miércoles, 26 de marzo de 2008
El arte del paisaje
Este es un libro excelente de una meritoria colección como hay pocas sobre estos temas.
El paisaje no es aquí el espacio físico en que estamos, sino el objeto de una experiencia estética en la que se funden naturaleza y cultura. El paisaje es el límite móvil de una existencia. Al acariciar con la mirada los contornos físicos de las cosas estamos creando la geografía sentimental de nuestra alma. Proyectando sobre él dudas y pasiones emborrascamos el horizonte del cielo.
Sin embargo el arte del paisaje no debe reducirse al paisaje del arte, por muy bello y sublime sea.
“Numerosos parques y jardines son re-creaciones del Paraíso perdido, o del Edén, y no los sitios dialécticos del presente.....Sin embargo, al lado de esos jardines ideales del pasado y de sus homólogos contemporáneos – los parques nacionales y los grandes parques urbanos-, están esas regiones infernales que son los vertederos, las canteras, los ríos contaminados...Debido a su profunda inclinación hacia un idealismo puro y abstracto, la sociedad ignora qué es lo que conviene hacer con dichos lugares. Nadie quiere ir a pasar sus vacaciones a un vertedero público” ( Smithson. En Maderuelo, Javier. Nuevas visiones de lo pintoresco: el paisaje como arte, Fundación César Manrique, Lanzarote, 1996, p.28).
“Ahí, en el paisaje infinito de los espacios abiertos del campo y la montaña, en la naturaleza creada, manipulada o destruida por el hombre y en las zonas donde la ciudad pierde su nombre y se convierte en vertederos y construcciones obsoletas, es desde donde debe reflexionar y para donde debe presentar sus propuestas el artista actual”[1] .
[1] Manuel García Guatas: “Paisaje, tradición y memoria”. En Maderuelo, Javier. El paisaje. Arte y naturaleza. Huesca, 1997, p. 91.
Y está también el otro paisaje, el de la nueva Heimat, la ciudad, que contempla el último romántico.
Cortesía de un amigo de Cáceres, sin rostro todavía.
jueves, 20 de marzo de 2008
Arthur A. Clarke
Una poesía visual de lo sublime tecnológico
“Confiado de nuevo, como un buceador de grandes profundidades que ha recuperado el dominio de sus nervios y su ánimo, lanzóse a través de los años-luz. Estalló la galaxia del marco mental en que la había encerrado; estrellas y nebulosas se derramaron, pasando ante él en ilusión de infinita velocidad. Soles fantasmales explotaron y quedaron atrás, mientras él se deslizaba como una sombra a través de sus núcleos; la fría y oscura inmensidad del polvo cósmico que antes tanto temiera, parecía sólo el batir del ala de un cuervo a través de la cara del sol[...]Ante él, como esplendente juguete que ningún hijo de las estrellas podría resistir, flotaba el planeta Tierra con todos sus pueblos[...]Luego esperó, poniendo en orden sus pensamientos y cavilando sobre sus poderes, aún no probados. Pues aunque era el amo del mundo, no estaba muy seguro de qué hacer a continuación
Mas ya pensaría algo”
Arthur C. Clarke. Una odisea espacial. 2001. (Más allá del infinito)
“Confiado de nuevo, como un buceador de grandes profundidades que ha recuperado el dominio de sus nervios y su ánimo, lanzóse a través de los años-luz. Estalló la galaxia del marco mental en que la había encerrado; estrellas y nebulosas se derramaron, pasando ante él en ilusión de infinita velocidad. Soles fantasmales explotaron y quedaron atrás, mientras él se deslizaba como una sombra a través de sus núcleos; la fría y oscura inmensidad del polvo cósmico que antes tanto temiera, parecía sólo el batir del ala de un cuervo a través de la cara del sol[...]Ante él, como esplendente juguete que ningún hijo de las estrellas podría resistir, flotaba el planeta Tierra con todos sus pueblos[...]Luego esperó, poniendo en orden sus pensamientos y cavilando sobre sus poderes, aún no probados. Pues aunque era el amo del mundo, no estaba muy seguro de qué hacer a continuación
Mas ya pensaría algo”
Arthur C. Clarke. Una odisea espacial. 2001. (Más allá del infinito)
sábado, 15 de marzo de 2008
Arte, eternidad, tiempo, redes sociales
"La eternidad está enamorada de los frutos del tiempo" (William Blake)
La "correspondencia" nos lleva a
• “Ha buscado por todas partes la belleza pasajera, fugaz, de la vida presente, el carácter de lo que el lector nos ha permitido llamar la modernidad. Con frecuencia raro, violento, excesivo, pero siempre poético, ha sabido concentrar en sus dibujos el sabor amargo o embriagador del vino de la Vida"
• “La modernidad es lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente, la mitad del arte, cuya otra mitad es lo eterno, lo inmutable”. (Baudelaire. El pintor de la vida moderna.
Baudelaire es también el "pintor de la vida contemporánea", de la cibercultura, del cyberpunk.
Me parece muy bien la propuesta de R. Knodt de un "nuevo" pensamiento estético como "correspondencia" en el espíritu de Baumgarten y para la actual época técnica, habida cuenta de que "el espacio técnico se ha convertido hoy en el mundo de la vida". Se saldría del binomio información-producción para entrar en el de la "correspondencia", entendida como la capacidad de percibir y de plasmar la exigencia estética que emana de lo que acontece.
Desde este punto de vista, me resulta mucho más interesante el arte de la red que el arte en la red.
Especialmente cuando se trata de las redes sociales.
Algo de esto, y mucho más de otras cosas, hay en el estupendo post de Luis Lucena Canales Estilo y estética en la Web. 2.0.
lunes, 10 de marzo de 2008
Humanismo de la vulgaridad, ¿humanismo de la democracia?
