Una de las
aportaciones novedosas de la llamada “estética Postdigital” en este siglo XXI sería
la “estética del glitch”. En la película de Fassbinder (recordemos, año 1973)
se desarrolla ya específicamente bajo la forma de “avería” (la vulgar Panne
en alemán), fallando la “conexión” y agarrándose desesperado el protagonista la
cabeza que amenaza estallar. Es la variante en esas estéticas del “malfuncionamiento”,
generalmente provocado. Pero está también la otra forma, en este caso más
refinada, de la “interferencia”, en homenaje al espectador desprevenido. Hay diversos
momentos en la serie, pero quizá uno de los más representativos sea el cruce
entre la imagen musical y la imagen sonora. La primera aporta la armonía
barroca, la segunda el ruido electrónico que disturba hasta predominar. En este
sentido destaca la secuencia de la cabaña en la última parte de la serie: De
fondo el adagio del sexto concierto de Brandeburgo de Bach y progresivamente entra
el chirrido eléctrico que insiste y, al final, se queda mostrando, sin
necesidad de palabras, la inconsistencia y fragilidad de lo “real” racional.
Esta es la pregunta de la que arrancará Upload (2020), núcleo de la novela de Galouye en los años sesenta y de la serie de Fassbinder a comienzo de los años setenta pasando por Nivel 13 a finales de los noventa.