sábado, 14 de abril de 2018

Bye Bye Germany (2017) Sam Garbarski (4)





─ “Un momento ¿me acusan de colaborador porque intenté salvar mi vida con unos chistes porque ustedes no quisieron rescatarme? Voy a decirle una cosa bella americana ¿Sabe cuántos judíos, gitanos, homosexuales y prisioneros de guerra pesan en su conciencia? ¿Por qué no bombardearon las vías de tren que llevaban a Auschwitz o los campos si me apura? Podrían haber salvado cientos de miles de personas. Esa es la verdad y no lo hicieron.
─ Yo solo hago mi trabajo
─ Dijo el miembro de las SS junto a la fosa común”.


Estas palabras de David ante la comisión de investigación matizan el sentido del humor y el alcance de la culpabilidad. El humor como una forma de supervivencia de las víctimas que se aviene mal con la postura trágica que deben adoptar según aquellos que suelen hablar en nombre de ellas. Y también el reparto de la culpabilidad, la necesidad de lavar la mala conciencia en la buena conciencia de culpabilizar a otros. La película incorpora el descubrimiento posterior de que los americanos sabían (tenían fotografías áreas) de los campos de concentración y podían haber bombardeado los accesos pero no lo hicieron por razones estratégicas. 





─ “¿Qué le hace tanta gracia? ─ ¿Debería llorar por un nazi calcinado?” Pero no es la risa que brota de haber entendido el sentido sino de percibir el malentendido, el sinsentido de otra muerte después del suicidio del compañero abrumado por la culpabilidad, no de lo que le hicieron, sino de lo que hizo ahora por lo que le hicieron, para que no se repita, en vano: “Cómo se puede rezar a un dios que se equivoca tantas veces?” El tema de la culpa (omnipresente en la posguerra) queda ahora situado en otro plano, el de las culpas: no el abstracto, mal radical, o banalidad, para explicar lo inexplicable, sino de los seres humanos concretos capaces de hacer sufrir a otros seres humanos: el sinsentido del sufrimiento humano no desde el punto de vista de la divinidad o el mal sino de los seres humanos. Ya no es Auschwitz, solo entonces, sino ahora.

Y así el sobrevivir a ello, “somos la venganza judía”, explotando, no la memoria propia, sino la desmemoria ajena. La memoria histórica no redime a las víctimas del pasado sino a quien la ejercita virtuosamente sobre ellas en el presente. Porque ellas, estas, víctimas, ya han sobrevivido también a la culpabilidad de haber sobrevivido: “deja de gimotear”…"no va a revivir porque lloremos"…Esto es lo que les hace más fuertes dentro de su vulnerabilidad: “Hitler está muerto, nosotros estamos vivos, ¿deberíamos sentirnos culpables por ello?”. Y no solo eso, sino que sobreviven, ejercitan su venganza, gracias a las técnicas comerciales de lo que ahora se denomina como “capitalismo afectivo”, un mediterráneo recién descubierto y que ha existido toda la vida; gracias a explotar comercialmente la desmemoria de la culpabilidad ajena: “lo que les hicieron a los judíos fue horrible. Nosotros no sabíamos nada”. Por supuesto, ¡gnädige Frau!, afloje la pasta, se lo dejamos rebajado, por ser usted, tan sensible.

Están felices por haber sobrevivido al absurdo, ser capaces de convivir con él, llevarlo como Sísifo cada día: “que te exculpe un miembro de las SS tiene su lógica”. Y así se permite el director otro final distinto del apuntado antes, el de la estética Nighthawks pero con un final feliz.



viernes, 6 de abril de 2018

presencial no es telemático



Imagino la cara de Ángel Gabilondo, catedrático de Metafísica, al escuchar la frase en que Cristina Cifuentes, con un punto de condescendencia no exenta de cierto fastidio, se veía obligada a explicar que presencial solo significa que no es telemático. Una definición por vía de negación. Mal camino: ya Heidegger había explicado en otro Máster que la Nada es el origen de la negación y no al revés. 

El ser de la presencialidad consistiría, según la Presidenta, no en asistir a clase, como algún incauto podía suponer, sino en apañárselas con cualquier profesor para no hacerlo. No es difícil. El profesor universitario es un ente que, ahogado por la burocracia y precisamente por ella puede, en lenguaje políticamente correcto, tener un amplio margen de maniobra en las calificaciones y sus circunstancias y, en román paladino, puede hacer lo que quiera, siempre que sea favorable. Hasta "reconstruir" actas, no en la fórmula chapucera de estos piernas, vergüenza de la profesión.

Hay que ser comprensivos en las calificaciones. Se cuenta un chiste de la gloriosa (no daban palo al agua) época franquista en la Universidad: un profesor ante la imposibilidad física de aprobar al mastuerzo recomendado, incapaz de articular palabra, se lo hizo saber al político de turno y este con gesto desdeñoso resolvió, nada de privilegios, aprobado rapado y basta. Y es que hay aprobados y aprobados. 
 
