En las novelas de William Boyd encontramos un esquema repetido: individuo se enamora de una mujer, es correspondido, la pifia a medias como obra del destino y su propia necedad, y se pasa la novela intentando enmendar el entuerto. Acción, muchos viajes, conocemos, no solo las reacciones del individuo, sino el carácter de las gentes y el variopinto mundo alrededor. No en vano cita al comienzo esta frase de Stendahl: “Una novela es un espejo que se pasea a lo largo de un camino”. No sucede así en las novelas románticas que son herederas de una tradición idealista: el mundo es el pretexto para escribir el texto del yo. Sabemos de sus emociones, pero escasamente de aquello que las provoca. El “héroe” suele ser un personaje tan bienintencionado como atolondrado y, al final, esa mano oculta benefactora que ha planeado durante toda la novela le saca las castañas del fuego y le integra en la sociedad, ennoblecido, si es posible en todos los sentidos. Novalis caracterizó despectivamente el Meister de Goethe como “la peregrinación a un título nobiliario”. No se privó de ironizar sobre el tardío y postizo “von” que se había adosado al Goethe, por contraste con él, un auténtico noble de cuna. La anécdota tiene su miga. Uno acaba teniendo la impresión de que el romanticismo es la carta de amor (no correspondida) de la clase media emergente a la clase aristocrática en retirada. De todas las épocas. Todo lo más se llega a arreglos de gatopardos.
Cashel (es uno de sus nombres), el protagonista de esta novela, logrará introducirse en los círculos sociales como el héroe, herido ocasional más bien, de Waterloo pero, sobre todo, por haber conocido a Byron, perdón, Lord Byron. Shelley le puso sobre aviso de que el noble no toleraba, bajo ninguna circunstancia, que le apeara nadie el tratamiento. A los letraheridos de Villa Diodati se nos ofrece la inesperada ocasión de fisgar en los entresijos de las sórdidas relaciones que regían la conducta de Byron, Shelley, Clara y Mary. Es una novela a la búsqueda del amor verdadero pero no se ahorran detalles sobre la higiene íntima en los encuentros sexuales. Decididamente, El romántico no es una novela al uso de ese nombre. Veremos.
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