Javier Gomá ha publicado en el suplemento cultural ABCD, nº 840, un ensayo en el que, como reza su título, “La vulgaridad, un respeto”, pide un respeto para la vulgaridad. En cierto modo, el ensayo es una buena muestra de ella ya que trata de elevar al lector (rebajando su gusto) desde los tópicos vulgares de la subjetividad moderna y el narcisismo romántico a un sublime, mejor bello, estadio ético-político democrático, adornado con una “estética democrática” descrita con trémolos propios de uno de los ejemplos de prosa kitsch más lamentables, aunque respetables. Su propuesta de celebrar “la bella vulgaridad de la vida”, recuerda lo que Kundera denominó “el acuerdo categórico con el ser” y una marca de bebidas con el “viva [beba] la vida”.
En este sacrificio a la vulgaridad el cordero sacrificado son los textos de Ortega y Gasset, que se aducen repetidamente (en una descontextualización selectiva) como ejemplo de alguien que no supo estar a la altura de su tiempo y menos todavía del nuestro. Al parecer, nada menos compatible con la democracia que los aires aristocráticos del señorito madrileño, su estética de la vida en forma, su ética de la excelencia y su (vergüenza da siquiera decirlo) teoría de las “minorías selectas”, que no son, ¡horror!, fruto de un voto cuantitativo, sino de una exigencia personal y compromiso ciudadano. Hay que aprender de la suerte de Ortega, condenado a no disfrutar de los placeres de la vida vulgar en la España de entonces, y confinado por vicioso a un merecido exilio. ¿También ahora?.
Porque, se nos dice, este recomendar a la gente que dé lo mejor de sí, al provocar desigualdades, debe quedar en el “ámbito privado”, mientras que es en el ambito público de la democracia donde se determina el “estatus ontológico del hombre”, su “esencial mismidad”, a lo que no se llega si no es en una “cancelación pública de la individualidad” , que “es la mejor prenda y la más preciada gala de la democracia, porque a cambio de la reducción política del yo a una dimensión cuantitativa -"un hombre, un voto", en la conocida fórmula- se asegura el reconocimiento de la misma esencia a todo ser humano por igual…”. Ciertamente, estos argumentos escolásticos de corte esencialista son un tanto ajenos al espíritu orteguiano.
Uno de los problemas de la vulgaridad es que no distingue, es decir, no tiene la distinción de la distancia. Una cosa es la democracia como sistema político y otro hablar de democracia cultural, ética y estética. Lo primero, en el ensayo, es asunto de número que se torna en imposición cualitativa cuando se emplea la palabra “democracia” (indebidamente) en lo segundo. No hay una democracia cultural. El loable deseo de acceso y participación ciudadanas no es lo mismo que decidir a mano alzada sobre la calidad de una obra de arte, o suponer un buen gusto ético y estético a todo el mundo. Otra cosa es que, como ciudadanos tengan derecho a decidir en qué y cómo se emplea el dinero público.
Pero con ello entramos en el nudo de la cuestión, y es en lo que significa la palabra “ciudadano” que, por cierto, brilla por su ausencia en el texto. El ciudadano no es (no debería ser) un número, un voto, si no queremos caer en una “democracia morbosa”. Para Ortega la tragedia de España ha sido que triunfa el héroe cuando fracasa el ciudadano. Y ser ciudadano es algo tan simple como hacer cada uno lo que tiene que hacer. El ciudadano es la gente corriente (no vulgar) que no renuncia a ser excelente, es decir, a ser y dar lo mejor de sí mismo; que no está dispuesta al sacrificio cuantitativo de su yo y su individualidad; que no identifica la ciudadanía con los partidos políticos y puede realizar su aportación con o al margen de ellos. Más aún, que estima que la ciudadanía es un valor prepolítico. Y por ello, a la vez que reclama participar eficazmente en el diseño social, inventa nuevas formas de acción y participación ciudadana. Como, por ejemplo, los diversos movimientos agrupados en torno a la llamada “ciudadanía digital”.
En esa línea, mi propuesta de “humanismo tecnológico”, (y espero que a los ojos de los comisarios políticos pase la prueba de la democracia) está basado en Ortega. En principio, nada que ver con esa propuesta de humanismo de la vulgaridad como humanismo de la democracia. A diferencia de lo que piensa el autor, Prometeo no trae el fuego de los dioses a la tierra para incendiarla de vulgaridad. Los ciudadanos no son ni quieren ser vulgares, tan sólo algunos bien situados que, como María Antonieta, se dedican irresponsablemente a juegos pastoriles de recuperación de una vulgaridad postiza.
Es posible que, en el fondo, el autor del ensayo apuntara también a algo de esto. Si es así, no se ha equivocado disparando contra Ortega.
En este sacrificio a la vulgaridad el cordero sacrificado son los textos de Ortega y Gasset, que se aducen repetidamente (en una descontextualización selectiva) como ejemplo de alguien que no supo estar a la altura de su tiempo y menos todavía del nuestro. Al parecer, nada menos compatible con la democracia que los aires aristocráticos del señorito madrileño, su estética de la vida en forma, su ética de la excelencia y su (vergüenza da siquiera decirlo) teoría de las “minorías selectas”, que no son, ¡horror!, fruto de un voto cuantitativo, sino de una exigencia personal y compromiso ciudadano. Hay que aprender de la suerte de Ortega, condenado a no disfrutar de los placeres de la vida vulgar en la España de entonces, y confinado por vicioso a un merecido exilio. ¿También ahora?.
Porque, se nos dice, este recomendar a la gente que dé lo mejor de sí, al provocar desigualdades, debe quedar en el “ámbito privado”, mientras que es en el ambito público de la democracia donde se determina el “estatus ontológico del hombre”, su “esencial mismidad”, a lo que no se llega si no es en una “cancelación pública de la individualidad” , que “es la mejor prenda y la más preciada gala de la democracia, porque a cambio de la reducción política del yo a una dimensión cuantitativa -"un hombre, un voto", en la conocida fórmula- se asegura el reconocimiento de la misma esencia a todo ser humano por igual…”. Ciertamente, estos argumentos escolásticos de corte esencialista son un tanto ajenos al espíritu orteguiano.
Uno de los problemas de la vulgaridad es que no distingue, es decir, no tiene la distinción de la distancia. Una cosa es la democracia como sistema político y otro hablar de democracia cultural, ética y estética. Lo primero, en el ensayo, es asunto de número que se torna en imposición cualitativa cuando se emplea la palabra “democracia” (indebidamente) en lo segundo. No hay una democracia cultural. El loable deseo de acceso y participación ciudadanas no es lo mismo que decidir a mano alzada sobre la calidad de una obra de arte, o suponer un buen gusto ético y estético a todo el mundo. Otra cosa es que, como ciudadanos tengan derecho a decidir en qué y cómo se emplea el dinero público.
Pero con ello entramos en el nudo de la cuestión, y es en lo que significa la palabra “ciudadano” que, por cierto, brilla por su ausencia en el texto. El ciudadano no es (no debería ser) un número, un voto, si no queremos caer en una “democracia morbosa”. Para Ortega la tragedia de España ha sido que triunfa el héroe cuando fracasa el ciudadano. Y ser ciudadano es algo tan simple como hacer cada uno lo que tiene que hacer. El ciudadano es la gente corriente (no vulgar) que no renuncia a ser excelente, es decir, a ser y dar lo mejor de sí mismo; que no está dispuesta al sacrificio cuantitativo de su yo y su individualidad; que no identifica la ciudadanía con los partidos políticos y puede realizar su aportación con o al margen de ellos. Más aún, que estima que la ciudadanía es un valor prepolítico. Y por ello, a la vez que reclama participar eficazmente en el diseño social, inventa nuevas formas de acción y participación ciudadana. Como, por ejemplo, los diversos movimientos agrupados en torno a la llamada “ciudadanía digital”.
En esa línea, mi propuesta de “humanismo tecnológico”, (y espero que a los ojos de los comisarios políticos pase la prueba de la democracia) está basado en Ortega. En principio, nada que ver con esa propuesta de humanismo de la vulgaridad como humanismo de la democracia. A diferencia de lo que piensa el autor, Prometeo no trae el fuego de los dioses a la tierra para incendiarla de vulgaridad. Los ciudadanos no son ni quieren ser vulgares, tan sólo algunos bien situados que, como María Antonieta, se dedican irresponsablemente a juegos pastoriles de recuperación de una vulgaridad postiza.
Es posible que, en el fondo, el autor del ensayo apuntara también a algo de esto. Si es así, no se ha equivocado disparando contra Ortega.
viernes, 7 de marzo de 2008
Nocilla Experience
He pasado un buen rato visitando una Oficina de Objetos Perdidos. Está situada en una caseta de latas construida en lo alto de un rascacielos. Al abrir la puerta he tenido un momento de perplejidad, sólo un momento, pues no era la primera vez que entraba. Enseguida he reconocido la disposición cubista de los planos que no permitía adivinar, ni esperar, una totalidad narrativa, aunque sí una continuidad indefinida.
Tiene gracia que al lugar de los objetos encontrados se le llame de objetos perdidos. Son objetos que se reconocen, pero que no resultan familiares, y extrañan porque no son propios, asombran al adivinarse ajenos. Por ello, a ratos, la visita se convierte en la travesía de un Gabinete de Curiosidades a la antigua usanza.
En el lugar de los objetos perdidos siempre encuentras algo: una botella de agua mineral con aire místico, discos duros insertados como cuentas en un hilo de plata, programas amarillentos de homenajes literarios, la blanca tela con etiqueta de Christo que recubre una miniatura del Reichstag, estampitas con las caras de Bélmez, los espeluznantes despojos de un cadáver aderezados por un sacamantecas que atiende al nombre de Gunther von Hagens, recortes de prensa con noticias de sucesos y peregrinos inventos, indicios salteados de vidas cuyo hilo rebuscas vanamente en las estanterías, historias sincopadas de desconocidos que se cruzan y separan siguiendo extrañas afinidades electivas, y muchas, muchas revistas ilustradas de viajes con rarezas megalómanas en desuso presentadas al estilo minimalista.
En las casas de nuestra infancia cultural, “puestas” ya desde la entrada, se amontonaban los objetos que hablaban del (mal) gusto del dueño. Eran trofeos de una tenaz búsqueda en la que el tener era la apariencia de ser. Ahora, esta casa del libro tiene la propiedad de estar llena de lo que otros han olvidado, perdido o no querido. Y en ese abandono reside su singularidad, la soledad de lo encontrado, frente a la compañía pegajosa de lo buscado.
Al acabar, tengo la sensación de como si Agustín hubiera pintado algunos de estos fragmentos en las paredes desnudas de su particular Quinta del Sordo. La galería de tullidos espirituales desborda de humanidad y la búsqueda de roce, de intercambio de soledades, despierta una insólita ternura. Dibujo y color están ahora equilibrados en esa simbiosis de ciencia y literatura al servicio de lo que Adorno, siguiendo a Kierkegaard, denominó “fantasía exacta”.
jueves, 6 de marzo de 2008
El enigma de una tarde de otoño
“Permítaseme relatar cómo tuve la revelación de un una pintura que presentaré este año en el Salón de Otoño, titulada Enigma de una tarde de otoño. En una límpida tarde otoñal estaba sentado en un banco en el centro de la plaza de Santa Cruz, en Florencia. Naturalmente, no era la primera vez que veía aquella plaza: pero acababa de salir de una larga y dolorosa enfermedad intestinal, y me hallaba como en un estado de mórbida sensibilidad. Todo el mundo que me rodeaba, incluso el mármol de los edificios y de las fuentes, me parecía convaleciente. En el centro de la plaza se alza una estatua de Dante, vestida con una larga túnica, con sus obras pegadas al cuerpo y la cabeza, coronada de laurel, pensativamente reclinada….El sol otoñal, cálido y fuerte, aclaraba la estatura y la fachada de la iglesia. Tuve entonces la extraña impresión de mirar aquellas cosas por primera vez, y la composición del cuadro se reveló a los ojos de mi mente”. (Giorgio de Chirico)
•“Tenemos el arte para no perecer en la verdad”.
•“ !El arte y nada más que el arte! Es el gran posibilitador de la vida, el gran seductor de la vida, el gran estimulante de la vida”. (Nietzsche)
martes, 4 de marzo de 2008
Simón Marchán y la metáfora del cristal
Es un libro excelente, no sólo por el tema tratado sino también, y especialmente, por el buen hacer, que puede servir de modelo. Es una potente reflexión estética en la que se funden (sin confundirse) la literatura y las artes, en particular la arquitectura. Pero también es un viaje y una narración del mismo, desde los textos difíciles, pero necesarios, de Kant, pasando por Schlegel y Novalis, hasta los del expresionismo visionario. Y en el camino imágenes, numerosas y pequeñas imágenes, como las de la Catedral de Cristal de Philip Johnson, hacia donde le encaminó la postal de Antoni Muntadas, a quien va dedicado el libro.Las experiencias estéticas del autor aparecen entretejidas en el texto y documentadas en el pie de las fotos, muchas de ellas debidas a su cámara. Una obra, pues, que trata de la metáfora del cristal, orgánica y geométrica, y que ella misma es el resultado de un proceso de cristalización narrativa.
He aquí el proceso:
"Desde los inicios del relato hasta el presente vengo señalando que, si bien los polos de los desdoblamientos kantianos y modernos no se excluyen, sí predominan alternativamente el principio de la idealidad o el del realismo, las finalidades formales o las objetivo-externas, la belleza o la utilidad, las facetas cubo-expresionistas del cristal o la exactitud cosal y mecánica del vidrio, la estética del doble muro de cristal o la mera piel, y hasta la membrana, la añoranza de la regeneración ética originaria o la ética de la transparencia de la razón técnica" (p.140).
Las imágenes del camino
(C.D. Friedrich. Mar de hielo. 1823-25
(Walter Gropius. A los caídos de marzo. 1922)
(Bruno Taut. La casa de cristal. 1914)
(Mies van der Rohe. La casa Farnsworth. 1947-1951)
(Mies van der Rohe. Proyecto de rascacielos para la Friedrichstrasse. 1919)
(Philip Johnson. The Crystal Cathedral. 1980)
Y en el intermedio
(Braque. El castillo en La Roche-Guyon. 1909)
Nos dice Simón que Bruno Taut se despedía de sus compañeros con un "Saludos de cristal". Lo dicho.
miércoles, 27 de febrero de 2008
Prometeo, el patrón de las nuevas tecnologías
una raza, que sea igual a mí,
en padecer, llorar, gozar y alegrarse,
y en no honrarte
!como yo!".
(Goethe. Prometheus. Fragmento dramático)
Pandora, abriendo la caja de las metáforas digitales. En el fondo queda revoloteando la esperanza. Es su regalo. ¿Será también digitalizada?.
lunes, 25 de febrero de 2008
Flaubert, siempre Flaubert
"La palabra humana es como un caldero cascado en el que tocamos melodías para hacer bailar a los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas".
domingo, 17 de febrero de 2008
Las náuseas de Murakami
Estaba leyendo la colección de relatos de Murakami Sauce ciego, mujer dormida y, de pronto, me sobrevinieron las náuseas. Así, sin venir a cuento, y no creo que fuera por la lectura del relato “Náusea, 1979”, ni por la abundancia de vómitos que le provoca a uno de los personajes de “Cangrejo” la sobredosis de la mencionada carne. Aunque sí que “empezó a darme la impresión de que tenía algo invisible plantado a mis espaldas que espiaba todos mis movimientos y que aguardaba el momento propicio para telefonearme y meterme el dedo hasta la boca del estómago”. Y que ese individuo se parecía a Murakami. De pronto empecé a tener náuseas de la Náusea. Así, de buenas a primeras, como un Antoine Roquentin cualquiera, sólo que en vez del castaño sartreano ahora se trataba de un libro.
La cosa fue a peor con “Los gatos antropófagos”: “¿Y dónde está mi auténtico yo?, pensé. “Tu yo real ha sido devorado por los gatos”, me susurró la voz de Izumi desde alguna parte”. Y nuevamente la imagen promocional de Murakami se transformaba en la de un gato jovial y sonriente, pero no por ello menos inquietante.
En esto volví sobre mis primeros post dedicados a sus novelas. Y cavilando sobre ello, me pareció que la clave del atractivo de Murakami para los occidentales, y especialmente para los europeos, estaba en otro cuento, "El hombrecillo jorobado", de Benjamin.
Es la figura de una presencia que provoca ausencias, ausencias del yo. Y todo un síntoma: a los occidentales, desde el romanticismo, les encanta que les roben el yo, sienten náuseas de él, como animales bien cebados de cultura. Por eso he sentido náuseas de la Náusea, náuseas del culto al vacío, náuseas de la autoflagelación sin fin de ése Yo europeo que no encuentra su identidad , y tampoco sabe cómo demonios va ser capaz de construir algo sin ella.
La cosa fue a peor con “Los gatos antropófagos”: “¿Y dónde está mi auténtico yo?, pensé. “Tu yo real ha sido devorado por los gatos”, me susurró la voz de Izumi desde alguna parte”. Y nuevamente la imagen promocional de Murakami se transformaba en la de un gato jovial y sonriente, pero no por ello menos inquietante.
En esto volví sobre mis primeros post dedicados a sus novelas. Y cavilando sobre ello, me pareció que la clave del atractivo de Murakami para los occidentales, y especialmente para los europeos, estaba en otro cuento, "El hombrecillo jorobado", de Benjamin.
Es la figura de una presencia que provoca ausencias, ausencias del yo. Y todo un síntoma: a los occidentales, desde el romanticismo, les encanta que les roben el yo, sienten náuseas de él, como animales bien cebados de cultura. Por eso he sentido náuseas de la Náusea, náuseas del culto al vacío, náuseas de la autoflagelación sin fin de ése Yo europeo que no encuentra su identidad , y tampoco sabe cómo demonios va ser capaz de construir algo sin ella.
viernes, 15 de febrero de 2008
El arte de ARCO no es el arco del Arte
Hace tiempo que no me indigno al visitar ARCO, ni tampoco voy a ARCO para indignarme.
Se nos ha advertido que es sólo una feria, un mercado de arte, y que no se debe esperar otra cosa.
Ya, pero, al menos, deberían vender arte, se replica.
Cierto, pero es que hoy día, como todo, el mercado del Arte no es sino el arte del mercado.
Que consiste en asociar un valor añadido al producto. En este caso, que se vende algo más que arte.
Lo decía ayer el nuevo director del Reina Sofía: nos abre un mundo, nos ayuda a ver con otros ojos el mundo...
- Metafísico estáis - Es que no como.
Diálogo entre Babieca y Rocinante (El Quijote)
Nuestro problema es que - parafraseando a Paul Valéry- no logramos calmar la sed leyendo la etiqueta de una botella.
Se nos ha advertido que es sólo una feria, un mercado de arte, y que no se debe esperar otra cosa.
Ya, pero, al menos, deberían vender arte, se replica.
Cierto, pero es que hoy día, como todo, el mercado del Arte no es sino el arte del mercado.
Que consiste en asociar un valor añadido al producto. En este caso, que se vende algo más que arte.
Lo decía ayer el nuevo director del Reina Sofía: nos abre un mundo, nos ayuda a ver con otros ojos el mundo...
- Metafísico estáis - Es que no como.
Diálogo entre Babieca y Rocinante (El Quijote)
Nuestro problema es que - parafraseando a Paul Valéry- no logramos calmar la sed leyendo la etiqueta de una botella.
jueves, 14 de febrero de 2008
Las casas del arte
La imagen digital es el ADN de las cosas, nos muestra su DNI, tiene el aura de los últimos readymades (Para amantes de Benjamin).
sábado, 9 de febrero de 2008
Yo adoro al absoluto, y el absoluto (no) me adora a mí.
El límite de la razón es lo infinito, lo absoluto. Pero la estética es capaz de presentar lo impresentable, de hacer visible la totalidad en una parte. Y lo hace tomando de la religión el modelo: la encarnación del dios, el Verbo que se hace carne, se hace visible en todos y para todos. La publicidad es la nueva religión laica asociada a momentos especiales para los que hay siempre un producto especial, la presencia tangible de lo intangible. La globalización económica de los productos es la versión romántica del Uno y Todo: uno encuentra lo mismo en todas partes ofertado como producto único para los seres únicos que somos todos. Uno no es nadie si no lo compra, pero el producto no es nada si no es comprado.
El reto estético es mayor cuando se intenta presentar mediante imágenes visuales y sonoras aquello que sólo es accesible a través de imágenes olfativas. Ya no se trata, como en el resto de los anuncios, de mostrar algo sino de sugerirlo, por lo que tiene especial importancia el envoltorio. Lo llamativo es que en estos anuncios el protagonista no es el perfume, sino lo asociado al perfume: lo que no se huele. Y aquí se encuentran sinestesias, correspondencias insospechadas, donde se revela que el romanticismo es a la vez el lado luminoso y oscuro del alma. El anuncio es una sinestesia, pues se trata de suscitar a través de una imagen visual y sonora lo que sólo es objeto (¿o no?) de una imagen olfativa. Pero lo común de todas estas imágenes es que se trata de imágenes simbólicas: remiten a otra cosa. El perfume es la venta de un cuerpo, de un envoltorio, ya sea natural o artificial. Es la belleza de la piel, del envoltorio, que sugiere la pasión y todo tipo de armonías.
Es el caso del anuncio de Dior con el título de j´adore l´absolu y con Charlize Theron de modelo. Ha sido distribuido en varios soportes, de papel, televisión, video, internet….el mensaje es el mismo, pero los medios utilizados llevan a variantes significativas e incluso a la posibilidad de llegar a su lado oscuro. La palabra “adoro” establece el puente entre lo sagrado y el objeto de consumo. Funda una relación mística de tintes eróticos con el absoluto basada en la promesa de posesión, en el doble sentido de poseer siendo poseído. Conviene atender a ello. La posesión del objeto se mezcla (más bien, es a través de…) con la posesión de la intermediaria. En el vídeo todavía resulta más claro cuando la actriz a paso rápido de modelo atraviesa las puertas abiertas de unas salas escuetamente decoradas, despojándose de las joyas, desnudándose, para ir al encuentro de la redoma de perfume que se yergue, cual símbolo fálico, al final del vídeo en un plano único y solitario. Es el vídeo del despojamiento: una ascesis sensual invertida. Lo llamativo es que en otros anuncios aparece la leyenda de “El absoluto femenino”. Una idea abstracta, un ideal, la posesión del absoluto, tiene como protagonista a una mujer, irresistible para los hombres, aunque el perfume sea para ellas. Es el absoluto femenino para lo masculino, como la literatura romántica era consumida especialmente por mujeres, ocasionalmente protagonistas, pero no finalistas, destinatarias últimas.
El anuncio lo es de una “buena nueva”, de la encarnación del absoluto: “la nueva agua de perfume absoluta”, el absoluto se hace carne. El anuncio en papel es el tiempo detenido del vídeo, el acto de desprenderse de una joya y despojarse del vestido. Quien lo hace es un ángel femenino presentado con el glamour de la época dorada de Hollywood. A quien se ofrece es a un espectador consumido ofreciendo el producto de consumo: labios entreabiertos, ojos semicerrados, cabeza ladeada. Belleza carnal en tono rojizo de tentación y seducción, con una estética vieja para un producto nuevo con una actriz joven.
El éxtasis visual se alcanza en el segundo vídeo. La modelo aparece ataviada con un vestido (más bien una sábana) dorado hecho para la ocasión por John Galliano. En este caso las imágenes sonoras son decisivas: se trata de la canción "Don't let me be misunderstood" cantada por Nina Simone para quien fuera escrita en 1964. El conjunto visual y sonoro es la oración new age de un alma bella. Es un remedo de lo que Schiller entendía por “gracia”, es decir, la “belleza en movimiento”, en este caso de los miembros del cuerpo acostado de Charlize Theron: armonía en los pliegues del vestido, cabellera, una visión de ensueño. La letra es la propia de un alma bella que pide a dios que la gente no le malinterprete pues sólo es un ser humano, con oscilaciones sí, con buenos y malos días, pero sobre todo, y es lo que cuenta, un “alma con buenas intenciones”. La plegaria al Señor de que no la malinterpreten es toda una petición roussoaniana de benevolencia ante quien se confiesa tal como es. La intérprete subraya muy bien esos momentos ascendentes de alegría despreocupada y los bajos de tristeza con motivo.
Pero la sinestesia se amplía con la imagen sonora, y nos lleva al lado oscuro. Pues la misma canción, en versión de Santa Esmeralda (1977), es una de las partes de la banda sonora de la película de Quentin Tarantino Kill Bill (2003). Se trata de una versión de rock aflamencado, a ratos pachanguera en el rasgueo de las guitarras, y con un punto de kitsch en el vídeo que muestra el look macarra, habitual en los 70., del intérprete Leroy Gomez y los movimientos desangelados de las inefables bailarinas. Magnífico contrapunto humorístico de una película de violencia estetizada, con asesinas de nombre de serpiente y que trata de la venganza de la más letal de todas ellas, impregnada de no se sabe qué buenas intenciones.
domingo, 3 de febrero de 2008
Cambios en la cultura de las nuevas tecnologías
Ha comenzado la zona de debate en el CITA.
Con el siguiente texto:
Cambios en la cultura de las nuevas tecnologías
La cultura de las nuevas tecnologías está cambiando. En varios sentidos. Están primero, y como es natural, los cambios que vienen dados por la rapidez con que aparecen nuevos aparatos en el mercado, y que obligan a un reciclaje continuo y acelerado de los simples usuarios y también de los expertos. Hasta cierto punto, somos un tanto pasivos y nos sobrepasa este avance sin parar de las tecnologías. El aprendizaje no acaba nunca. Se trata de los cambios referidos al uso de las tecnologías.
En segundo lugar, parece que está cambiando la mentalidad respecto a ellas. En concreto, respecto a toda una serie de tópicos, que se han venido repitiendo desde finales del siglo pasado. Por ejemplo, el situarlas en una dimensión virtual distinta de la real, que sería la de la vida diaria. Ya se están dejando de usar categorías de ciencia ficción como la de “ciberespacio”, no se toma muy en serio el que seamos “ciborgs”, y el fracaso económico de Second Life permite dudar de que haya otra “segunda vida” distinta de esta. Si hablamos todavía de lo virtual es ya en la idea de que potencia lo real y no lo sustituye ni lo aniquila. En definitiva, que estamos empezando a pensar ya en tecnologías para gente corriente y formando parte de su vida cotidiana.
En tercer lugar, y como consecuencia de lo anterior, ya no nos basta con ser usuarios, más o menos pasivos, de las tecnologías, sino que como ciudadanos queremos reflexionar sobre cómo se usan y para qué se usan. Más aún, queremos decidir sobre el diseño social de las mismas. De esta forma las TIC (tecnologías de la información y de la comunicación) han ido evolucionado hacia la SIC (sociedad de la información y el conocimiento). En la que es decisivo el conocimiento libre logrado a través de la participación ciudadana que lo genera y difunde.
No es cierto, pues, que la cultura de las nuevas tecnologías esté en manos de la llamada “Generación YO”, narcisista e individualista. Los que antes se consideraban como espacios del “autismo interactivo” son ahora espléndidas redes sociales. Este es, quizá, un aspecto que debería tener en cuenta la educación para la ciudadanía en la sociedad de las nuevas tecnologías. Porque las nuevas tecnologías no son ya el ciberespacio donde huir ensayando alternativas virtuales a la sociedad, sino el lugar
en que plantear nuevas alternativas sociales de participación ciudadana.
Con el siguiente texto:
Cambios en la cultura de las nuevas tecnologías
La cultura de las nuevas tecnologías está cambiando. En varios sentidos. Están primero, y como es natural, los cambios que vienen dados por la rapidez con que aparecen nuevos aparatos en el mercado, y que obligan a un reciclaje continuo y acelerado de los simples usuarios y también de los expertos. Hasta cierto punto, somos un tanto pasivos y nos sobrepasa este avance sin parar de las tecnologías. El aprendizaje no acaba nunca. Se trata de los cambios referidos al uso de las tecnologías.
En segundo lugar, parece que está cambiando la mentalidad respecto a ellas. En concreto, respecto a toda una serie de tópicos, que se han venido repitiendo desde finales del siglo pasado. Por ejemplo, el situarlas en una dimensión virtual distinta de la real, que sería la de la vida diaria. Ya se están dejando de usar categorías de ciencia ficción como la de “ciberespacio”, no se toma muy en serio el que seamos “ciborgs”, y el fracaso económico de Second Life permite dudar de que haya otra “segunda vida” distinta de esta. Si hablamos todavía de lo virtual es ya en la idea de que potencia lo real y no lo sustituye ni lo aniquila. En definitiva, que estamos empezando a pensar ya en tecnologías para gente corriente y formando parte de su vida cotidiana.
En tercer lugar, y como consecuencia de lo anterior, ya no nos basta con ser usuarios, más o menos pasivos, de las tecnologías, sino que como ciudadanos queremos reflexionar sobre cómo se usan y para qué se usan. Más aún, queremos decidir sobre el diseño social de las mismas. De esta forma las TIC (tecnologías de la información y de la comunicación) han ido evolucionado hacia la SIC (sociedad de la información y el conocimiento). En la que es decisivo el conocimiento libre logrado a través de la participación ciudadana que lo genera y difunde.
