Lo llamativo es la base de la argumentación de esas teorías. ¿Científica? ¿Cultural? ¿Personal? Algo de todo eso hay y así encontramos en el libro una serie de capas que se van permeando a través de la división en capítulos: experimentos, citas culturales y, especialmente, titulares, sembrados a lo largo del texto o convenientemente rotulados. Es inútil señalar que la mezcla de todo ello pueda provocar el silencio de los científicos, el recelo de los especialistas en cultura y el entusiasmo desmedido del gran público que vibra con el tema y, sobre todo, con los titulares. ¿Hay alguien que no se sienta interpelado cuando de entrada oye o lee la frase “dormimos poco y mal”? A partir de ahí sobran los experimentos, aburren las divagaciones culturales y llega la hora de las recetas. ¿Qué me aconseja? El libro está lleno de consejos. Pero no hay que confundirlo con uno de autoayuda.
Simplemente se ha logrado aquello que, de una u otra manera, se pretende con la comunicación escrita, una emoción que se traduce en un sentimiento: “De te fabula narratur”. Está hablando contigo, de ti. El libro seminal de Descartes Discurso del método para conducir bien su razón y buscar la verdad en las ciencias, (abreviado, Discurso del método) cifró su éxito, no tanto en la exposición y argumentación de las reglas del método, cuanto en el primer capítulo. En él narraba sus cuitas en la educación estéril del saber tradicional con los jesuitas de La Flèche: no solo no aprendió nada, sino que lo hicieron más ignorante todavía. La experiencia personal se convirtió en generacional y atemporal. Es el éxito de la comunicación: hacer de lo particular universal, reconocerse en ello, porque no solo es verdad lo que se dice, sino que se siente como auténtico.

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