Las
películas y series de la entrada anterior incluían la frase de Descartes “Pienso,
luego existo”. Ello permite contextualizarlas en el ciclo de las tecnologías digitales
del yo pertenecientes al siglo pasado y al presente. Conviene también recordar
la matriz (Matrix) sesentera en la novela de Daniel F. Galouye Simulacron-
3, publicada en 1964. Todo esto por varios motivos: no solo se trata de las
tecnologías del yo, sino que se podría extender a la tecnología de las cosas,
ese internet de las cosas planetario que avizoraba Negroponte. Efectivamente,
la respuesta cartesiana a qué soy yo como “una cosa que piensa” desplaza el yo
del idealismo subjetivista tópico a la indiferenciación ontológica de la “cosa”,
también dotada de conciencia en esos imaginarios posteriores. Los ejemplos son
muy abundantes. La última versión (por el momento) de Terminator lo
recuerda cuando insiste en que el apocalipsis vendrá por la internet de las
cosas: “Genesys is Skynet”.
Pero hay
algo más. La novela, con el superordenador que crea simulacros con fines
mercantiles da una vuelta de tuerca a la respuesta cartesiana e introduce una gran complejidad ya que lo asimila a su deus deceptor, sin que valga
ahora la excusa, para salir del atolladero, de su supuesta bondad que le
impediría engañarnos ontológicamente, habiéndose revelado, más bien, como un
manipulador consumado, por no emplear otra palabra de más grueso calibre. De
este modo, en los ejemplos anteriores la frase inaugural cartesiana funcionaría
como un señuelo y estaríamos asistiendo a la deriva de las identidades
sustanciales cartesianas al yo como un “haz de percepciones” humeano. Si a esto
le añadimos los trabajos de Dick sobre el “esse est percipi” de Berkeley
aplicados a la paranoia de sus distopías tecnológicas tenemos un prometedor
camino sembrado de citas que lleva por el neoplatonismo a su estación final en la caverna
platónica. Esta cháchara puede
dar unos 25 folios de pseudofilosofía aplicada con nula utilidad para ver cine.
¿Podemos ver algunas imágenes?