martes, 11 de agosto de 2020

16. Estética de verano. Upload.

 

Lo relevante en los análisis de estética política no es el qué sino el cómo. En cine salen dos películas radicalmente distintas si se ven con o sin sonido. Esto es especialmente recomendable para los letraheridos que oyen los diálogos, pero no ven las imágenes. Los primeros informan, las segundas conforman; oyes las razones de los vencidos, pero vence, convence, por identificación biológica, la fuerza de los vencedores. Es el manual de estética política desde Schiller: lo más fuerte estéticamente es lo más bajo éticamente. Es el núcleo de las estéticas totalitarias del fascismo moderno. Este ha ido mutando respecto a sus métodos sin abandonar el objetivo: la conquista emocionalmente manipuladora del poder. Lo seguimos viendo hoy día.

Si se confunden los niveles estético y ético en los análisis políticos las consecuencias son devastadoras para la democracia. Y deparan sorpresas inesperadas: tanto Un mundo feliz de Huxley como 1984 de Orwell son dos críticas totalitarias al totalitarismo, es decir, dos apologías involuntarias de los fascismos. Los discursos de los dictadores son más potentes estéticamente que los de El Salvaje y Winston y, al final, no hay alternativa: el primero se suicida y el segundo traiciona. Un chollo de oposición para cualquier dictador.

La cita de Berdiaeff al comienzo de Un mundo feliz ha señalado un posible rumbo de los imaginarios del siglo XX en torno a las sociedades futuras de las nuevas tecnologías. La doctrina oficial ha sido que una distopía es una utopía consumada: un mundo feliz. Luego hay que evitar las utopías por su deriva inevitable al totalitarismo y la falta de libertad. Al parecer, la posibilidad de unas utopías ciudadanas limitadas ni se les pasaba por la cabeza, destinados a caer en manos de descerebrados “elegidos” ciberpunk a quien nadie había elegido. Es el fascismo posmoderno.

A pesar de las jugadas de la memoria hermenéutica, de la cita de Berdiaeff, no parece nada de esto en el tecnorromanticismo de la supuesta era “postdigital”, del siglo XXI, en el que se inscribe Upload. Esta serie es ya posfascismo posmoderno.

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