domingo, 30 de diciembre de 2007
La capacidad de resistencia del Individuo en la belleza de lo fugaz
"Sin embargo, para mí lo importante sigue siendo el Individuo, el gran Solitario, capaz de resistir en las situaciones difíciles para el espíritu, como la que está llegando y que será una nueva edad de hierro [....] Pero ahora que he superado los cien años no sé si con el tiempo que me queda emprenderé una vez más esa clase de aventuras. De todas maneras sigo viajando por el mundo de la literatura y por ese pequeño cosmos que es mi jardín. A veces, en los días soleados, me entretengo haciendo pompas de jabón que el viento lleva entre las plantas y las flores. Son para mí una imagen simbólica de la fugacidad, de su inasible belleza".
viernes, 28 de diciembre de 2007
De lo mejor sobre cibercultura
He recibido el libro esta mañana (gracias Edgar) y lo he leído de un tirón. No ha contribuido a ello sólo la brevedad (en este caso una virtud) del texto, sino en especial el interés creciente por la narración y la sintonía con los análisis. Conocía su existencia por la excelente reseña de Tíscar (Badeker infalible) en su blog. Está bien escrito y, junto a la información lúcidamente articulada, destacan la claridad y el sentido común de los planteamientos, unos bienes escasos en el ámbito de la cibercultura.
Comparto la valentía en reclamar, junto a otros, un enfoque “académico” del tema. Tu madera de investigador, pero también la sensibilidad, se demuestran cuando vas a la genealogía de los conceptos clave teniendo en cuenta la construcción de los imaginarios tejidos en torno a ellos; al hacernos bajar al suelo de las metáforas cuando algunas veces nos hacen perder el norte, especialmente en los “mercados de futuro”. Lo has realizado de manera ejemplar con las de ciberespacio, comunidad virtual e identidad virtual. Concluyes entreabriendo la tapa de la cuarta “caja negra”, la de la Web 2.0, la caja de los truenos. Sabe a poco, pero lo insinuado promete.
lunes, 24 de diciembre de 2007
¿A quién pertenece la belleza?
“Aquí está tu premio Labiche…algunas de las mejores pinturas del mundo…¿No te excita eso Labiche? Una pintura significa para ti lo mismo que un collar de perlas en un mono…Has ganado por pura suerte. No eres nada, Labiche…un simple pedazo de carne…las pinturas son mías…la belleza pertenece al hombre que la aprecia (pausa) Ahora, en este momento, no puedes decirme por qué has hecho lo que has hecho…”
John Frankenheimer. The train. 1964.
sábado, 22 de diciembre de 2007
La falta de una educación en la imagen
“Ahora bien, digo: lo bello es el símbolo del bien moral […] Pero como el gusto, en el fondo, es una facultad de juzgar la sensibilización de ideas morales[…] resulta que se ve claramente que la verdadera propedéutica para fundar el gusto es el desarrollo de ideas morales…” (Kant. Crítica del juicio, & 59 y 60).
miércoles, 19 de diciembre de 2007
La cultura visual
“La cultura visual no depende de las imágenes en sí mismas, sino de la tendencia moderna a plasmar en imágenes o visualizar la existencia” (p.23)
“La cultura visual es fruto del encuentro de la modernidad con la vida cotidiana” (p.102).
EL OBJETO QUE MIRA PARA SER MIRADO
August Macke. El negocio de modas. 1913.
EL ENCUENTRO ENTRE DOS MIRADAS
INSTRUCCIONES PARA PINTAR LA GRAN CIUDAD (L. Meidner, 1914)
“Debemos comenzar, finalmente, a pintar el lugar donde hemos nacido, la gran ciudad, a la que amamos con amor infinito. Nuestras manos febriles deberían trazar sobre telas innumerables, grandes como frescos, toda la magnificencia y la extrañeza, toda la monstruosidad y lo dramático de las avenidas, estaciones, fábricas y torres” [...]
Pintemos lo que está cerca de nosotros, nuestro mundo urbano...., las calles tumultuosas, la elegancia de los puentes colgantes de hierro, los gasómetros, que cuelgan entre blancas montañas de nubes, el colorido excitante de los autobuses y de las locomotoras de trenes rápidos, los hilos ondeantes de los teléfonos (¿no son como un canto?), las arlequinadas de las columnas publicitarias y por último la noche..., la noche de la gran ciudad”.
