jueves, 13 de agosto de 2020

17. Estética de verano. Upload.

 

Upload no va ni de utopías ni de distopías sino de servicios al cliente. En el 2033 parece haber un presente tan precario como el actual por lo que resulta aconsejable a los que puedan permitírselo ir ahorrando para un plan de pensiones de eternidad digital, una afterlife físicamente descabezada pero mentalmente activa.




El presente ya no camina hacia el futuro, sino que este depende de aquel: basta un delete caprichoso para que se acabe esa eternidad digital a crédito que también puede ser modulada según los planes de pago, es decir, gigas de existencia. Si es cierto que el cine es una ventana al inconsciente colectivo esta serie muestra que ha cambiado en los imaginarios de futuro: del totalitarismo ciberpunk al vintage del posfascismo posmoderno.

Se trata, ciertamente, de sobrevivir en los dos tipos de imaginarios pero los avances tecnológicos han ido en otra dirección: nada de androides malévolos caminando disfrazados por las calles, los viajes espaciales han menguado, no ha habido una tercera guerra mundial contaminando la tierra de manera irreversible, no se avizoran naves galácticas abarrotadas en busca de un planeta menos inhóspito. Para producir grandes distopías estéticas se necesita una seguridad económica como la de los yuppies de los ochenta, encerrados en sus lujosas urbanizaciones a prueba de inmigrantes. En la "era postdigital" del capitalismo consumado lo que se pide es café, eternidad digital, para todos. El futuro está ya en un presente que no se le corresponde tecnológicamente.  Mientras tanto, aguantar, con algún que otro gesto de rebelión irónica a espaldas del jefe tirano.  


martes, 11 de agosto de 2020

16. Estética de verano. Upload.

 

Lo relevante en los análisis de estética política no es el qué sino el cómo. En cine salen dos películas radicalmente distintas si se ven con o sin sonido. Esto es especialmente recomendable para los letraheridos que oyen los diálogos, pero no ven las imágenes. Los primeros informan, las segundas conforman; oyes las razones de los vencidos, pero vence, convence, por identificación biológica, la fuerza de los vencedores. Es el manual de estética política desde Schiller: lo más fuerte estéticamente es lo más bajo éticamente. Es el núcleo de las estéticas totalitarias del fascismo moderno. Este ha ido mutando respecto a sus métodos sin abandonar el objetivo: la conquista emocionalmente manipuladora del poder. Lo seguimos viendo hoy día.

Si se confunden los niveles estético y ético en los análisis políticos las consecuencias son devastadoras para la democracia. Y deparan sorpresas inesperadas: tanto Un mundo feliz de Huxley como 1984 de Orwell son dos críticas totalitarias al totalitarismo, es decir, dos apologías involuntarias de los fascismos. Los discursos de los dictadores son más potentes estéticamente que los de El Salvaje y Winston y, al final, no hay alternativa: el primero se suicida y el segundo traiciona. Un chollo de oposición para cualquier dictador.

La cita de Berdiaeff al comienzo de Un mundo feliz ha señalado un posible rumbo de los imaginarios del siglo XX en torno a las sociedades futuras de las nuevas tecnologías. La doctrina oficial ha sido que una distopía es una utopía consumada: un mundo feliz. Luego hay que evitar las utopías por su deriva inevitable al totalitarismo y la falta de libertad. Al parecer, la posibilidad de unas utopías ciudadanas limitadas ni se les pasaba por la cabeza, destinados a caer en manos de descerebrados “elegidos” ciberpunk a quien nadie había elegido. Es el fascismo posmoderno.