Así, por ejemplo, están los aprobados merecidos en evaluación del esfuerzo y resultados y están los aprobados llamados "en defensa propia" para quitarse de en medio a un alumno recalcitrante que dilapida su tiempo y el de los demás en repetidas pruebas cada vez más deficientes. El profesor que esté libre de este pecado de prevaricación que levante la mano. La progresiva infantilización del alumnado, su entrar en taquicardia al recibir un no junto con el empeño de parte del profesorado en convertir las guarderías, perdón Facultades, en centros "guay", no ayuda precisamente mucho. Lo de las becas "black" posteriormente ya va de suyo, minucias. 

El éxito de los diferentes PACTOS (nonatos) por la educación en España  es una muestra "documental" del desinterés por la educación en general y la universitaria en particular que hay en España. Si hasta hace poco había un consenso generalizado en que la universidad española no está, sino que es corrupta ( ya saben, la endogamia...) y, además, ahora se descubre que es un cachondeo, se entiende la perplejidad de la Presidenta Cristina Cifuentes ¿por que me montan todo este pollo a mí, precisamente a mí?

La respuesta ha sido de manual, conjura política para echarla, y la reacción de lo mismo, no dimitiré. En el "prusés" una bochornosa explicación del rector y una mafiosa actuación de las autoridades del Máster que quita espectadores a Fariña. Menos mal que los demás no somos así: profesores asociados en régimen de semiesclavitud laboral defienden la trinchera, científicos al borde del hambre presupuestaria siguen investigando y otros enseñan filosofía, sin ir más lejos a Epicuro, un moderado calumniado como hedonista, que inspiró seguramente esta frase del gran Groucho Marx: "Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: Un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…" Lo que pasa es que no nos llegan. Y mientras tanto...

Bye Bye Germany (2017) Sam Garbarski (3)


Hay un problema con las estéticas de la vivencia y de la empatía que afecta al cine y a la memoria histórica y que explica, en parte, el giro dado en el nuevo cine y, con ello, al que se obliga también a los mal llamados “espectadores”: es el problema de la identificación. El tema parece ser el mismo a tratar pero los actores son intercambiables y aquí se genera inconscientemente una confusión que ahora sale a la luz en forma de ambigüedad. Se viven los temas en la identificación de y con los personajes que encarnan actores y actrices. Para que sean reales como la vida misma deben ir unidos lo narrado, lo encarnado y quien lo representa. Esa identidad excluye el cambio en gracia a la verosimilitud. Lo que genera no pocas confusiones entre vida y ficción. Algo tiene que ver la visión existencialista de la vida como teatro subyacente a la confusión del Kean de Sartre. 

Mientras que al actor le encanta la versatilidad y teme ser encasillado en un personaje al espectador le gustaría reconocer (se) lo en cada uno de los personajes interpretados por él. Es biológico: el conocimiento como reconocimiento da seguridad, es confortable. Y así se va al cine (es una metáfora, se va al ordenador) a verlos a él o a ella. El problema surge cuando se rompe ese proceso de identificación, cuando se trata de temas polémicos y el mismo actor representa de manera excelente personajes contradictorios. Ya no es cómodo identificarse culturalmente con algo políticamente incorrecto pero el mecanismo biológico de la vivencia y la identificación sigue funcionando a pesar de todo. Y eso causa muchos problemas. Y ha levantado protestas, como esta película por no condenar el Holocausto de la manera debida.






En Jud-Suss.Film ohne Gewissen (2009) Moritz Bleibtreu interpreta a un Goebbels de una manera más que convincente. Trata sobre las vicisitudes del rodaje de la película más hedionda que estigmatizaría a los judíos para siempre. Aquí a un judío superviviente de Auschwitz acusado de colaboracionismo: “David, ¿fuiste un capo?”. No, solo contaba chistes. No quiere volver al pasado, redimirlo o cambiarlo, solo recuperar lo suyo, una vida dañada.  El humor se tiñe la melancolía



Recomiendo el visionado de la visita a la antaño próspera tienda de textiles ahora en ruinas escuchando el segundo movimiento de la séptima de Beethoven en versión Karajan...por cierto también acusado de nazismo.


sábado, 24 de marzo de 2018

viernes, 23 de marzo de 2018

Bye Bye Germany (2017) Sam Garbarski (2)



-“Dime la verdad, nada más que la verdad
- Si no maquilláramos un poco la vida sería insoportable”

Estos verdes son el color de la ambigüedad espacio temporal: un presente que no (se) ve nítido entre el pasado y el futuro: es el color del ensimismamiento pero también de la distancia, recorta las figuras pero difumina los paisajes, pierden en él fuerza los detalles de una vida indefinida entre la aurora y el ocaso, pero se acentúa la gradación de tonos, cada uno de ellos una posibilidad. En la película se ofrecen varios finales posibles. Como este





La cámara se queda quieta, respetuosa, enfoca a distancia, mientras David se aleja en la noche, cojeando a ratos, en un baile de claqué entrecortado, acomodando su paso al otro superviviente, protagonista, el perro cojo.

