Si somos fieles al propósito de no externalizar el sujeto de las tecnologías, entonces, no se puede hablar en rigor y en ningún caso (ni fuerte ni débil) de creatividad de las máquinas sino de creatividad con las máquinas. Y esto dentro de unos límites que se asignan a las máquinas pero que son constitutivas de lo humano. Innerarity señala el proceder binario de los algoritmos, pero a ello le corresponde el proceder dualista de las interpretaciones que subyace a esos términos de creatividad, originalidad y autoría con las que se quiere calificar los resultados. Hay un evidente paralelismo entre la interpretación humana de textos e imágenes y la “interpretación” que hace el algoritmo en los programas de imaginación artificial una vez que se introduce el texto: es “interpretado icónicamente por la máquina. Al igual que con los textos, la máquina con el algoritmo suministrado por el humano trabaja sobre interpretaciones de interpretaciones, es decir, mezcla. Y es que la creatividad, y esto se pone de manifiesto tanto en los romanticismos como las vanguardias, consiste en mezclas, más o menos sofisticadas calificadas como novedad u originales. Solo desde la dimensión trascendente secularizada de estos conceptos se puede dar una definición esencialista que luego, como hace el autor, hay que ir matizando en su uso político y social para intentar llegar a un equilibrio. Pero, entonces, ¿qué necesidad había de plantear así las cosas?
Creo que conceptos como creatividad, originalidad, autoría, siguen manteniendo el componente secularizado de la tradición. Van asociados a dualismos como los de sujeto y objeto, verdad y falsedad. En el libro se propone una revisión de estos, pero, debido a ese componente esencialista de la pregunta, la descripción correctora se resiente de la carga de neo idealismo, de modo que la propuesta de revisión debería ir más lejos: hay que sustituirlos. Ciertamente revisiones como la de este libro, que señalan la dirección adecuada, lo posibilitarán en un futuro. Hoy tenemos que quedarnos en esos entretiempos y entreespacios. Con razón señala Innerarity que se han convertido hoy en conceptos puramente económicos y jurídicos, especialmente el de autoría.
Lo que lleva al último punto de este análisis. Lo abro con este texto de Innerarity, quizá un guiño hermenéutico, y que enseguida traerá a los lectores resonancias de otro no menos famoso (y desafortunado) sobre la estetización de la política y la politización del arte: “La creciente tecnologización de los asuntos políticos debe de estar compensada con la correspondiente politización de los procedimientos tecnológicos” (282).
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