A pesar de las jugadas de la memoria hermenéutica, de la cita de Berdiaeff, no parece nada de esto en el tecnorromanticismo de la supuesta era “postdigital”, del siglo XXI, en el que se inscribe Upload. Esta serie es ya posfascismo posmoderno.

lunes, 10 de agosto de 2020

15. Estética de verano. Upload.



Si he dicho que Upload es muy interesante no ha sido porque plantee los típicos dramones de lo binario dialéctico (utopías-distopías, real-digital, desgracia-felicidad) sino porque los recicla diluyéndolos en una ambigüedad llena de posibilidades. En un Metro abarrotado un anuncio del paraíso afterlife, Lake view, pasa como un banner sin que nadie preste atención, aunque si lo merezca la cursi holografía de una escena romántica que emociona a dos pasajeras. Este último detalle anodino es una de las claves estéticas de la serie. Se supone que es un futuro kurzweiliano de 2033 en que pocas cosas han cambiado y otras se creen reconocer enseguida: la distopía de un mundo postdigital como resultado de la utopía digital ya realizada. Retazos de Un mundo feliz: Nora Antony lleva una vida real jodida y Nathan Brown una eternidad digital aburrida. Pero el recuerdo, el reconocer, la cita, engaña al conocer.



domingo, 9 de agosto de 2020

14. Estética de verano. Upload

 

Parafraseando el título de Jameson se podría describir Upload como una lógica Postdigital del capitalismo consumado. Una lógica audiovisual. Si las informaciones son correctas Daniels habría tardado 30 años en poder llevar a cabo su idea de 1990. Tres décadas que van sumando memes culturales muy perceptibles en esta primera temporada como he ido señalando. Desde el aparatoso casco noventero para la inmersión virtual a la comida 3D (“novedosa” aportación muy celebrada por el personal) sin olvidar el surtido de pellizcos anticapitalistas new age, tan de buen tono hoy día. Luego volveremos sobre ello.

Podríamos sumar a las predicciones de Negroponte las de otro autor de esa generación y cuya huella es muy perceptible en la serie: Kurzweil. Es todavía hoy el provecto gurú empastillado de la inmortalidad digital, de la descarga (subida) de la mente en el silicio que preserve de la descomposición corporal. Viejo no obsoleto, puntualiza el viejo Terminator, antes de que le caiga la lotería de un upgrade inesperado. Comentar detenidamente Upload equivaldría hacer un recorrido muy instructivo por esas tres décadas. Esto es lo que convierte a una serie mediocre, de bajo coste económico e intelectual, en algo muy interesante desde el punto de vista estético. Comencemos por el inevitable ojo.




viernes, 7 de agosto de 2020

13. Estética de verano










Una de las aportaciones novedosas de la llamada “estética Postdigital” en este siglo XXI sería la “estética del glitch”. En la película de Fassbinder (recordemos, año 1973) se desarrolla ya específicamente bajo la forma de “avería” (la vulgar Panne en alemán), fallando la “conexión” y agarrándose desesperado el protagonista la cabeza que amenaza estallar. Es la variante en esas estéticas del “malfuncionamiento”, generalmente provocado. Pero está también la otra forma, en este caso más refinada, de la “interferencia”, en homenaje al espectador desprevenido. Hay diversos momentos en la serie, pero quizá uno de los más representativos sea el cruce entre la imagen musical y la imagen sonora. La primera aporta la armonía barroca, la segunda el ruido electrónico que disturba hasta predominar. En este sentido destaca la secuencia de la cabaña en la última parte de la serie: De fondo el adagio del sexto concierto de Brandeburgo de Bach y progresivamente entra el chirrido eléctrico que insiste y, al final, se queda mostrando, sin necesidad de palabras, la inconsistencia y fragilidad de lo “real” racional. 


Esta es la pregunta de la que arrancará Upload (2020), núcleo de la novela de Galouye en los años sesenta y de la serie de Fassbinder a comienzo de los años setenta pasando por Nivel 13 a finales de los noventa. 

jueves, 6 de agosto de 2020

12. Estética de verano



Fassbinder recicla todo en una estética del exceso y del glitch. Lo segundo es un camino a Upload, lo primero una marca propia inimitable que lo distancia. Si en la reciente serie predomina el look Gran Hotel Budapest para alojar el mundo virtual los dos capítulos de la suya incrustan en el mundo futuro el Berlín de la Potsdamer Platz, de las mujeres estilizadas y enigmáticas de Kirchner, sus cafés y cabarets, las canciones, Lili Marleen, homenaje a la Dietrich incluido.


