jueves, 26 de mayo de 2016
lecciones de historia
En Lecciones de Historia (1972) es preciso atender no tanto o solo a las lecciones de historia que se imparten textualmente sino sobre todo y en especial a cómo se imparten fílmicamente. Al fin y al cabo este es el objeto de la película. En ese cómo destacan el ritmo y las imágenes intermedias no solo visuales sino sonoras. Las películas de los Straub-Huillet no tienen destinatarios, ni siquiera ellos mismos, y todavía menos encarnan el patetismo metafórico de la botella arrojada al mar tan caro a los académicos alojados en el Hotel Abismo. Cada plano niega al anterior, las entrevistas son atrabiliarias, rechazan al agudo exégeta : Que no, que no, que no proyecté en Bach mis problemas de financiación, que tampoco metí con calzador el tema del (mi) exilio en la película sobre Schönberg, que no me psicoanalizo a costa de los espectadores en mis películas como hace Godard. En fin...
Frente a lo que podía esperarse como una lección de historia de hechos relevantes, una historia teleológica, asistimos a una historia caótica de piezas irrelevantes e intrascendentes, difíciles de casar, de encajar en la historia oficial. Se trata de la historia concebida como crítica de la economía política, ciertamente, pero sin moralina. Es un cine de conocimiento pero no de denuncia, redención o salvación, esto último pertenece a otro Negociado, el ético. Es la otra historia, sí, desde el punto de vista de un esclavo, pero no según el esquema edificante de historia de los vencidos que adoptan el mismo punto de vista narrativo de los vencedores, solo que ahora les toca a ellos. No, este esclavo ama a su señor, le ayuda en su desvalimiento e inutilidad, le admira por su capacidad de supervivencia de clase noble, que siempre caerá de pie, al borde del abismo pero salvándose en el último momento con una pirueta mezcla de inconsciencia y destreza heredada de generaciones. Las Memorias del esclavo son un testimonio (“mártir”) de una oportunidad para él irrepetible de contar lo que realmente sucedió y, para Brecht, sigue sucediendo: que toda la retahíla de consideraciones ejemplares sobre el kalos kai agathos de entonces, y la publicidad atosigante en torno a la beautiful people de ahora lo que revela, en el fondo, es que se trata de una colección de desaprensivos, simpáticos y sin escrúpulos, que la cultura ha convertido y convertirá en objeto de culto y de nostalgia.Solo es cuestión de tiempo, y el tiempo tiene mucho tiempo, nosotros no.
El modo fílmico de hacer historia es discontinuo frente a la continuidad narrativa textual. Por ello, los tiempos muertos, de movimiento incesante, pero no narrativo, cobran una importancia singular, así como los relatos en los que más que dibujar una personalidad se desdibuja en persona, en máscara. El “ahora” se parece mucho al “ayer”, aunque solo sea porque es hijo suyo. Pero no hay un “tiempo ahora”, ese tiempo fuerte expresionista (rebajado a “líquido” por la incontinencia literaria de Bauman) que encandiló por igual al marxismo heterodoxo de “San” Benjamin y al nazismo sui generis de “Herr” Heidegger.
Así los 9 minutos iniciales de tráfico caótico en el laberinto urbano, observados por esa fuente romana, una Gorgona terrible por lo apacible de su indiferencia al paso del tiempo humano. Esta secuencia se va a repetir incomprensible pero decisivamente, con pocas variantes, a lo largo de la película. No sucede nada en esa conducción lenta, llena de obstáculos, ruidos de claxon, de motor, voces de transeúntes, guiada por el ojo incierto del parabrisas a duras penas por las callejuelas de la Roma vieja, sin un destino aparente, aunque luego le vemos, de repente, sentado junto a una figura romana togada que recita una historia de manera mecánica, monótona, artificial, deshumanizada, de las andanzas de Julio César. Es una memoria del presente, indagando, (re)construyendo la otra historia desde sus orígenes de la democracia, el lado sangriento de los ideales. Así conocerá de segunda mano la leyenda del “señor” Julio César vinculado a ella pero que en el texto de Brecht no tiene nada de glorioso, épico o heroico. Todo lo contrario, emerge en la memoria de las Memorias como un político del trapicheo, amoral, depresivo, obsesionado con satisfacer las ambiguas direcciones del bajo vientre; un vulgar especulador entrampado por las deudas que comercia con todo, especialmente con los esclavos, para salir de unas y entrar en otras. Es miembro de un Senado depredador y venal, un recinto de mercadeo en el que se planifican las guerras como avatares de comercio. Un César de pequeñas miserias pero a lo grande.