Georg Grosz. Metrópolis, 1916-17
domingo, 16 de diciembre de 2007
Los otros avatares
“Mi propio yo era objeto cruel de un destino caprichoso [...] ¡Yo mismo me desconocía! [...] Soy lo que parezco, y no parezco lo que soy: ¡Para mí mismo soy un enigma indescifrable, y mi yo está escindido!”. E.T.A. Hoffmann. Los elixires del diablo. Trad., de Carmen Bravo-Villasante. José J. De Olañeta, Editor, Palma de Mallorca, 1995, p. 69.
viernes, 14 de diciembre de 2007
jueves, 13 de diciembre de 2007
La casa, el camino, la flor azul
“Amanecía cuando los viajeros traspusieron la puerta de Eisenach, y aquella media luz favorecía el estado en que se encontraba Enrique. Conforme se iba haciendo de día el viajero iba viendo mejor las tierras, nuevas para él, que estaban atravesando; y cuando al llegar a una altura divisó, iluminado por la luz del sol naciente, el paisaje que abandonaba, el joven sintió que entre el turbio remolino de sus pensamientos brotaban, desde lo más íntimo de su ser, antiguas melodías. Se sentía en el umbral de aquellas tierras lejanas que tantas veces, inútilmente, había querido ver, desde las montañas cercanas y de las que él se había hecho un cuadro de extraños colores: estaba a punto de sumergirse en aquel mar azul. Tenía ante él la Flor maravillosa. Miraba hacia Turingia, el país que estaban dejando atrás, con una extraña impresión: le parecía como si, después de largos viajes por los países a los que ahora se dirigía, volviera a su patria; como si su viaje fuera un viaje de regreso”
[…] “-¿Adónde vamos?
-A casa, siempre a casa”.
(Novalis. Enrique de Ofterdingen).
(Jerry Uelsmann)
domingo, 9 de diciembre de 2007
La belleza interior
“- Sí. Es fantástico.-
-Nunca nadie me había dicho eso del interior de mi cuerpo hasta este momento.
-Debería haber concursos de belleza para el interior de los cuerpos. El mejor bazo, los riñones más perfectamente desarrollados. ¿Por qué no tenemos patrones de belleza para todo el cuerpo, por dentro y por fuera?
- Creo que usted los tiene."
En la mitología se habla de los "dioses gemelos", que no podían existir el uno sin el otro. En la película, los gemelos entran en un proceso de autodestrucción al separarse. En el romanticismo negro se quedan fascinados con estas figuras del yo escindido en las dos mitades de sí mismo, la luminosa y la oscura. No sólo hacen imposible la construcción idealista del yo como identidad unitaria, sino que desmienten la afirmación de Don Quijote, que hizo vibrar al primer romanticismo (y también a Unamuno): "yo sé quién soy".
La mirada del médico descubre una belleza interna diferente de la expuesta en el post sobre el libro de Wagensberg. Es la belleza de la anomalía, próxima a la enfermedad, bien distinta del orden y armonía interior, propia de la tradición occidental, y orientada hacia el ideal de la salud. Aquí la apariencia bella no es sino el símbolo o trasunto de la belleza espiritual, de la hermosura del alma, lo verdaderamente real.
Y, sin embargo
Al tomar a lo bello, físico, como símbolo de lo moral, estamos ante una de las mayores falsificaciones de la cultura occidental. La historia de la idea de belleza (pues de idea se trata) es el índice de la hipocresía idealista que subyace a ella. En épocas recientes sirvió para la propaganda política de los totalitarismos y sigue siendo la piedra básica de la publicidad de mercado. La belleza sirve para vender ideas y productos éticos, políticos, religiosos, económicos…
Sabemos todo esto y, sin embargo, como decía Schiller, los ojos reclaman belleza ¿Por qué será?. Quizá porque se ha escrito la historia de la belleza admirable, pero falta todavía la de la belleza amable.
Todo se queda en la superficie, pero hipócritamente no quiere pasar por superficial. Aceptamos la belleza física exterior del cuerpo, pero su belleza interior tiene que ser espiritual, no física. La tradición platónico-cristiana ha privilegiado la palabra sobre la imagen y despreciado el cuerpo, a menos que su envoltura sirva para negar su contenido. Aunque lo apreciemos por fuera, sentimos vergüenza de él por dentro. Máxime cuando llama inoportunamente a la puerta con ruidos involuntarios.
La auténtica desnudez, la que nos averguenza, no parece estar tanto en la exhibición de lo que llamaban las partes pudendas, no en la piel, sino en la carne. La gente abre su interior, pero no abre su cuerpo. Es el miedo más recóndito a nosotros mismos, a las zonas oscuras del yo.
Hay un territorio al que no llegan los ojos, al menos los ojos de la mayoría, y es el del interior del cuerpo. Allí parece reinar otro orden y otra lógica. No lo conocemos y, cuando aparece, lo hace como disfunción y enfermedad que nos la tratan otros.
