sábado, 22 de marzo de 2025

Manuel Vilas. Dos tardes con Franz Kafka


 



Pocas veces un libro tan breve dice tanto. Vilas en dos tardes ha logrado, no condensar los tópicos sobre Kafka, sino demolerlos: “A mí me deprimen los lectores de Kafka que solo han leído La metamorfosis. Lo único que pido es no tener que hablar con ellos. Que se vayan. Que no me hablen. Que mucho mejor hablen con otros que hayan hecho lo mismo: leer y alabar y deslumbrarse ante La metamorfosis. Qué dolor de cabeza”. Y ofrece una guía de lectura alternativa. No es una exégesis sino un “canto de amor”; no ofrece un Kafka alegórico y simbólico (totalitarismos, burocracias) sino “realista”, que escribe sobre lo que ve, no sobre lo que hay debajo de lo que ve, no es surrealista, es realista y, por ello, “inoxidable”. Este elemento de visualidad sobre la ficción sería decisivo para calibrar su vigencia, frente a otros autores consagrados, no ya ahora, asegura Vilas, sino para los siglos venideros.

Y, ¿qué ve Kafka?: “Kafka piensa que somos expedientes acumulados en algún sótano de la Administración. Las democracias actuales te dicen que no, que en absoluto eres un expediente, eres un ser humano libre y con cincuenta millones de derechos. En tu mano está a quién creer”. Él, por eso, no a pesar de ello, presenta un Kafka “humorista”. Más aún, el texto de Vilas destila “alegría” por el encuentro con ese “Demonio” que ha descrito una realidad maligna sin intenciones moralizantes: “Kafka no cree en la labor social de la literatura” ¿Solo él? ¿De quién está hablando, en realidad, Vilas? Más escándalo. Cita a Brod, quien asegura que Kafka tenía que interrumpir por la risa su lectura a los amigos de El proceso. No me extraña. Me recuerda la desconcertante confesión de Thomas Bernhardt que afirmaba, literalmente, partirse de risa escribiendo sus novelas de trastorno, para desesperación de sus enemigos que insistían en que se suicidara de una vez por todas y dejara de amargar la vida a la gente. Se oye la risa de Cervantes y Kundera al fondo.

Bajo la forma de entradas de un particular diccionario kafkiano Vilas hace aquí (también en su libro anterior) una literatura de ardilla, saltando de idea en idea, de imagen en imagen, de paradoja en paradoja, siempre excesivo a fuerza de contenerse. Pero no puede evitar emparejar a Kafka con Elvis. Una literatura intensamente corporal, deslumbrante, asombra la cantidad de energía que consume en cada movimiento llamado palabra. En esa secuencia corporal confiesa que Kafka es para él una “droga” que le impide situarse como admirador de feria de libro que “disfruta” su obra, reconociéndose, más bien como “enamorado”, es decir, de una fidelidad incondicional que solo entienden los kafkianos, no los kafkólogos. Y ahí, en esa devoción, es donde Vilas a veces se desborda, no haciendo literatura política, pero mandando recados: “El filósofo nazi Heidegger odiaba a Kafka, porque Kafka fue bondad y él, Heidegger, un tipo que aplaudía a los asesinos. Ya ves tú de qué sirve la cultura en manos de los cobardes”. Un Kafka no apto para Facultades de Filosofía.

Y, sin embargo, Vilas ofrece la clave de Kafka en términos de trascendencia, con lo “sobrenatural”  empapando su obra, por muy vago que resulte el término. La ardilla parece un poco más cansada en las últimas entradas del diccionario y vuelve al árbol, siempre al mismo árbol, a ese “milímetro prodigioso” que se llama Vilas. Han sido “dos tardes” inolvidables con Kafka. Un gran acierto de Alianza Editorial esta colección cuyo título, dicen, viene inspirado por un antiguo presidente del gobierno español, un auténtico zascandil de la política, esto lo añado yo, que al menos ha servido para algo útil. La brevedad del texto, el corto espacio de tiempo apuntado en el título no debe confundir con lanzamientos editoriales del estilo “todo lo que usted debería saber en…” sino como sugerencias de lecturas “Para leer a…”. Y, en cuanto al “exceso” Vilas, me permito la pedantería sacada de un proverbio de un infierno que no desmerece del kafkiano, del de Blake: “El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría”.



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