Ya no hay guerras mundiales pero sí más que nunca
carnicerías nacionales. En la “era de la globalización” y las tonterías sobre
la “vida líquida” solo interesa lo extraordinario de aquellas y aburre lo
ordinario de estas. En ambas hay víctimas.
Si hubiera que hacer ahora una nueva Dialéctica de la Ilustración quizá no fuera impertinente comenzar
por la pregunta: ¿cómo es posible seguir permitiendo que se perpetúen esas
carnicerías manteniendo al mismo tiempo una buena conciencia? La solución es
fácil: a costa de las víctimas. Entonces exhibiendo impúdicamente los cadáveres
de los judíos, esqueletos empujados con palas a las zanjas, en una segunda
muerte mediática, desnudados de su dignidad; ahora la imagen del cadáver del niño
Aylan en la playa, reproducida hasta la saciedad con comentarios edificantes.
Hace años llamaron carroñero a Kevin Carter por mostrar la
imagen del buitre acechando a una niña. Casi nadie se molestó en informarse de
que era un montaje visual porque lo importante era indignarse: en vez de
ayudarla se habría preocupado únicamente de conseguir la mejor toma. Ganó el
Pulitzer pero su suicidio posterior fue un justo castigo, opinaron las “almas
bellas”.
Hoy día una dialéctica de la ilustración es una dialéctica
de las emociones del narciso sentimental: está emocionado de sentirse
emocionado, de sentirse indignado. Es la presa más fácil en las democracias,
sujeto de una manipulación emocional que nunca falla estéticamente: hacer que
te sientas mal para que te sientas bien por sentirte mal. Antes lo llamaban catarsis,
ahora posfascismo posmoderno. Pasado el momento, todo sigue igual, a distancia.
De eso se trata.
En su famoso escrito de 1784 sobre qué es la Ilustración
Kant escribió que solo una persona estaba legitimada a decir: “¡Razonad todo lo
que queráis y sobre lo que queráis, pero obedeced!”. Estaba pensando en
Federico el Grande y sus súbditos. Ahora sería Pablo Iglesias y sus Círculos. Traducida,
su famosa distinción entre uso público y privado de la razón significa: en tu
puesto de trabajo aguanta y obedece; tomando cañas, desahógate y pontifica. A
esto le llaman “emancipación”.