Hay una gran libertad visual, que disfruta con la provocación, no inhibida por lo políticamente correcto que es uno de los mayores problemas de Upload a pesar de los guiños irónicos. La retórica del exceso hace que los personajes no sean creíbles desde el punto de vista narrativo pero muy potentes visualmente, con declamaciones enfáticas y robóticas en los diálogos (que, por otra parte, se agradece, ya que no se comen las sílabas como sucede ahora, especialmente en el cine español) rebajando la solemnidad de los mismos y con movimientos frenéticos en Stiller que descoyuntan la acción narrativa.  El espectador no se identifica con ellos, se ve desubicado en el espacio y tiempo (sin llegar al sindiós de Lost) pero no puede dejar de admirar la composición de cada cuadro, de lo que, en definitiva, es un puro ejercicio estético. A ello contribuye lo vertiginoso de los encuadres angulares tanto en los picados como contrapicados.

miércoles, 5 de agosto de 2020

11. Estética de verano

¿Por qué esta insistencia en las imágenes? La película de Fassbinder es uno de los más claros ejemplos de la diferencia metodológica que hay entre una supuesta filosofía del cine y la explícita estética del cine. Hasta el punto de sugerir que se tomen los ya citados pasajes cartesianos y el referido a Zenón de Elea y su paradoja sobre Aquiles y la tortuga como imágenes sonoras. El protagonismo está en el juego de la cámara, en sus elaborados encuadres y no en las citas ocasionales de una novela que no se pretende adaptar. No se ilustra un pensamiento, hermenéutica, sino que se crean imágenes, estética. Lo que interesa del cine es lo que solo puede mostrar él (como apuntaba Kubrick) y no es capaz de hacer la filosofía.


Desde esta perspectiva se puede establecer un cierto paralelismo con Solaris de Tarkovsky, lugar habitual de saqueo metafísico. Dos películas atípicas de ciencia ficción, dos obras de arte. En ambas los efectos especiales son sustituidos por el juego de la cámara, por la construcción de las escenas que las convierten en cuadros…de teatro. El infinito niño del océano Solaris que se introduce con torpeza en el inconsciente de los personajes, causando el trauma de los simulacros, tiene su trasunto en la manipulación de la mente humana por el superordenador en manos desprovistas de escrúpulos. El resultado es una producción incesante de imágenes, no mentales, sino visuales, cerebrales, corporales. Hay en común el gusto por lo barroco, cierto, pero el tiempo y el espacio son muy diferentes. El tiempo lento de Tarkovsky es frenesí en Fassbinder, la claustrofobia de la estación espacial con habitación convertida en pinacoteca de Brueghel es aquí expresionismo barroco de interiores imposibles, mezcla de todos los estilos; el hieratismo facial del científico ruso da paso al contorsionismo de Stiller.

 Decía antes que la profundidad de superficie está en la cámara y no en los diálogos. En vez de motivos para una deposición ontológica como la perpetrada en la anterior entrega la cámara entrega una y otra vez reflejos, las imágenes posteriores que invitaba a ver. Las dos partes de la serie están llenas de ellas dispersas en multitud de espejos de todo tipo incluidos los socorridos retrovisores. Fassbinder resuelve los problemas conceptuales de lo binario, dialéctico identitario en imágenes que albergan la contradicción en el reflejo multiplicador: así en la Ofelia prerrafaelita encanallada de expresionismo que nos permite ver en el anverso de su espejo lo que ella no está viendo, así en la sala del superordenador donde las figuras se fragmentan en un manierismo especular, así en las miniaturas de la enigmática y hierática Eva.







Pero si solo fuera esto entonces estaríamos (y lo estamos) en una versión romántica del doble y los desdoblamientos. Sin embargo, llama la atención el uso frecuente de los primeros e incluso primerísimos planos, que no se observa en Upload. A ello se añade la huida final parodiando la serie de los sesenta El fugitivo, con el toque vintage del rostro buscado en televisión.