El tecnorromanticismo oscuro deja paso aquí al new age: no se quiere un mundo mejor sino un mundo distinto como en los poshumanismos, no transhumanismos. La potente matrix es la misma que en los romanticismos desde el siglo XIX: el aburrimiento, no el dolor ni el sufrimiento. De casa, un tabuco, al trabajo, una “oficina siniestra”. Nora trabaja en un sitio cutre, un espacio corrido que ofrece una imagen intemporal de personas amarradas, antes a unas máquinas de escribir, ahora a unos ordenadores bastante corrientes que ofrecen prestaciones extraordinarias junto a molestos tábanos en forma de anuncios. Y así día tras día.
No falta la
ironía al sexo consentido y puntuado. Nathan descubre también que la eternidad
digital es aburrida. Siempre lo mismo y, encima, está el glitch del servicio
técnico espiritual no siempre a la altura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario