jueves, 13 de marzo de 2025

Ángel Marcos. Una belleza terminal

 


Existir es resistir, decía el viejo Schelling. Existir es también mecerse. Otra forma de viaje. Es la impresión casi hipnótica que se recibe al contemplar el video de 3m , titulado “Paisaje de resistencia”, acompañado por la nana de Joaquín Díaz, “Durme, durme”. En una sala oscura es difícil apartar los ojos de un diminuto barquito que se mece en lo que puede ser un charco grande, no un mar encrespado. No transmite fragilidad sino inocencia, nada de diseño sofisticado, sino el sucinto mástil con vela de cartón recortado y pegado, pinchado en una corteza ahuecada que flota. Es ella la que mantiene la estabilidad, la vela no es empujada por el viento del aire sino por las ondas del agua.  Va y viene, gira, se acerca y se aleja. En otros momentos de la obra de Ángel Marcos se le ve siguiendo su camino, no amenazado, sino a su aire.


Más que abrir surcos con la poca envergadura parece empujado por las suaves oscilaciones que se generan alrededor. Es un símbolo de viaje que atraviesa países, pero no deja de ser un viaje interior a través de una belleza terminal, minimalista por muy amplio que sea el escenario.


Destaca, junto con la inocencia, la humildad del dispositivo y los ambientes en que se mueve y es movido. Como es sabido esa inocencia es fruto de un intenso trabajo y no menos complicación. Es un barroco de lo cotidiano con esperanzas. Desde los extremos y el minimalismo. En medio de la foresta y como tímidos brotes verdes en el patio lleno de cachivaches.


Una magnífica exposición, comisariada por Fernando Castro Flórez, que se puede ver en el DA2 de Salamanca

domingo, 9 de marzo de 2025

The brutalist 3

La respuesta toma un camino distinto al seguido por las mencionadas teorías estéticas. Pero, no tanto por el desarrollo de la película y la falta de antecedentes sino por el discurso final. Se contextualiza en una arquitectura que encierra “el núcleo duro de la belleza”, el brutalismo, síntesis de varios autores, entre ellos Kahn, a caballo entre la mística de la luz y el edificio como reflejo del estado social. La belleza como modo de resistencia, para ser auténtica, es entonces una belleza hibridada con lo feo, desnuda, pobre, elemental, brutal, sin armonías forzadas. 


La cantera de Carrara tiene entonces su contrapunto en el monumento para la comunidad en Filadelfia hecho con los recuerdos de su experiencia en Buchenwald. Este campo estaba al lado de Weimar y se ha especulado mucho, se han hecho documentales, sobre la cercanía de la Weimar de Goethe, del clasicismo y romanticismo con la barbarie. Sin embargo, esos vacíos de luz, esos pasadizos en la penumbra son también la posibilidad de escapar a la aniquilación. Pero no bastan. La frase final de la película pone entre paréntesis toda la mística en torno al viaje romántico cuando se trata de la emigración: importa el destino no el viaje.

 

jueves, 6 de marzo de 2025

The brutalist 2

 

Esa ecuación arte y vida limitada al individuo, salta por los aires cuando se trata, en realidad, de la de arte y sociedad, que le sobrepasa. Al radicar el arte en, de, y para la sociedad, lo que muestra la película no es tanto una sociedad enferma en Europa, sino en el país de “acogida” (“no nos quieren”, dice Toht, “lo toleramos”, le dicen a él). Se confirma así la experiencia de muchos exiliados en USA de que el capitalismo era la otra cara del fascismo, no menos depredador. Será la tesis que mantenga cierta izquierda en los años 50 y 60 del pasado siglo. En concreto, los frankfurtianos. Por ello, el brutalismo ya no es solo la etiqueta de un movimiento artístico sino una característica de la sociedad, ¿solo de esos años?


Interrumpiendo la larga duración de la película aparece a la mitad una foto de ajuste invitando a un descanso (controvertido) y a visitar lo que en aquellas épocas llamaban “nuestro selecto ambigú”. Esa segunda parte lleva por título “El núcleo duro de la belleza”. Efectivamente, hay un núcleo de violencia en la belleza y en torno a él gira la película. El trasfondo del Holocausto hace casi inevitable la mención de teorías estéticas que lo tienen en cuenta. Sin embargo, en este caso se dan algunas variantes.

“La afinidad de toda belleza con la muerte tiene su lugar en la idea de forma pura que el arte impone a la pluralidad de lo vivo, que en él se apaga. En la belleza no turbada se habría calmado por completo lo que se le opone, y esta reconciliación estética es mortal para lo extra estético. Este es el luto del arte.” (Adorno. Teoría estética).



La belleza del arte supone aquí la destrucción de lo real para construir lo ideal. En otros términos, y según Adorno, la belleza del arte es la herida que este inflinge a la naturaleza. De modo que no hay arte sin violencia. Esa brutalidad del arte tiene consecuencias y se traslada al abuso humano. En la película la vista de la herida causada en la montaña para extraer el mármol en Carrara es, a la vez, bella y terrible. Y el arte no sale indemne de ello. Tampoco el ser humano. El mismo arquitecto participa como verdugo y víctima de esa doble violación. 

Señalaba Adorno que una sociedad enferma solo puede crear obras de arte enfermas, llenas de la violencia que creyó combatir y que acaba sublimando. Están hechas del sufrimiento humano. Ese es el verdadero núcleo. De modo que, nos indica, si supiéramos el enorme sufrimiento humano con el que han sido amasadas grandes obras de arte (pirámides, catedrales) se nos amargaría el placer estético con que las contemplamos. 
Pero sigue pendiente la pregunta de ¿cómo es posible entonces hablar de belleza en esta película?

miércoles, 5 de marzo de 2025

The brutalist 1

 


El comienzo hacía temer lo peor: una de esas películas con las que Hollywood se purga del sueño americano para seguir disfrutando de él. El reverso de El nacimiento de una nación. La llorera incontrolada de un histriónico Adrien Brody parecía abonarlo. Y, sin embargo, la larga duración ha permitido un desarrollo que matiza esas primeras impresiones. La interpretación modulada a lo largo del filme le ha hecho acreedor con toda justicia del premio. Yo hubiera preferido que se lo llevara Thimotée Chalamet, pero siendo joven y su personaje un Dylan imprevisible, no podía competir con la “ejemplaridad” de László Toth.

La película camina sobre el filo del “buenismo” aunque determinadas imágenes lo alejan de él, mientras que el inoportuno (desde el punto de vista fílmico) epílogo lo hunde  irremediablemente en ello. Es el truco de la moralina final, propio de las viejas películas de Hollywood regodeándose en el vicio, las escenas fuertes, durante la trama y condenándolo al final. Si el epílogo hubiera sido el prólogo me atrevo a opinar que no habría ganado tantos Oscar. Un final conceptual para una película emocional.

Tenía que ponerlo el director para hablar de un pasado bajo el nazismo que no muestra y, sin embargo, su sobrina dice que es la clave de su obra más icónica; escamoteando el origen de unos traumas que explicarían hasta qué grado el arquitecto, cuando ya empieza la película, es un hombre enfermo que llega a un país donde, por el cartel mismo de la película, ya nos hace sospechar (sin otro fundamento) que no encontrará la libertad que busca.

 La vida pasada importa porque de ella ha salido su arte. Y es que el título no alude solo a un tipo determinado de arte, no dice “brutalismo” sino “el brutalista”, aludiendo a la peculiar relación entre arte y vida, realizándose no solo en lo que han incidido las apreciaciones, el arte, sino contaminándose, más bien. El epílogo sublima esa relación, la película lo niega, una estrategia de marketing perfecta.

Toda la fuerza de la película está en la ambigüedad muy calculada de un título que se despliega en unas imágenes audiovisuales muy potentes (atención a la banda sonora) llenas de contradicciones respecto al mensaje verbal y que la hacen muy interesante y atractiva para diferentes públicos. Que es de lo que se trata. Lo iremos viendo.


domingo, 2 de marzo de 2025

Un completo desconocido

 


Pocas veces se encuentra una película audiovisual en el pleno sentido de la palabra. Hablando de cine esta afirmación puede parecer una simpleza (probablemente, lo es). Sin embargo, estamos acostumbrados a elegir entre musicales o películas en las que la imagen sonora hace de fondo, a ratos protagonista, de la imagen visual. En este caso, la integración de los dos tipos de imagen es perfecta, más si se tiene en cuenta que la mayor parte del tiempo son “canciones”. Una excelente película.



Y son precisamente ellas las que hacen que sea una película de “paso”, de paso del folk al rock por la vía de la metamorfosis; de cómo aquellos que vibraron con “porque los tiempos están cambiando” no pueden aceptar que el suyo también cambie. Más aun, a los que traen el cambio no se les permite que cambien. En el festival de Newport 1965 la banda de rock de Dylan atronaba con la guitarra eléctrica mientras el público pitaba y se desgañitaba reclamando el “Mr. Tambourine Man” del año pasado. ¿Qué había cambiado?