 Esta es la “verdadera historia” pero como advierte el texto sobreimpreso de la película no necesariamente la historia verdadera. “Esta es una verdadera historia y lo que no es totalmente verdadero sin embargo es cierto”. Prefiero traducir el “es stimmt” por viene a cuento, encaja. Un planteamiento equidistante entre la historia y la memoria histórica mediando el humor.

 “Alles ist so gewesen. Nichts war genau so” ponía en sobreimpresión Volker Schlöndorf en Die Stille nach dem Schuss (2000) para contar la vida, el sobrevivir, malvivir, de los ex terroristas de los años 70: todo ha sido así, pero nada fue exactamente así. Historias de supervivientes. Aquí cuenta la vida, el sobrevivir, de supervivientes de los campos de exterminio nazi. Si en el primero ya se concedía que todo fue así pero nada fue exactamente así, la conclusión del segundo es que la verdad tiene que ser “maquillada” si se quiere sobrevivir, así Moritz Bleibtreu, David. Se enfrenta la memoria de los hechos y los hechos de la memoria, la necesidad de contar cómo fueron las cosas para que no fueran exactamente así y viceversa. Es una necesidad del presente, el gran tiempo de la supervivencia, no el pasado ni el futuro, que solo sobreviven, a su manera, en él. Así fueron las cosas y así se las hemos contado para que no fueran exactamente así. Todo acaba dependiendo del lugar en que se coloque el “así”.

 Lógicamente, David no es creído, pero para eso también tiene una respuesta:
“Ni nosotros creemos lo que hemos vivido”.


viernes, 16 de marzo de 2018

Bye Bye Germany (2017) Sam Garbarski (1)



Es war einmal in Deutschland (Auf Wiedersehen Deutschland)

El título inglés solo traduce / traiciona la mitad del alemán. Y este detalle tiene su importancia ya que el interés de la película reside precisamente ahí: no tanto en lo que se cuenta sino el modo de contar. Y adopta la forma de los cuentos: hubo una vez en Alemania, hasta luego Alemania, pasado y futuro de un entre que es la película. Se habla de ambos tiempos, pero no se ven, no hay los molestos flashback o flashforward que denotan falta de imaginación en recurso torpe a la técnica, pero lo que se hizo y se hace está determinado por ello. Es una película contada desde el punto de vista de unas víctimas, no de “el espectador”. No se busca la complicidad del estereotipo y algunos se enfadan: es ambigua, no condena, suficientemente, el Holocausto, dicen. Con Auschwitz no se juega, opinan ellos, las auténticas víctimas, culturales, por supuesto, riñendo a las otras, las que sí pasaron por los Campos, Lager,  pobres. Es el deporte favorito de las “almas bellas”: moralizar a costa ajena parasitando las imágenes. Su mayor defecto parece consistir en que no se trata de esas películas o series que al principio prometen mucho y luego se convierten en un tostón que no sirve ni para la reflexión ni para el arte sino para reiniciar el software ideológico le pongan lo que le pongan.

!No se juega con la palabra sagrada, “culpa”! Toda la posguerra alemana y aún décadas después está marcada por ella. La cuestión de la culpa abordada por Jaspers en su obra de 1946, Die Schuldfrage. La culpa que inútilmente querían hacer confesar los americanos a los alemanes cuando les obligaban a ver los documentales sobre los campos de exterminio que ellos habían filmado (en condiciones bajo sospecha de las que ya me he ocupado en el libro sobre Farocki): es horrible, sí, pero no fuimos nosotros, decían a la salida. Y ahora, en esta película se juega con la culpa, y de qué manera. Sacándola partido, sin partido.

La forma en que se enfrentaron entonces los alemanes a su reciente pasado es muy diferente a la icónica en que hoy pretenden conocer en todos sus ángulos ese ya remoto pasado. En la retina todavía está la espléndida película de Petzold, Phoenix, 2014. Hay muchas más. Lo que llama la atención en esta película son las imágenes, el color de las imágenes. Es un discurso icónico que tiñe de ambigüedad el manido ideológico, haciéndolo complejo, más lleno de posibilidades. Es un estilo icónico perceptible en varios directores de cine de películas tan diferentes de esta (pero ojo a las apariencias) como La forma del agua (en realidad el color del agua) de Gregorio del Toro para traer de vuelta al pasado que somos, no ir a él: es la estética Nighthawks. Es la estética de los verdes claros en fuga a los oscuros, de ese color mestizo, entre el amarillo y el azul, puros. Mixto, ambiguo, evocador, metálico pero enamorado, violencia tecnorromántica.