Algunos avispados se ofrecen a mostrarnos sus secretos y a eso le llaman arte.
martes, 4 de diciembre de 2007
Arquitectura de la soledad luminosa
Lo más noble de la arquitectura, aquello que la entronca con sus orígenes semánticos, es su capacidad para diseñar los espacios habitables de lo humano. Louis Kahn la ha definido como la "meditada creación de espacios", la expresión de lo que el espacio quiere ser como lugar. Es fruto de un pacto entre el arquitecto, las instituciones y los materiales. En eso consiste su "función ética". Los edificios resultan así de la adecuada administración de espacios que expresa la vida de la materia como "luz consumida".
La "nueva arquitectura" de Kahn traduce una Voluntad de Ser que llega a realizarse a través de "tecnologías inspiradas". Y, sin embargo, el hombre sólo parece conseguir habitar los lugares dejando solos a los edificios. Observa Kahn: “Cuando está completo y en funcionamiento, el edificio parece decir: “Escuchad, quiero hablaros de cómo estoy hecho”. Nadie lo oye. Todos están atareados pasando de una estancia a otra” .
Son edificios de tránsito, pero no habitados. Ellos quieren hablar, decir quiénes son y lo que han querido ser. Sólo -concluye Kahn- cuando son una ruina, y no sujetos a servidumbre, nos pueden contar lo que son. Pero entonces ya es demasiado tarde. De momento, siempre queda su luminosa soledad en los lugares perdidos del recuerdo.
sábado, 1 de diciembre de 2007
El gozo intelectual
Suena a chiste, pero es la pura verdad: la lectura de este libro es una verdadera gozada. Si lo hubiera escrito un filósofo quizá fuera más profundo, pero también seguramente más triste. Porque, ¡qué “palizas” son los filósofos!, ¡siempre con su yo a cuestas! Han dejado sin trabajo a Sísifo.
Se ha dicho que la filosofía es una “ciencia triste”. Este libro lo ha escrito un científico alegre, buen conversador, amigo de sus amigos, que derrocha inteligencia por los cuatro costados, con una prosa brillante y ágil, y que –se nota- ha sentido ampliamente aquello de lo que habla. De hecho la mayor parte de los textos son historias y sólo una pequeña está dedicada a la teoría. Y es que, aunque parezca mentira, lo universal sale de lo particular y no al revés.
El gozo intelectual nace del comprender en la reflexión, en la investigación, en la conversación, pero sobre todo, en la belleza. Sospecho que en el caso de Wagensberg tiene su raíz en un sentido estético de la vida, que empieza por la alegría ante lo real, la naturaleza, porque sea así y no de otra manera. Algo muy distinto del estereotipo del científico manipulador. Más que en preguntar, da la impresión de que es un maestro en encontrar.
En la ecuación Ciencia, Arte y Naturaleza el autor parece seguir todo un programa que ya pudimos admirar en su magnífico libro La rebelión de la formas. De alguna manera completa la reflexión de Novalis: “el arte es el cumplido de la naturaleza” (a través de la ciencia). Y es un buen ejemplo de aquello a lo que aspiraba Schiller: que la cultura nos vuelva a reconciliar con la naturaleza a través del arte. Pero, mejor no dar nombres.
Sólo un pequeño reparo de erudito algo picajoso. Al término de la historia que más me ha gustado, “Sobre la conmovedora belleza de los pelos de bruja”, Wagensberg dice: “Creo que Kant estaría de acuerdo en esto: lo bello, cuando además se hace inteligible, se convierte en sublime”. Pues va a ser que no. Dice todo lo contrario. Pero, ¿qué más da? Es lo que debería haber dicho: la belleza es un sentimiento causado por la representación de los objetos que sí nos da un conocimiento de ellos.
La prueba es este libro. No hecho sólo para ser leído sino para mirarlo despacio. Encontramos toda una serie de magníficas fotografías, obra del autor, auténticos pensamientos de los objetos, de ellos, es decir, pensamiento en imágenes. Me quedo con un encabezamiento (c. III, de la segunda parte): “Inteligibilidad y belleza. La inteligibilidad es la belleza externa de las cosas, la belleza es la inteligibilidad interna de las cosas y, ambas, cosa de armonía y ritmo”. Puro Platón en vena.
La fotografía viene a continuación y se titula “Danza”. Sólo por ella merece la pena el libro. No la he escaneado, ni tampoco la comento, adrede, para que salgan corriendo, los que aún no lo han hecho, a comprar el libro.
miércoles, 28 de noviembre de 2007
Algo está cambiando en la sociedad de las nuevas tecnologías
El cambio más importante, y tomo la idea de Rafael Casado, se refiere a que la sociedad civil está empezando a liderar el nuevo diseño social. Lo que contrasta con el pesimismo del siglo anterior, en que se veía como inevitable que el determinismo tecnológico, unido al poder de las Grandes Corporaciones, nos conduciría a una sociedad administrada, es decir, totalitaria.
El actual debate en torno a la blogosfera (Tíscar, Estalella) evidencia unas tensiones muy fructíferas entre los procesos identitarios de individualización y de socialización en la Web 2.0.
Escribe Vicente Luis Mora: “lo que me interesa de estas visiones es que las de los escritores son tan sensatas y profundas como las de los filósofos, lo que implica que algo ha cambiado...”.
La tarea: configurar una sociedad de la información y adquisición de conocimientos, no sólo a través de los datos, sino de la retórica de la imagen y la formación de sentimientos. Las necesidades de lo virtual son las viejas aspiraciones de lo real: salvar las apariencias y dar aliento a los objetos.
sábado, 24 de noviembre de 2007
Doña Soledad Ortega Spottorno
En la retina el poso de unas imágenes propias de La España negra, vistas hace tiempo en un documental. Son de una modesta comitiva despidiendo el féretro en un pequeño pueblo castellano. Alguien pregunta: ¿quién es? Una respuesta: “nadie”. Una apostilla: “Pues eso soy yo: nadie”. Lo dice una mujer menuda, muy bien arreglada, de gesto vivaz, que transmite una energía serena, más allá de la queja amarga. Es doña Soledad Ortega Spottorno, hija de Ortega y Gasset. Son las imágenes de su vida, bien distintas, pero entrelazadas, con las que dedicó a su padre en una publicación memorable.
Doña Soledad no habla sólo de si misma, sino que, explica, en ese “nadie” se encierra lo que han sido las mujeres españolas: sufrieron tanto o más que los hombres, pero sin tener sus derechos. Paradójicamente en el “no era nadie” se encerraba el mejor elogio que se podía hacer de una mujer. Como si la visibilidad póstuma se lograra a costa de una invisibilidad vital. Una mujer, ella, que sólo pudo salir a la palestra cuando, decía, se habían retirado los hombres.
Nació en 1914 y guardaba como un tesoro el recuerdo de una mirada que le transmite su madre, doña Rosa: la de dos personas muy especiales inclinadas sobre su cuna. Acaban de llegar de un acto apoteósico: el discurso sobre “Vieja y nueva política”. Son Pérez de Ayala, el amigo, y su padre, el orador.
El resto no es silencio. Perteneció a una generación, ya casi ida, que representaba a la perfección lo que Ortega denominó como la persona “elegante”, que se elige y se exige, en una especial mezcla de cortesía y generosidad. Continuadora de las “empresas” de su padre, puso en pie la Fundación José Ortega y Gasset. En el despacho de la primera planta, como presidenta y, luego, habiéndose sabido retirar a tiempo, en el más pequeño de la segunda. De ambos salieron los impulsos de las Obras Completas, el día a día de la Revista de Occidente y la atención exquisita a quienes se interesaban por el legado de su padre. Que ya le quiso corresponder en vida con la dedicatoria del que iba a ser su principal libro, el Epílogo, grávida ella de su primer hijo. Escrito ahora el epílogo de su vida, descanse en paz.
sábado, 17 de noviembre de 2007
De las utopías digitales a las utopías limitadas
jueves, 15 de noviembre de 2007
5. La extranjería. Houellebecq y el nihilismo tecnológico.
¿Quién es Houellebecq?
Responde uno de sus personajes: “una especie de Zaratustra de las clases medias”.
¿Qué es toda su obra?
Un inmenso bostezo seguido de una observación cínica.
De Schopenhauer ha sacado la convicción de que el hombre no merece la pena vivir.
Del romanticismo negro el aburrimiento del propio yo: tener que vivir con un fantasma que se me parece.
¿Qué es lo único que queda?
El paréntesis estético.
La primera fase del mismo es el humor y la ironía.Respondes a la brutalidad del mundo agrediéndole, ganas mucha pasta y encima te llaman humanista. Pero “nunca te devuelve la alegría”.
La segunda fase es la solución biotecnológica.Llegar a ser poshumanos mediante técnicas transhumanistas. De momento, neohumanos y más allá, los Futuros, los seres de silicio.
¿Existe la posibilidad de una isla?
Es la extranjería biotecnológica del neohumano Daniel 25, que ha alcanzado la “inocencia”, la indiferencia perfecta hacia la individualidad, el automatismo feliz de la marioneta de Kleist.
Pero que a la postre se rev(b)ela como una versión avanzada del extranjero de Camus, un producto averiado de la ingeniería genética de Sloterdijk,(son los mejores) con la que cierro este ciclo de entradas.
“Me bañaba durante mucho tiempo, al sol y a la luz de las estrellas, y no notaba nada más que una leve sensación oscura y nutritiva. La felicidad no era un horizonte posible. El mundo nos había traicionado. Mi cuerpo me pertenecía por un breve lapso de tiempo; yo jamás alcanzaría el objetivo asignado. El futuro estaba vacío; era la montaña. Mis sueños estaban poblados de presencias emotivas. Yo era, ya no era. La vida era real”.
Son algunos de los problemas de la vida en tiempo real.
miércoles, 7 de noviembre de 2007
Humanismo tecnológico
1.- Vd. sostiene que los hombres “somos seres tecnológicos”. ¿Quiere esto decir que es necesario redefinir el concepto que hasta ahora teníamos del ser humano?
Sí. El hombre occidental ha tenido el aciago destino (fruto de su tradición platónico-cristiana) de verse a sí mismo desde fuera (lo que le gustaría o debería ser) olvidando lo que es. A ello ha contribuido decisivamente la cultura idealista (basada en dualismos como mente-cuerpo, verdad-ficción, real-virtual), que se prolonga en los idealismos digitales. No somos seres digitales, ni transhumanos, ni poshumanos, escasamente cyborgs, sino seres tecnológicos, es decir, humanos, o en camino de serlo.
Las NT son hoy día una oportunidad única, un factor decisivo de humanización, si somos capaces de pasar del “autismo interactivo” a la participación ciudadana.
2.- Habida cuenta de que los avances tecnológicos están diseñados y controlados, al final, por muy pocas manos, y que en su desarrollo priman los intereses económicos, ¿hasta qué punto es viable alguna suerte de humanismo tecnológico?
Todo depende de nosotros. El sujeto no son las tecnologías, sino nosotros mismos. Así que menos discursos sobre “el poder”, “el impacto”, “la democratización”....de las tecnologías, incluso con buenas intenciones, pero que, al fin y al cabo, son discursos de la exterioridad. A diferencia del siglo pasado estamos convencidos de que las tecnologías no cambiarán nuestras vidas, pero sí de que con ellas podemos cambiar nuestras vidas. El humanismo tecnológico sólo es posible si técnicos y pensadores trabajan juntos; si, a pesar de todos los controles, no sólo somos capaces de dar un uso distinto de las tecnologías, sino que creamos tecnologías distintas para los nuevos fines.
3.- “Las nuevas tecnologías están llenas de viejas metáforas”, dice. ¿Se trata de una treta del mercado que recurre a la fascinación de las palabras para evocar imaginarios ancestrales, y con ello hacer valer más sus productos, o de una seria incapacidad del hombre tecnológico para aprehender de verdad la nueva realidad?
Las dos cosas. De alguna manera, vivimos de vendernos y de vender a los demás. En sentido real y metafórico. Las metáforas son extensiones del conocimiento que revelan nuestro poder y nuestra impotencia. Creo que sigue siendo acertado el diagnóstico de que nuestra época se caracteriza por un “arcaísmo cultural y modernismo tecnológico”. No tenemos todavía una cultura de las nuevas tecnologías. Las metáforas son un instrumento de doble filo: podemos ampliar con ellas el conocimiento o pueden inducirnos a llevar una existencia metafórica. Creo que nuestro reto ahora es el de realizar lo virtual y no el de virtualizar lo real.
viernes, 2 de noviembre de 2007
EL GRAN HERMANO POSMODERNO
Las distopías del pasado siglo nos advirtieron sobre las formas modernas del poder ejercido de modo totalitario. Pero también lo hicieron, y suele pasarse por alto, sobre sus manifestaciones posmodernas. Las primeras se referían a su presente inmediato, las segundas al futuro que ya estamos viviendo. Ambas conviven ahora sin demasiados problemas.
Antes era más fácil reconocerlo en la palabra y los símbolos: su fuerza y agresividad invadían la existencia y nada escapaba a la atenta mirada que nos protegía de nosotros mismos. El Estado, ese gran Leviatán, empezó a mostrarse con rostro humano, un rostro hecho de todos, de los políticos, de los filósofos, una cabeza que reunía todas las cabezas, como la dibujara premonitoriamente Kubin. El poder iba de frente y la resistencia también.
Pero las estrategias del poder cambian, no así la finalidad de su ejercicio, y el GRAN HERMANO no quiere ya ser temido, sino amado. Lo sublime posmoderno ha mutado el antiguo terror en algo atractivo y delicioso. La grosera propaganda es ahora amable publicidad que lo invade todo, sin necesidad de guerras coloniales al viejo estilo. El poder es dialogante, se muestra cercano, hasta un poco débil y se deja querer. Está un poco apesadumbrado por la creciente desafección del ciudadano respecto a lo político, pero eso es un acicate más en el desempeño de su sacrificada misión.