Que los tiempos están cambiando, a favor de unos contra otros, ha sido el slogan que han hecho suyo generaciones, en España sonaba especialmente al comienzo de la Transición. Pero en la versión de Dylan hay un componente que no coincide con la recepción: son tiempos diferentes, no necesariamente mejores. A propósito de un diálogo de la película se percibe mejor el matiz: Dylan distingue entre mejor y diferente y esto último es lo que quiere ser él. Primero en lo que otros hacen, el folk y la canción protesta de tema social y luego, cuando todo es lo mismo, cuando han asesinado a Kennedy, a Luther King, cuando afirma que nada cambia, crea su propia diferencia, donde ya no tienen cabida los otros. La película es un camino a la diferencia desde lo que estamos acostumbrados y nos gusta de Dylan. Las buenas canciones no nos hacen buenos, pero algunas nos hacen sentirnos mejor.

Crisis de los misiles en Cuba, Baez pone la TV con las noticias, Dylan la apaga aburrido. Canta, cantan, “Flotando en el viento”. Poesía, siempre poesía. Casi todo el mundo sintoniza con Dylan, pero ni los que están más cerca lo comprenden, Joan, pasados los años, reflexiona que es complejo, complicado y mejor no intentar entenderle. En una tienda de discos observa que de su disco hay muchas copias, delante de él se acaban de llevar la última de Baez. El minimalismo en los gestos no permite sospechar nada, pero se advierte la decepción. En cierto modo, la película es el aprendizaje de la decepción. Al final, Joan (una excepcional Monica Barbaro) le dice que ha ganado, se ha salido con la suya, es libre, de ellos y sus mierdas. A través de la decepción de Newport.

Thimothée Chalamet hace el trabajo perfecto de un ser en apariencia desvalido, con voz nasal, boca torcida, mascullando las palabras, escupiendo las canciones, que sigue su camino a la deriva, pero con una meta, la carretera del éxito por la que va a toda pastilla con su moto; poseído de la pasión de la música, sin perder ninguna oportunidad que se le presenta, dejando en la cuneta a quien ya no puede seguirle, como Peter Seeger, un seráfico Edward Norton, lejos de los papeles violentos de American History X.   Manteniendo su fidelidad al terminal Woody Guthrie. 


 El enfoque de la cámara es importante, sitúa al espectador desde un lugar privilegiado que le permite asistir a todo, no desde la distancia del público que adora el escenario sino entre bambalinas, donde la desmitificación favorece la sintonía, los otros primeros planos. Y en la retina se queda la transformación que va sufriendo el rostro de Elle Fanning (merecía más papel) cuando escucha cantar a Joan y Dylan “It Ain't Me Babe”. Ya no puede más.








miércoles, 26 de febrero de 2025

Animales difíciles


 
Una ideología neoconservadora de determinismo tecnológico, la exhibición de lecturas incompletas y mal digeridas sobre el tema (Bostrom), lastran la última entrega distópica de la trilogía. Pierde la novela y no gana la teoría. 

domingo, 16 de febrero de 2025

viernes, 7 de febrero de 2025

miércoles, 22 de enero de 2025

Nosferatu


 Está presente casi todo de la literatura audiovisual en torno al tema...pero el toque Lovecraft marca la diferencia. 

viernes, 17 de enero de 2025

David Lynch se ha ido con el "pez dorado"

 

Este anuncio de David Lynch para Technics de Panasonic de 1999 es un collage en el que se sobreimpresionan motivos de la obra  y de los anuncios. El anuncio está dividido en dos secciones claramente diferenciadas. A la derecha imagen del equipo de sonido y texto en caracteres pequeños. A la izquierda una composición gótica en el que contrastan el gris oscuro y el fuego provocando un sentimiento de lo siniestro que se plasma en la imagen del doble. Quien compra el aparato musical de la derecha compra el producto cultural de la izquierda. La identidad del producto ya no es de simple consumo sino cultural, introduce a un modo de estar en otro mundo, en un mundo de identidades duales.




domingo, 5 de enero de 2025

Heretic

 






Una excelente muestra de la teología del terror y viceversa. Magnífica interpretación de Hugh Grant y versión final del clásico de Dylan.