No es cierto, pues, que la cultura de las nuevas tecnologías esté en manos de la llamada “Generación YO”, narcisista e individualista. Los que antes se consideraban como espacios del “autismo interactivo” son ahora espléndidas redes sociales. Este es, quizá, un aspecto que debería tener en cuenta la educación para la ciudadanía en la sociedad de las nuevas tecnologías. Porque las nuevas tecnologías no son ya el ciberespacio donde huir ensayando alternativas virtuales a la sociedad, sino el lugar
en que plantear nuevas alternativas sociales de participación ciudadana.
lunes, 28 de enero de 2008
La tarea del artista contemporáneo
"La tarea a la que se enfrenta el artista contemporáneo ya no es el rechazo del presente sino la afirmación del futuro"
(Sean Cubitt en el prólogo al libro, titulado "El color del tiempo").
sábado, 19 de enero de 2008
Heidegger y la "Generación YO"
Leo con retraso (y gracias al aviso de Eloy Fernández Porta) un buen reportaje publicado en diciembre pasado en EP3 sobre la "Generación YO". En este contexto es obligada la referencia al libro pionero de Jean Twenge que lleva el mismo título.
Una de las característcas que se destacan repetidamente en los análisis es el individualismo narcisista de los sujetos, encantados de conocerse a sí mismos y, sobre todo, de que les conozcan los demás. Lo único que les importa es su propia imagen, que cuelgan de manera compulsiva en cuantos dispositivos electrónicos se ponen a tiro.
Al leer todo esto, me vino a la mente el análisis realizado por Heidegger en "La época de la imagen del mundo". Sostiene ahí que la Edad Moderna, que llega hasta hoy, es la época del mundo reducido a imagen de un sujeto. En este caso sería el de la "Generación YO".
La tesis y sus derivaciones son atractivas como marca publicitaria, pero me temo que un tanto simplificadoras a nivel teórico. Ya hemos tenido el ejemplo de autores como Debord y Baudrillard convertidos en espectáculo de sí mismos. Por otra parte, el método de las generaciones, si es que útil, debe ser matizado en la sociedad de las nuevas tecnologías, como se puso de manifiesto no hace mucho a propósito de la "generación nocilla".
Me pregunto si el tiempo no acabará colocando también las cosas en su sitio, como lo está haciendo ahora con tópicos de hace diez años. Los espacios de la red que antes parecían coto del "autismo interactivo" son ahora territorio de usos sociales. Y el imaginario tecnorromántico(!qué mal suena con dos erres!)no es exclusivo ni excluyente. Máxime si se tiene en cuenta que fueron ellos, los románticos, quienes también afirmaron que no hay un "yo" sin un "tú".
Y, puestos a hablar de generaciones, ¿no habría que hablar también de la "Generación TÚ?
martes, 15 de enero de 2008
Arte, ciencia y tecnología.
Pau Alsina ha publicado una excelente introducción histórica (con una escueta bibliografía)al tema que da título al libro: arte, ciencia y tecnología. De manera equilibrada, y con buena información, trata la relación del arte con las telecomunicaciones, la informática, la robótica, la biología y las TIC.
No sólo esto, sino que, como señala en el primer capítulo, el libro forma parte de un proyecto más amplio y ambicioso:la configuración de un nuevo humanismo. Así, "el destacado papel de las artes como vehiculadoras de este espacio de comunicación e integración entre la cultura humanística y la cultura científico-tecnológica es la razón por la que, enfrascados en esta tarea de actualizar el ideal de humanismo renacentista, en los próximos capítulos estudiaremos diferentes estudios de caso. Un humanismo que incorpore tanto la cultura artístico-humanista como la cultura científico tecnológica...."(p.21).
Todas mis simpatías respecto a la demanda de un nuevo humanismo, tema en el que yo mismo llevo trabajando durante varios años con el nombre de "humanismo tecnológico". Ahora bien, otro de los méritos del libro es que permite dialogar sobre la orientación del mismo. No veo claro que el nuevo humanismo deba situarse entre dos culturas, incorporarlas, o configurar una nueva. La apelación al humanismo renacentista indica, más bien, que ellos no hacían una distinción entre una cultura de letras y otra de ciencias. No había dos culturas (las divisiones académicas son otra cosa) y la tarea del arte no consistía en mediar entre ellas. Como tampoco ahora. Un nuevo humanismo debe operar sin tener en cuenta ya esas dicotomías obsoletas.
Lo que nos lleva a la perspectiva del nuevo humanismo. Me pregunto si debe ser en la línea de los siguientes capítulos en los que se relata lo que ha sido, y que por ello he calificado de "histórica". Actualmente hay otros enfoques.
¿No habría que revisar, por ejemplo, la decepcionante, por irreal, propuesta de la interactividad, tan publicitada a finales del siglo pasado? E,igualmente, ¿no convendría sustituir el mito tecnorromántico de la creación colectiva por la tarea más modesta y responsable del diseño ciudadano de las tecnologías?
Son sólo algunas de las cuestiones que me suscita la lectura de este libro, tan oportuno como estimulante.
lunes, 7 de enero de 2008
viernes, 4 de enero de 2008
Tecnoromanticismo
“El arte tecnoromántico es un acercamiento crítico al universo tecnológico [...] Mi propósito no consiste en situarme en oposición a la sociedad tecnológica, o a las tecnologías en general sino, más bien, en intentar desarrollar mi calidad humana, en compartir las emociones, dentro del paisaje actual de nuestra sociedad que es informática, virtual, técnica, pero que tiene también otras dimensiones...El arte está basado en un proyecto emocional y filosófico. Este proyecto artístico puede elegir expresarse con útiles tecnológicos o con útiles tradicionales. Pero es cuando se parte de un proyecto artístico, cuando se está en el ámbito del arte y no en el ambito de la ilustración del universo tecnológico”.
