Todo lo
anterior se concreta en una expresión clave que aparece en el artículo de Habermas: Zeitwende.
Se trata para él de dilucidar si el tratamiento mediático de la guerra y sus
consecuencias políticas implica el que se esté o no en una Zeitwende, en un
“cambio epocal” en Alemania. Esto es lo que realmente le preocupa, pues
significaría un cambio respecto a la política pacifista y de “diálogo” seguida
por Alemania después de la Segunda Guerra Mundial. Pero también de la virtualidad de su propia filosofía, de la
ética de la “acción comunicativa” para sustentarla. Y todo esto es
justamente lo que se ha puesto en cuestión para Habermas en el vídeo del
presidente ucraniano: es una enmienda a la totalidad respecto a su visión del
pasado alemán, su actitud moral en el presente y las consecuencias nefastas
para Europa, no solo para Ucrania, de la ambigua postura no intervencionista
alemana. Nunca le llama Habermas por su nombre, a diferencia de Putin,
analizado desde todos los ángulos. Pero resalta que las consecuencias de su intervención han sido la “confusión
emocional” de los diputados alemanes, el “brusco” cambio en la postura inicial
del canciller, la exigencia inmediata de acción, frente a la deliberación que
él propone, de los jóvenes de izquierda antes pacifistas. La “llamada moral al
orden”, el “chantaje emocional” subsiguiente del presidente ucraniano han
tenido éxito. Habermas no se equivoca sobre el estilo empleado:
puño de hierro de exigencia moral en guante de seda de la fórmula cortés. No solo eso.
Vayamos al vídeo. Zelenski difiere
del análisis de Habermas sobre el pasado alemán y europeo: el famoso “nunca más”
no ha llevado a una paz de 80 años fundada en el equilibrio del terror nuclear, sino que las guerras convencionales han menudeado en Europa, como la de los
Balcanes, y la agresión de Rusia a Ucrania en 2014; estos ataques no han contentado y previsiblemente no seguirán deteniendo a un Putin empeñado en nuevas
conquistas territoriales (recientemente lo ha confirmado su ministro de asuntos
exteriores); Alemania ha construido un nuevo “muro” (la palabra se repite en el
discurso), no ya en Berlín, sino en medio de Europa entre Ucrania y el resto de
ella, entre la libertad y la falta de ella; Europa está dividida por culpa de Alemania; el motivo no ha sido político sino
económico y Alemania tiene que elegir ahora entre la moral o el beneficio;
este es el auténtico dilema para Zelenski; la ayuda que pide no es, entonces, solo para Ucrania, sino para la Europa amenazada por Putin; saca, por tanto, la cuestión del ámbito nacionalista en que la coloca Habermas y
la pone en el europeo; frente a las detalladas crueldades con civiles y ciudades
destruidas pide al canciller alemán que se pare la destrucción y se derribe el “muro”; paz es igual a libertad, no se pueden separar. La vicepresidenta del Bundestag,
Katrin Göring-Eckardt enfatiza en su discurso al hilo de la sesión que Putin ha atacado “nuestro
orden de paz”.
A la altura
final de esa referencia (en apariencia episódica) al vídeo en el artículo, la sensación del lector avisado es que
para Habermas todo se desmorona: el pasado alemán (tal como él lo lee), la identidad
alemana y su propia concepción de la filosofía basada en el diálogo como forma
de solucionar los conflictos. Lo "mediático” se ha constituido en una bastarda
“acción comunicativa” que sustituye la deliberación reflexiva por la inmediatez emocional, la deliberación por la acción. Los "sentimientos morales" no atienden a la necesidad de su "juicio generalizador" que los modere. Lo que realmente escuece a
Habermas del presidente ucraniano, no es solo el medio empleado, sino que haga
los reproches en términos morales; que afee la conducta actual de Alemania como
consecuencia de su conducta en el pasado; lo que era modélico se vuelve ahora
moralmente censurable. No es solo porque da una solución distinta a los dilemas de
Habermas, sino que niega el derecho moral mismo de plantearlos: ¿Se puede tan
condescendiente con las reivindicaciones de Putin después de las enseñanzas de
lo que pasó con Hitler y los inútiles intentos por aplacarle?
Habermas ni
menciona ni censura la amplia utilización que ha hecho Putin de ese “poder de
las imágenes” y examina unos argumentos cuya legitimidad niega al otro. Que,
por otra parte, sirven de poco, pues una de las palabras que más utiliza
Habermas refiriéndose a Putin es la de “imprevisible” y cómo, basándose en la
fuerza, puede trazar y, sobre todo, mover, las fronteras que separan el diálogo
de la confrontación. De hecho, para Putin ya han entrado en guerra por la ayuda
militar, aunque limitada, a Ucrania, con la agravante (se lo restriega Zelenski
en el video) de que financian la guerra contra Ucrania con el dinero que
pagan por el gas ruso.
El factor
económico sería clave en el pasado al que alude Habermas y el presente que elude. En el
pasado, el “paraguas nuclear” de Estados Unidos ha permitido a Alemania destinar
el menor presupuesto de defensa a su crecimiento económico y la excesiva dependencia
del gas ruso a un bienestar sin grandes contraprestaciones. Trump será lo que
se quiera, pero su hartazgo por la situación no dejaba de tener un punto de
razón: Estados Unidos pagaba la seguridad alemana y encima, como ocurría con
buena parte de intelectuales en el resto de Europa, tenían que aguantar desde
la Segunda Guerra Mundial un antiamericanismo de buen tono. Biden ha recogido
los frutos y no le ha costado nada hacer que aumenten sustancialmente el
presupuesto de defensa. Esto ha sido algo más que “errores de gobiernos
anteriores” que dan pie lugar al “chantaje moral” del presidente ucraniano. La
paz a la que alude Habermas ha sido financiada por otros que, o se han cansado
ahora o son, por otra parte, los que realmente están haciendo chantaje con el
gas.
El problema
respecto a los jóvenes alemanes (y no solo ellos) es que Habermas ofrece
procedimientos binarios, no soluciones y los dilemas entorpecen o las hacen
imposibles. El dilema de que se está entre la espada y la pared, entre dos
males, derrota de Ucrania o escalada nuclear, no se sostiene con la referencia
a ese pasado al que alude Habermas: ha habido guerras sin intervención nuclear,
tensiones como la de Cuba que se resolvieron cuando se demostró firmeza. Teniendo
en cuenta todo esto, vale poco la apreciación de Habermas de que, al contrario ha sido una decisión "moralmente bien argumentada" la no participación en la guerra. Porque,
efectivamente, se estaría ante el dilema de dos males: o dejar a su suerte a
las víctimas de Ucrania o desencadenar una escalada militar cuyo posible final
sería una guerra nuclear. La experiencia enseñaría, según Habermas, que nadie
puede ganar, luego ambos deben “salvar la cara” mediante el diálogo y la
negociación. Lo contrario es “el fin de un modo de practicar la política
alemana enfocado al diálogo y la salvaguarda de la paz”. También su modo de
entender el papel de la filosofía. Para el presidente ucraniano, el contexto de la posguerra
ha cambiado: cuando alguien te invade, se apropia de tu territorio, mata a civiles
inocentes y destruye el país, no ofrece ni ha lugar a situaciones ideales de diálogo y
diplomacia, sino que queda únicamente la defensa y la supervivencia.
La amenaza
nuclear no fue disuasoria en la guerra fría, como tampoco lo es ahora. Ha habido
guerras entremedias, con vencedores y vencidos. Los atentados islamistas, con su
fuerte carga de fanatismo e irracionalidad, mostraron cómo se crecían ante un
Occidente debilitado por su autocrítica constante a los fundamentos de su
tradición. Ante la agresión rusa y su argumentación falaz, los pacifistas de antes
no quieren poner la otra cara de la deliberación. Tampoco aceptan el dilema
fundado en el análisis binario de que frente a la acción directa de la presión
mediática y las armas estaría la deliberación y el diálogo. Y sí, la cuestión
de fondo es que Europa, si quiere ser de verdad independiente, no ser invadida
ni destruida, preservar sus valores, tiene que financiar y equipar su propia
fuerza militar.
El “cambio de era” es un cambio de paradigma. Habermas
plantea claramente el “conflicto” entre esas dos generaciones, la de la guerra
fría y la de los jóvenes alemanes que no la han vivido, sin dejar de reconocer
que la actitud postheroica y antinacionalista de diálogo y acción comunicativa
ha sido posible gracias al "paraguas nuclear" americano. Y es una factura que hay que pagar. Dolor por el sufrimiento
de las víctimas pero sin poner en peligro la “bien fundada decisión de no
participar en esta guerra”. La “meditada solidaridad” de Habermas parece quedarse en el
buen deseo y actitud moralizante de que "Ucrania no puede perder esta guerra" con
el que acaba el artículo. Y, ¿por qué no ganarla? No solo para ella, sino también para Europa y quizá incluso para Alemania.