Fassbinder recicla todo en una estética del exceso y del glitch. Lo segundo es un camino a Upload, lo primero una marca propia inimitable que lo distancia. Si en la reciente serie predomina el look Gran Hotel Budapest para alojar el mundo virtual los dos capítulos de la suya incrustan en el mundo futuro el Berlín de la Potsdamer Platz, de las mujeres estilizadas y enigmáticas de Kirchner, sus cafés y cabarets, las canciones, Lili Marleen, homenaje a la Dietrich incluido.
jueves, 6 de agosto de 2020
12. Estética de verano
Fassbinder recicla todo en una estética del exceso y del glitch. Lo segundo es un camino a Upload, lo primero una marca propia inimitable que lo distancia. Si en la reciente serie predomina el look Gran Hotel Budapest para alojar el mundo virtual los dos capítulos de la suya incrustan en el mundo futuro el Berlín de la Potsdamer Platz, de las mujeres estilizadas y enigmáticas de Kirchner, sus cafés y cabarets, las canciones, Lili Marleen, homenaje a la Dietrich incluido.
miércoles, 5 de agosto de 2020
11. Estética de verano
¿Por qué
esta insistencia en las imágenes? La película de Fassbinder es uno de los más
claros ejemplos de la diferencia metodológica que hay entre una supuesta
filosofía del cine y la explícita estética del cine. Hasta el punto de sugerir
que se tomen los ya citados pasajes cartesianos y el referido a Zenón de Elea y
su paradoja sobre Aquiles y la tortuga como imágenes sonoras. El protagonismo
está en el juego de la cámara, en sus elaborados encuadres y no en las citas
ocasionales de una novela que no se pretende adaptar. No se ilustra un
pensamiento, hermenéutica, sino que se crean imágenes, estética. Lo que
interesa del cine es lo que solo puede mostrar él (como apuntaba Kubrick) y no
es capaz de hacer la filosofía.
Desde esta
perspectiva se puede establecer un cierto paralelismo con Solaris de
Tarkovsky, lugar habitual de saqueo metafísico. Dos películas atípicas de
ciencia ficción, dos obras de arte. En ambas los efectos especiales son
sustituidos por el juego de la cámara, por la construcción de las escenas que
las convierten en cuadros…de teatro. El infinito niño del océano Solaris que se
introduce con torpeza en el inconsciente de los personajes, causando el trauma
de los simulacros, tiene su trasunto en la manipulación de la mente humana por
el superordenador en manos desprovistas de escrúpulos. El resultado es una
producción incesante de imágenes, no mentales, sino visuales, cerebrales,
corporales. Hay en común el gusto por lo barroco, cierto, pero el tiempo y el
espacio son muy diferentes. El tiempo lento de Tarkovsky es frenesí en
Fassbinder, la claustrofobia de la estación espacial con habitación convertida
en pinacoteca de Brueghel es aquí expresionismo barroco de interiores
imposibles, mezcla de todos los estilos; el hieratismo facial del científico
ruso da paso al contorsionismo de Stiller.
Decía antes que la profundidad de superficie
está en la cámara y no en los diálogos. En vez de motivos para una deposición
ontológica como la perpetrada en la anterior entrega la cámara entrega una y
otra vez reflejos, las imágenes posteriores que invitaba a ver. Las dos partes
de la serie están llenas de ellas dispersas en multitud de espejos de todo tipo
incluidos los socorridos retrovisores. Fassbinder resuelve los problemas
conceptuales de lo binario, dialéctico identitario en imágenes que albergan la
contradicción en el reflejo multiplicador: así en la Ofelia prerrafaelita
encanallada de expresionismo que nos permite ver en el anverso de su espejo lo
que ella no está viendo, así en la sala del superordenador donde las figuras se
fragmentan en un manierismo especular, así en las miniaturas de la enigmática y
hierática Eva.
Pero si solo
fuera esto entonces estaríamos (y lo estamos) en una versión romántica del
doble y los desdoblamientos. Sin embargo, llama la atención el uso frecuente de
los primeros e incluso primerísimos planos, que no se observa en Upload.
A ello se añade la huida final parodiando la serie de los sesenta El fugitivo,
con el toque vintage del rostro buscado en televisión.
martes, 4 de agosto de 2020
10. Estética de verano
domingo, 2 de agosto de 2020
jueves, 30 de julio de 2020
8. Estética de verano
miércoles, 29 de julio de 2020
7. Estética de verano
“Nos parecía
claro que el futuro de los ordenadores iba a dar otra visión. Nos hemos
equivocado. La ciencia ficción exploró ese terreno a través del cyberpunk,
después todo se ha acabado. Ahora las nuevas tecnologías nos son familiares y
hemos comprendido que no son sino tecnologías. Después del cyberpunk no ha
habido un movimiento tan importante” (Neal Stephenson, entrevista 2005).
El contexto
es la creencia de que las nuevas tecnologías, ellas, iban a cambiar nuestra
existencia dándonos una especie de second life a través de toda clase de
avatares, de personalidades múltiples en las que lo virtual compensaba la
deficiencia de lo real. Había una externalización mágica de las tecnologías
como sujetos agentes y los seres humanos como objetos pacientes que sufrían su “impacto”
produciéndose la transformación correspondiente de todo signo. Stephenson
afirma (coincidiendo con Negroponte) que “ahora” son familiares y cotidianas,
solo tecnologías. Antes eran extraordinarias, ahora ordinarias, en el pleno
sentido de la palabra. Hay un deje de
desilusión unido a la constatación del final del movimiento estético que lo exploró,
el cyberpunk.
Pero, cabe
preguntarse ¿Ha sido, es realmente, así? Creo que no.
sábado, 25 de julio de 2020
6. Estética de verano
En las
imágenes finales de la entrada anterior se mezclaban dos elementos
característicos de la nueva “revolución” digital “más allá” de la otra: la
utopía de Wired con la internet de las cosas cobrando vida y hablando
entre ellas y la paranoia con tintes de estética cyberpunk y toque Mamoru Oshii
de un ser humano solitario, quizás una cyborg, reducido a mero espectador, ni
siquiera oyente. De cumplirse esas previsiones no parece quedar mucho tiempo para
que se pregunte el ordenador de Negroponte si le merece la pena ejercer de
doctor para salvar a un ser humano. Con los captchas es ya una máquina quien
comprueba si eres humano.
miércoles, 22 de julio de 2020
5. Estética de verano
martes, 21 de julio de 2020
4. Estética de verano
Con rara unanimidad los acuñadores y seguidores del término “Postdigital” se refieren a un artículo como su antecedente. Se trata del publicado por Negroponte con el título “Beyond digital” en la revista Wired en diciembre de 1998. Un gurú publicando en un medio oracular. La revista fabricó el imaginario de un planeta de “cerebros conectados a cerebros”, siguiendo la estela de McLuhan y en el contexto de la ideología sobre nuevas tecnologías de la Costa Oeste de California partidaria del utopismo tecnológico. Esta ideología fue objeto de una demoledora crítica por parte de Richard Barbrook en su artículo “La ideología californiana” (1995-6). Allí analizaba la deriva neocon de esa alianza de hippies (reconvertidos en yuppies) con las nuevas tecnologías, fervorosos partidarios ahora del liberalismo de mercado, de la democracia directa. Cuando, más tarde, destacó las similitudes con el pensamiento de las grandes vacas sagradas francesas (Deleuze y Guattari, por ejemplo) supuestamente “progresistas”, el escándalo estaba garantizado.