Hay más libertad de expresión que nunca, y reconoce hasta los derechos humanos de cuarta generación, promueve las nuevas tecnologías para que todos digan algo y así pocos tengan algo que decir. Apoya al arte contemporáneo, que no molesta a casi nadie, y es un buen ejemplo de la clonación cultural de las diferencias. Y entonces, se pregunta el GRAN HERMANO, ¿para qué la clonación física, si ya tenemos la clonación cultural?
domingo, 28 de octubre de 2007
4. La extranjería. Camus y la solidaridad.
¿Cómo se puede vivir irónicamente (como si,no como si no) ante la certeza de la miseria de la vida y lo inevitable de la muerte?. La respuesta de Camus en La peste es la propia de una estética cognitiva, y se resume en una palabra que casi suena mejor en francés que en castellano: comprensión.
La cercanía esencial a las cosas y a los demás, que nos guiñan los ojos de manera cómplice, se traduce así: yo te comprendo. (Me llama mucho la atención que ahora se vuelva a esta palabra en la nueva estética francesa surgida de la crisis del arte contemporáneo).
“A los hombres nada se les regala, y lo poco que pueden conquistar lo pagan con muertes injustas. Pero la grandeza del hombre no está ahí. Está en su decisión de ser más fuerte que su condición. Y si su condición es injusta, sólo tiene una manera de superarla: ser justo él mismo”.
Con la misma lucidez que Camus, Schopenhauer había llegado a la conclusión de que es preciso negar la individualidad, fuente de todo deseo y dolor en la vida. Pero esa es la peor Nada. Es la autoironía de Houellebecq, pero no la de Camus. La ironía – que ya sirvió a los románticos para defenderse frente al infinito- permite ahora sobrevivir en una vida injusta. Más aún, es la voluntad de vivir como si pudiera hacerse la justicia en una sociedad injusta. Es la manera que el doctor Rieux tiene de ir robando victorias provisionales a la gran derrota final, por momentos aplazada.
En la ironía el hombre absurdo se rebela mediante la comprensión, la sensibilidad solidaria. El mundo sigue siendo opaco, la vida no cambia, pero es distinta si la puede ir poniendo adjetivos. Entonces Sísifo es feliz.
jueves, 25 de octubre de 2007
Schiller y las (per)versiones del alma bella
Para el grupo New Age de nombre "Schiller" la música es la obra de arte total, abarcando toda la existencia en un universo de imágenes visuales y sonoras que expresan la alegría de ser, signo distintivo del alma bella.
Esta alegría de ser se expande en un amor universal, cuya escritura sincopada no debe inducirnos al kitsch
El rapero Doppel-U ha expresado su admiración por Schiller con títulos como "Schiller war ein Killer" (Schiller fue un asesino), que debe ser entendido en la jerga actual del alma bella. Su homenaje al "Himno a la alegría" puede admirarse en esta versión de hip-hop.
lunes, 22 de octubre de 2007
El lado oscuro de lo sublime
En la Fundación Juan March de Madrid puede visitarse una magnífica exposición, La abstracción del paisaje. Del romanticismo nórdico al expresionismo abstracto. Ha sido concebida inspirándose en el libro sobre el mismo tema que tiene como autor a Robert Rosenblum. En un rincón de la sala puede verse un pequeño cuadro de Thomas Cole, El diablo arrojando al monje desde el precipicio. Es un dibujo a pluma con tinta marrón, sin fecha, probablemente una ilustración de la novela gótica El monje de Matthew G. Lewis. Pese a su reducido tamaño, llama la atención por la temática, aparentemente ajena en contenido y forma al curso de lo sublime en el tratamiento romántico del paisaje que se nos ha ido sugiriendo.
La muestra tiene un indudable valor pedagógico, reforzado por la edición de un excelente catálogo. Nos invita a seguir un camino, el de la abstracción, el devenir de ese concepto. Más que romántico es hegeliano: es el arte puesto en concepto, entendido como la historia de algo que se despliega espacialmente. Lo interesante de la exposición, lo que proporciona una visión distinta del romanticismo, no es sólo que ilustre las tesis de un libro original. Quizá, incluso, hasta esta perspectiva pudiera resultar errónea, pues corre el peligro de reducir el arte a literatura, o a filosofía del arte, de la que el romántico Schlegel decía que, o bien falta el arte, o falta la filosofía.
No. Lo interesante es la concepción nietzcheana de la historia que maneja Rosenblum, una historia para la vida que la hace siempre contemporánea. Ha sido la necesidad de entender el expresionismo abstracto contemporáneo lo que le ha llevado al romanticismo nórdico y no al revés. Toda una lección de cómo tratar el tema de la “actualidad” en la historia. Desde esta perspectiva, y ya que no se ha montado así, según esta lógica, mi consejo es que empiecen la visita de la exposición por el final. Sale otro romanticismo, el que piden también algunos artistas contemporáneos allí expuestos, y al que responde el cuadrito de Thomas Cole. Es el romanticismo negro.