Tanto el recorrido de Roma como el discurso de las Memorias son cortados abruptamente en cadencias de 45 segundos por las imágenes de un torrente ruidoso y embravecido. No se encarecerá lo suficiente la importancia de lo sonoro en los Straub-Huillet para comprender su cine barroco deshumanizado…
(To be continued)
domingo, 22 de mayo de 2016
jueves, 19 de mayo de 2016
sábado, 7 de mayo de 2016
jueves, 5 de mayo de 2016
lunes, 2 de mayo de 2016
sábado, 30 de abril de 2016
domingo, 24 de abril de 2016
Bienvenido el fin de esas humanidades
“Vetera instauramus nova non prodimus” (Erasmo de Rotterdam)
En este momento uno de los mayores servicios que la Universidad puede rendir a la sociedad es dejar de dar la lata con el tema del fin de las Humanidades. Ya cansan tantas jeremiadas que no se sustentan sino en hipocresías personales, marrullerías académicas y en un bajo rendimiento laboral que no se toleraría a un trabajador de cualquier empresa. Urge presentar un ERE en las Instituciones dedicadas a las Humanidades. El objetivo de esa poda no es otro que permitir a las ramas vivas de las Humanidades crecer fuertes y cumplir con la función social a la que está obligada la Universidad. Aunque se le pague por ello lo último que se le pasa por la cabeza a un “humanista” pata negra es que es un trabajador.
Agobiado por esas instituciones llamadas ANEP y ANECA que le reclaman con la insistencia del cobrador del frac los papeles inútiles, pero indexados, de su obra restauradora ni se le ocurre pensar que la sociedad espera también una obra productiva y creadora. Y que, si son incapaces de ello, al menos no frustren a los alumnos que vienen con esa ilusión. No hay más que echar un vistazo a las normativas universitarias de TFG y TFM para ver que están concebidas con el propósito expreso de evitar cualquier tentación de un trabajo creador. Lo único importante es la interpretación amanuense y la bibliografía, con preferencia de los miembros del tribunal, solo citados en esas condiciones de cautividad. Se habla de la endogamia de las plazas universitarias pero menos de esa otra en que solo se leen entre ellos (y a veces ni eso) y un turismo académico menesteroso disfrazado de Congreso en que ya ni se escuchan unos a otros pues lo más importante es obtener cuanto antes el certificado de asistencia (previa firma) o por la “comunicación” (¿¿??).
Esos prolijos artículos de desocupados sobre el fin de las humanidades pueden dar la falsa impresión de que son una muestra de la rebelión (¡ojalá fuera así!) de las Humanidades cuando lo que expresan es el fenómeno más generalizado y más triste hoy día en la Universidad española: la desmotivación. Los que pueden se van, se prejubilan o hacen lo menos posible resistiéndose a una burocracia paralizante y a unas tareas de gestión cuyos cargos se revisten de arúspices para desentrañar reglamentos que se contradicen a sí mismos. Y hay algunos, créanme, que hasta lo encuentran excitante y les ponen las reuniones de Departamento y Facultad mucho más que las tertulias en el Casino. Es su única “vida”.
Lo que voy a añadir no son consideraciones “buenistas” sobre que no todo es así, que hay excepciones, etc., No. Todo lo contrario. En este mismo blog se pueden encontrar artículos míos en defensa de la Universidad cuando ha sufrido ataques injustos. Pero es hora de hacer también autocrítica. Por ir a lo que más conozco: Lamento muchísimo que disminuya la Filosofía en Secundaria pero me alegraría mucho de que desapareciera, a ser posible, la Historia de la Filosofía de ella, para que entren también otras opciones de Filosofía. Reducir la Filosofía a una Historia de la Filosofía es empobrecerla ofreciendo una imagen distorsionada. Y que conste que he sido profesor de Historia de la Filosofía moderna y contemporánea durante años. Es admirable ver cómo los compañeros de la Secundaria salvan la situación para interesar al público adolescente, con excelentes resultados en ocasiones.
La sociedad nos está pidiendo que cambiemos. Yo mismo, sin ir más lejos, me he sentido interpelado por el supremo líder, Pablo Iglesias, cuando proclamaba hace unos días que “hay que reestetizar la realidad política” ¿Qué me está diciendo con ese su buen tono? Que deje de escribir la enésima glosa a la última ocurrencia de Ranciêre y acabe de una vez eso que he prometido: España, una democracia estetizada. Me lo estoy pensando, igual pactamos a última hora.
miércoles, 20 de abril de 2016
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