
En la ficción se nos muestra a un Andrei Rublev mudo, ya estancado en plena crisis existencial y creativa. Ha decidido no volver a pintar hasta que no sea capaz de enraizar su arte en la vida del pueblo. Su obra tiene que reflejar la vida, nacer de ella. Lo que ve es la mezquina rutina de los monjes, la pobre existencia de la gente, la codicia fratricida de los poderosos y también la alegría espiritual pura de los cuerpos desnudos, aunque él no se desnuda, sigue con su ropaje. Encuentra su camino abrazado al muchacho impostor, capaz de crear una grandiosa campana que satiface la piedad del pueblo y la vanidad de los príncipes. Y entonces vuelve a pintar...iconos. Porque él es, ante todo, un pintor de iconos, quizá el más grande todos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)