Tomemos como ejemplo el cuadro de Max Ernst, Forêt et soleil. El bosque, oscuro, es un muro amenazante que no invita al espectador a adentrarse en él. El sol, de los muertos, es de un gris lechoso helador. Todo ello configura un escenario propicio al terror gótico. Mientras que en el romanticismo luminoso lo sublime del paisaje despierta el sentimiento y conocimiento de que la esencia de lo real es ideal, en este cuadro surrealista encontramos ecos del romanticismo negro: la esencia de lo real no es ideal (verdadero, bello, bueno) sino surreal. No hay una identidad con la naturaleza, sino un rechazo, que puede traducirse en una aniquilación. Y desde este cuadro volvemos al de Cole. Lo entendemos mejor.
Es el lado oscuro de lo sublime. No eleva, no sublima en la contemplación, sino que destruye. No es un paisaje humano, hecho a medida del hombre, sino demoníaco, pensado para su aniquilamiento. No hay melancolía ni consuelo. Tampoco se pinta el sentimiento de misteriosa identidad entre la naturaleza y el espíritu, presente en los otros cuadros románticos. Lo que aquí se celebra es el triunfo de lo elemental, el horror de su irrupción a escena. Ni siquiera el mal es el protagonista, es algo más fuerte y primigenio. La poderosa roca avanza cual cabeza de un monstruo que se adivina a la espera. La figura humana tampoco importa aquí, ni siquiera se puede hablar de la roca del diablo y sólo del diablo de la roca. Si no fuera por el título no encontraríamos un nombre, un hombre. Es el dibujo terroso de la pluma, no el óleo o la acuarela, quien perfila en un punto, en un momento, identidades destinadas a perderse en la nada. La naturaleza mata.
jueves, 18 de octubre de 2007
3. La extranjería. Camus. La ironía.
“El mayor valor consiste en mantener los ojos abiertos a la luz, así como a la muerte. Por lo demás, ¿cómo decir el lazo que hay entre este amor, devorador de la vida, y esta desesperación secreta? Si presto oídos a la ironía agazapada en el fondo de las cosas, ella se me descubre lentamente. Guiña su ojillo claro, y dice:<
La ironía es una forma de lucidez, una mirada al mundo que contempla las dos partes, las múltiples caras y no elige ni decide, sino que suma e integra. Es una ficción, una vista que (co)responde a la mirada de las cosas. La ironía es así una actitud responsable. La textura irónica de lo real emerge en el rostro de las apariencias. La existencia irónica es el vivir “como si”. Curiosamente, un modo de existencia al estilo kantiano, según la interpretación del pragmatismo y que no anda muy desencaminado.
En El Extranjero aparece la figura del que vive, pero no elige, actúa, pero se en apariencia se deja llevar, es todo lo contrario de la teoría de la intencionalidad. A la pregunta de por qué había disparado contra el árabe responde, irresponsablemente, echando las culpas, no a otro, sino a “lo otro”, las cosas, “el sol”, para hilaridad y censura de los presentes, lo que les confirma en la ausencia de sentimientos, de humanidad. Y sin embargo, el extranjero es la figura de la humanidad sin sentimientos, sin buenos sentimientos en sentido moral, pero que conserva el extraño ethos de la solidaridad primaria de las cosas, del amor y de la amistad.
Lo que nos da otra clave y es la de lo corporal y lo físico como expresión de la necesidad de las cosas. Todo ello configura un humanismo de la carne. A la pregunta del abogado de si había sentido dolor el día de la muerte de su madre responde el extranjero: “Le expliqué, sin embargo, que yo era de tal naturaleza que mis necesidades físicas alteraban con frecuencia mis sentimientos”.
Semejante desapego de sí mismo por amor a la vida expresa una condición dialéctica del Yo, vecina a la del doble romántico. Es (Adorno) conciencia consecuente de su no identidad. El yo empírico es el pariente pobre del yo, se le tolera porque es inevitable, pero apartado, condenado a la no existencia. Pero toda dialéctica tiene su dialéctica. Como se ve al final de Dialéctica negativa el pensamiento que vive de negarse a sí mismo es la ironía. Y, sin embargo, en Camus, no vive de negarse a sí mismo. No es paralítico, pero es circular, no cae en círculos viciosos, sino que va en círculos a las cosas. Este romanticismo que vuelve sobre sí mismo, a favor de sí mismo, contra sí mismo, en el mismo período de tiempo, después de él, incluso al fin de los tiempos, muestra el valor cognitivo de los sentimientos en su negación misma como puro sentimentalismo social identitario.