La fotografía en la que ella está apoyada en las taquillas es todo un compendio de la gama de verdes hasta casi el amarillo de fuga y el oscuro azul del techo. Es el color de los monstruos amables como Gereon en Babylon Berlin o el hombre pez, naturalezas híbridas en lo físico y o moral, es el color del enigma, de El enigma de una tarde de otoño de De Chirico, amarillo a la izquierda, verde de fondo y oscuro a la derecha. La mezcla o su contigüidad dan como resultado la ambigüedad que así, sí, puede llamarse metafísica.













To be continued

sábado, 10 de marzo de 2018

ojos de cordillera

















"La vida no me aporta gran cosa. Lo conozco todo y lo he visto todo. Y además detesto el mundo en el que vivimos. Todo es mentira y falso. Ya no hay respeto. No se cumple la palabra dada. Solo cuenta el dinero",

Leer más:  Alain Delon: «La vida ya no me aporta gran cosa»  https://www.larazon.es/cultura/cine/alain-delon-la-vida-ya-no-me-aporta-gran-cosa-ID174131


Queda el cine, todavía...


 




domingo, 4 de marzo de 2018

jueves, 1 de marzo de 2018

Kino Delirio


La esencia de un blog (y mucho más) guardada en un libro. No se lo pierdan

sábado, 24 de febrero de 2018

Descarga libre: España una democracia interesante 1.



Descarga libre AQUI

SE RUEGA NO SUBIR ESTE ENSAYO A PLATAFORMAS DE PAGO

jueves, 22 de febrero de 2018

dentro de un cuadro de Patinir




El cuadro de Patinir luce perdido en una pared del Museo del Prado de camino hacia otros cuadros de mayor formato. Es un cuadro de paso en todos los sentidos, empezando por el título El paso de la laguna Estigia. Podemos elegir un guía para adentrarnos en él. A nuestra disposición están los diversos comentarios que se han hecho sobre él: posibles fechas de composición, temáticas, influencias, símbolos utilizados. Es algo habitual en la estética clásica: el cuadro como ejemplo de una decisión moral por el Paraíso o el Infierno, como sensibilización de ideas morales. Tienes que decidirte. Son como capas de pintura hermenéutica que van cayendo sobre él convirtiéndole en un palimpsesto. Me permiten ver, no el cuadro, sino la idea del cuadro. Ahora bien, esto que sirve para escribir el texto de un catálogo, hacer una presentación, no es lo específico del cuadro, esa idea repetida en tantos otros, sino el cómo está pintado el cuadro, su corporalidad, no lo que significa. Son esos colores, esa gama de azules y verdes que se concentran en las oscuridades flamígeras de una ribera derecha tan interesante interpretada como infierno y se diluyen en una ribera izquierda insulsa llamada paraíso; colores que acaban fundiéndose en esa laguna río que fluye hacia el presente, hacía ti, desembocando en tu presencia, en ti.


Yo elijo otro guía que me brinda el museo: Google Earth. He aquí los resultados de ese viaje por el cuadro a través de los detalles, no de la idea del cuadro.


Utilizando el dispositivo tecnológico descubro algo que se había escapado a la mirada y me brinda el ojo de la cámara: Caronte me está mirando, se dirige a mí y hacia mí, no me quita ojo. Se suspende la identificación primaria estética con la pequeña figura de la barca. Quizá no es que rechace sino que es rechazada por el Paraíso de entrada impracticable, mientras que el Infierno resulta más interesante pero de difícil acceso, no por el Cancerbero, un can más bien apaleado y encogido en su estrecho cubil, sino por lo angosto del canalillo. El pequeño ser humano, tú, se supone, de torso de frente y cabeza y pies ladeados, mirando a un lado, dicen, ya has elegido el camino fácil, el Infierno. Pero, cerca, más cerca, observo que la acción de su cuerpo y la dirección de los ojos se neutralizan quedando en suspenso.

Caronte te mira a ti, ¿qué decides? ¿Y por qué tengo que decidir? ¿Por qué tengo que ser y no simplemente estar? Y estar donde estoy realmente, no donde me colocan los símbolos. Insisten: son cuadros de los que no puedes ser espectador porque no hay zona de seguridad más allá del marco en la que hacer pie. Y, sin embargo, yo no soy el que está allí en la barca decidiendo, soy el que está en la corriente, entre las orillas de la laguna Estigia, diferente, en la indiferencia respecto a ellas.

Google Earth me permite una cercanía física inusitada pero también una distancia impensable: Caronte no mira a las orillas, como debería según los símbolos, me mira a mí y no se lo puede creer, alguien que no elige y va a por todas, que se le ha escapado, alguien que quiere vivir.