(“Sur les ruines de la technologie, en avant pour le Technoromantisme")
Stéphan Barron
domingo, 30 de diciembre de 2007
La capacidad de resistencia del Individuo en la belleza de lo fugaz
"Sin embargo, para mí lo importante sigue siendo el Individuo, el gran Solitario, capaz de resistir en las situaciones difíciles para el espíritu, como la que está llegando y que será una nueva edad de hierro [....] Pero ahora que he superado los cien años no sé si con el tiempo que me queda emprenderé una vez más esa clase de aventuras. De todas maneras sigo viajando por el mundo de la literatura y por ese pequeño cosmos que es mi jardín. A veces, en los días soleados, me entretengo haciendo pompas de jabón que el viento lleva entre las plantas y las flores. Son para mí una imagen simbólica de la fugacidad, de su inasible belleza".
viernes, 28 de diciembre de 2007
De lo mejor sobre cibercultura
He recibido el libro esta mañana (gracias Edgar) y lo he leído de un tirón. No ha contribuido a ello sólo la brevedad (en este caso una virtud) del texto, sino en especial el interés creciente por la narración y la sintonía con los análisis. Conocía su existencia por la excelente reseña de Tíscar (Badeker infalible) en su blog. Está bien escrito y, junto a la información lúcidamente articulada, destacan la claridad y el sentido común de los planteamientos, unos bienes escasos en el ámbito de la cibercultura.
Comparto la valentía en reclamar, junto a otros, un enfoque “académico” del tema. Tu madera de investigador, pero también la sensibilidad, se demuestran cuando vas a la genealogía de los conceptos clave teniendo en cuenta la construcción de los imaginarios tejidos en torno a ellos; al hacernos bajar al suelo de las metáforas cuando algunas veces nos hacen perder el norte, especialmente en los “mercados de futuro”. Lo has realizado de manera ejemplar con las de ciberespacio, comunidad virtual e identidad virtual. Concluyes entreabriendo la tapa de la cuarta “caja negra”, la de la Web 2.0, la caja de los truenos. Sabe a poco, pero lo insinuado promete.
lunes, 24 de diciembre de 2007
¿A quién pertenece la belleza?
“Aquí está tu premio Labiche…algunas de las mejores pinturas del mundo…¿No te excita eso Labiche? Una pintura significa para ti lo mismo que un collar de perlas en un mono…Has ganado por pura suerte. No eres nada, Labiche…un simple pedazo de carne…las pinturas son mías…la belleza pertenece al hombre que la aprecia (pausa) Ahora, en este momento, no puedes decirme por qué has hecho lo que has hecho…”
John Frankenheimer. The train. 1964.
sábado, 22 de diciembre de 2007
La falta de una educación en la imagen
(Para Fram Ramírez,y ya que en tu post citas a Heidegger, que sea el inicio de "un diálogo pensante entre pensadores". Dos imágenes estéticamente muy potentes, y quizá bellas, de dos películas (a mi juicio) inmorales y reaccionarias, fáciles de localizar. La falta de criterio estético, de una educación en la imagen, hace que hasta los filósofos las pongan en las clases como ejemplo de educación ética (¿para la ciudadanía?), con la inestimable ayuda de la apelación a Kant. Sólo oyen los diálogos y no ven las imágenes. He aquí un ejemplo de confusión entre la belleza admirable y la belleza amable).
“Ahora bien, digo: lo bello es el símbolo del bien moral […] Pero como el gusto, en el fondo, es una facultad de juzgar la sensibilización de ideas morales[…] resulta que se ve claramente que la verdadera propedéutica para fundar el gusto es el desarrollo de ideas morales…” (Kant. Crítica del juicio, & 59 y 60).
“Ahora bien, digo: lo bello es el símbolo del bien moral […] Pero como el gusto, en el fondo, es una facultad de juzgar la sensibilización de ideas morales[…] resulta que se ve claramente que la verdadera propedéutica para fundar el gusto es el desarrollo de ideas morales…” (Kant. Crítica del juicio, & 59 y 60).
miércoles, 19 de diciembre de 2007
La cultura visual
“La cultura visual no depende de las imágenes en sí mismas, sino de la tendencia moderna a plasmar en imágenes o visualizar la existencia” (p.23)
“La cultura visual es fruto del encuentro de la modernidad con la vida cotidiana” (p.102).
EL OBJETO QUE MIRA PARA SER MIRADO
August Macke. El negocio de modas. 1913.
EL ENCUENTRO ENTRE DOS MIRADAS
INSTRUCCIONES PARA PINTAR LA GRAN CIUDAD (L. Meidner, 1914)
“Debemos comenzar, finalmente, a pintar el lugar donde hemos nacido, la gran ciudad, a la que amamos con amor infinito. Nuestras manos febriles deberían trazar sobre telas innumerables, grandes como frescos, toda la magnificencia y la extrañeza, toda la monstruosidad y lo dramático de las avenidas, estaciones, fábricas y torres” [...]
Pintemos lo que está cerca de nosotros, nuestro mundo urbano...., las calles tumultuosas, la elegancia de los puentes colgantes de hierro, los gasómetros, que cuelgan entre blancas montañas de nubes, el colorido excitante de los autobuses y de las locomotoras de trenes rápidos, los hilos ondeantes de los teléfonos (¿no son como un canto?), las arlequinadas de las columnas publicitarias y por último la noche..., la noche de la gran ciudad”.
Georg Grosz. Metrópolis, 1916-17
domingo, 16 de diciembre de 2007
Los otros avatares
“Mi propio yo era objeto cruel de un destino caprichoso [...] ¡Yo mismo me desconocía! [...] Soy lo que parezco, y no parezco lo que soy: ¡Para mí mismo soy un enigma indescifrable, y mi yo está escindido!”. E.T.A. Hoffmann. Los elixires del diablo. Trad., de Carmen Bravo-Villasante. José J. De Olañeta, Editor, Palma de Mallorca, 1995, p. 69.
viernes, 14 de diciembre de 2007
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