domingo, 14 de octubre de 2007
2. La extranjería. Camus y la Nada mediterránea.
Esta certeza comienza con la lectura del texto de Camus El revés y el derecho, un magnífico título dialéctico. Normalmente se acentúa un lado u otro, pero la mirada dialéctica se fija en los dos. No se trata de una mirada filosófica (al menos en sentido tradicional) sino literaria. No se trata de la mirada moralista, que subraya lo que está bien y lo que está mal, y que raramente describe lo que hay. Se trata de una estética cognitiva, no prescriptiva. Aquí la mirada dialéctica es, efectivamente, y en sentido adorniano, la conciencia consecuente de la no identidad, de la contradicción, o, simplemente, de la diversidad que no se deja reducir a la unidad. Un magnífico texto lo expresa:
“Me admira que puedan encontrarse, a orillas del Mediterráneo, certezas y reglas de vida, que el hombre satisfaga en ellas su razón y que por ellas justifique un optimismo y un sentido social. Porque lo que entonces me llamaba la atención no era un mundo hecho a la medida del hombre, sino un mundo que se cerraba sobre el hombre. No, si el lenguaje de esos países era acorde con lo que resonaba profundamente en mí, no lo era porque respondiera a mis preguntas, sino porque las hacía inútiles. No eran acciones de gracias las que podían subirme a los labios, sino esa Nada que sólo pudo nacer ante paisajes aplastados por el sol. No hay amor a la vida sin desesperación de vivir” [1].
Quizá esté ahí la clave de su obra: el amor a la vida fundado en la desesperación de vivir. La extranjería tiene su raíz en un mundo que no ha sido hecho a la medida del hombre, y también en el fracaso de intentar hacer al hombre medida del mundo. No somos ni microcosmos ni macrocosmos, ya sea por las obras o por el origen. La extranjería, tal como viene del romanticismo tiene una doble condición: extranjero en y para el mundo y extranjero en y para sí mismo. El sufrimiento y el aburrimiento son los temples de ánimo fundamentales que subyacen a ello. Pero en Camus la extranjería da lugar a una fina ironía y a la más fiable solidaridad entre los hombres. No es un nihilismo nórdico porque en él existe una palabra que lo cambia todo: amor. Inténtenla encontrar en los escritos de Heidegger.
[1] Camus, Albert. Obras I. Alianza Editorial, Madrid, 1996, p. 61.
miércoles, 10 de octubre de 2007
La extranjería 1.
Aunque la extranjería tiene raíces profundamente románticas su análisis no constituye un ejercicio de introspección sino de exterioridad. Consiste en la estética del extranjero como extraña a la dicotomía de sujeto y objeto. Hay una experiencia, no más importante, pero sí más radical, que la de la extranjería referida al fenómeno, con frecuencia desgarrador, de las migraciones y es la de la extrañeza ligada a un ser y un hacer del individuo. Lejos de ser una patología es un síntoma de salud que obliga a replantear lo que se entiende por normalidad.
Ya desde Camus, pasando por Houellebecq, el extranjero provoca el horror del hombre que se ha vuelto invisible para los demás, pero del que se sabe que está ahí, y su mera presencia, aunque no haga nada, es ya inquietante. Estamos haciendo frente a la otra extranjería con el discurso, nos encontramos desvalidos ante el racismo de la mirada, pero ¿qué hacer ante una extranjería que no se combate, ni se sufre, sino que se busca? Una extranjería que no se ve, pero que se siente; que para verla habría que salir y siempre estamos dentro.
domingo, 7 de octubre de 2007
Inland Empire
Desde esta perspectiva no entiendo las reacciones apasionadas que suscitan sus películas. Me extrañan las invectivas de las personas normales que se leen en la red, declarando que se han aburrido mortalmente, o lo que es peor, haber sido torturadas durante las tres horas que dura la proyección de Inland Empire. Pero también miro con recelo las confesiones de aquellos a los que ese tiempo se les ha pasado en un suspiro.
Reconozco que las películas de Lynch me gustan mucho, precisamente porque me dedico a la Estética. El gusto es una sensibilidad educada para entender nuestro tiempo en palabras e imágenes, no una degustación de pasteles o una purga de ricino, en la que esté en juego lo agradable o desagradable de una propuesta. La Estética es trabajo. Y dicho esto, Lynch me parece un pelmazo inaguantable si de lo que se trata es de divertirme y pasar un buen rato viendo una película. Pero él nunca nos engaña. Si acaso nos engañamos nosotros, que no sabemos dónde nos metemos al entrar en la sala, y además pagando.
Pero queda otro recurso. Como es el de meter el DVD en el ordenador y hacer sobre el montaje del director el montaje del espectador, según nuestros intereses. Quedamos así liberados de comprender y, lo que es peor, explicar las secretas y retorcidas intenciones del director. Este punto me importa especialmente. No sólo no se trata de divertirse, sino tampoco de entender la película. Más bien, de percibirla, que es algo distinto. Y es ahí donde entran las imágenes visuales y sonoras.
Sólo un ejemplo, entre muchos posibles. Una selección de planos del personaje múltiple que encarna Laura Dern. Todo un viaje con una clave
Y LA CLAVE