Si he dicho
que Upload es muy interesante no ha sido porque plantee los típicos
dramones de lo binario dialéctico (utopías-distopías, real-digital,
desgracia-felicidad) sino porque los recicla diluyéndolos en una ambigüedad
llena de posibilidades. En un Metro abarrotado un anuncio del paraíso afterlife,
Lake view, pasa como un banner sin que nadie preste atención, aunque si lo
merezca la cursi holografía de una escena romántica que emociona a dos
pasajeras. Este último detalle anodino es una de las claves estéticas de la
serie. Se supone que es un futuro kurzweiliano de 2033 en que pocas cosas han
cambiado y otras se creen reconocer enseguida: la distopía de un mundo postdigital
como resultado de la utopía digital ya realizada. Retazos de Un mundo feliz:
Nora Antony lleva una vida real jodida y Nathan Brown una eternidad digital
aburrida. Pero el recuerdo, el reconocer, la cita, engaña al conocer.
lunes, 10 de agosto de 2020
15. Estética de verano. Upload.
domingo, 9 de agosto de 2020
14. Estética de verano. Upload
Parafraseando el título de Jameson se podría describir Upload como una lógica Postdigital del capitalismo consumado. Una lógica audiovisual. Si las informaciones son correctas Daniels habría tardado 30 años en poder llevar a cabo su idea de 1990. Tres décadas que van sumando memes culturales muy perceptibles en esta primera temporada como he ido señalando. Desde el aparatoso casco noventero para la inmersión virtual a la comida 3D (“novedosa” aportación muy celebrada por el personal) sin olvidar el surtido de pellizcos anticapitalistas new age, tan de buen tono hoy día. Luego volveremos sobre ello.
Podríamos sumar
a las predicciones de Negroponte las de otro autor de esa generación y cuya
huella es muy perceptible en la serie: Kurzweil. Es todavía hoy el provecto gurú
empastillado de la inmortalidad digital, de la descarga (subida) de la mente en
el silicio que preserve de la descomposición corporal. Viejo no obsoleto, puntualiza
el viejo Terminator, antes de que le caiga la lotería de un upgrade inesperado.
Comentar detenidamente Upload equivaldría hacer un recorrido muy
instructivo por esas tres décadas. Esto es lo que convierte a una serie
mediocre, de bajo coste económico e intelectual, en algo muy interesante
desde el punto de vista estético. Comencemos por el inevitable ojo.
viernes, 7 de agosto de 2020
13. Estética de verano
Una de las
aportaciones novedosas de la llamada “estética Postdigital” en este siglo XXI sería
la “estética del glitch”. En la película de Fassbinder (recordemos, año 1973)
se desarrolla ya específicamente bajo la forma de “avería” (la vulgar Panne
en alemán), fallando la “conexión” y agarrándose desesperado el protagonista la
cabeza que amenaza estallar. Es la variante en esas estéticas del “malfuncionamiento”,
generalmente provocado. Pero está también la otra forma, en este caso más
refinada, de la “interferencia”, en homenaje al espectador desprevenido. Hay diversos
momentos en la serie, pero quizá uno de los más representativos sea el cruce
entre la imagen musical y la imagen sonora. La primera aporta la armonía
barroca, la segunda el ruido electrónico que disturba hasta predominar. En este
sentido destaca la secuencia de la cabaña en la última parte de la serie: De
fondo el adagio del sexto concierto de Brandeburgo de Bach y progresivamente entra
el chirrido eléctrico que insiste y, al final, se queda mostrando, sin
necesidad de palabras, la inconsistencia y fragilidad de lo “real” racional.
Esta es la pregunta de la que arrancará Upload (2020), núcleo de la novela de Galouye en los años sesenta y de la serie de Fassbinder a comienzo de los años setenta pasando por Nivel 13 a finales de los noventa.
jueves, 6 de agosto de 2020
12. Estética de verano
Fassbinder recicla todo en una estética del exceso y del glitch. Lo segundo es un camino a Upload, lo primero una marca propia inimitable que lo distancia. Si en la reciente serie predomina el look Gran Hotel Budapest para alojar el mundo virtual los dos capítulos de la suya incrustan en el mundo futuro el Berlín de la Potsdamer Platz, de las mujeres estilizadas y enigmáticas de Kirchner, sus cafés y cabarets, las canciones, Lili Marleen, homenaje a la Dietrich incluido.
miércoles, 5 de agosto de 2020
11. Estética de verano
¿Por qué
esta insistencia en las imágenes? La película de Fassbinder es uno de los más
claros ejemplos de la diferencia metodológica que hay entre una supuesta
filosofía del cine y la explícita estética del cine. Hasta el punto de sugerir
que se tomen los ya citados pasajes cartesianos y el referido a Zenón de Elea y
su paradoja sobre Aquiles y la tortuga como imágenes sonoras. El protagonismo
está en el juego de la cámara, en sus elaborados encuadres y no en las citas
ocasionales de una novela que no se pretende adaptar. No se ilustra un
pensamiento, hermenéutica, sino que se crean imágenes, estética. Lo que
interesa del cine es lo que solo puede mostrar él (como apuntaba Kubrick) y no
es capaz de hacer la filosofía.
Desde esta
perspectiva se puede establecer un cierto paralelismo con Solaris de
Tarkovsky, lugar habitual de saqueo metafísico. Dos películas atípicas de
ciencia ficción, dos obras de arte. En ambas los efectos especiales son
sustituidos por el juego de la cámara, por la construcción de las escenas que
las convierten en cuadros…de teatro. El infinito niño del océano Solaris que se
introduce con torpeza en el inconsciente de los personajes, causando el trauma
de los simulacros, tiene su trasunto en la manipulación de la mente humana por
el superordenador en manos desprovistas de escrúpulos. El resultado es una
producción incesante de imágenes, no mentales, sino visuales, cerebrales,
corporales. Hay en común el gusto por lo barroco, cierto, pero el tiempo y el
espacio son muy diferentes. El tiempo lento de Tarkovsky es frenesí en
Fassbinder, la claustrofobia de la estación espacial con habitación convertida
en pinacoteca de Brueghel es aquí expresionismo barroco de interiores
imposibles, mezcla de todos los estilos; el hieratismo facial del científico
ruso da paso al contorsionismo de Stiller.
Decía antes que la profundidad de superficie
está en la cámara y no en los diálogos. En vez de motivos para una deposición
ontológica como la perpetrada en la anterior entrega la cámara entrega una y
otra vez reflejos, las imágenes posteriores que invitaba a ver. Las dos partes
de la serie están llenas de ellas dispersas en multitud de espejos de todo tipo
incluidos los socorridos retrovisores. Fassbinder resuelve los problemas
conceptuales de lo binario, dialéctico identitario en imágenes que albergan la
contradicción en el reflejo multiplicador: así en la Ofelia prerrafaelita
encanallada de expresionismo que nos permite ver en el anverso de su espejo lo
que ella no está viendo, así en la sala del superordenador donde las figuras se
fragmentan en un manierismo especular, así en las miniaturas de la enigmática y
hierática Eva.
Pero si solo
fuera esto entonces estaríamos (y lo estamos) en una versión romántica del
doble y los desdoblamientos. Sin embargo, llama la atención el uso frecuente de
los primeros e incluso primerísimos planos, que no se observa en Upload.
A ello se añade la huida final parodiando la serie de los sesenta El fugitivo,
con el toque vintage del rostro buscado en televisión.